En el siguiente artículo, el experto en la materia Dr. Gary K. Roberts aborda desde un punto de vista de la balística de heridas la evolución de la cartuchería militar desde el eficaz y poderoso calibre .577-450 Martini-Henry, que demostró su valía tumbando zulúes durante la Guerra Anglo-Zulú de 1879, hasta el menos eficaz y poderoso 5,56 NATO de nuestros días.
La clave de un calibre militar óptimo radica en lograr un adecuado poder de incapacitación del oponente con un peso del cartucho y un retroceso del arma adecuados. Se trata de una cuestión muy discutida y discutible que, por supuesto, está muy por encima de aquella pobre teoría de antaño que hablaba de «stopping power». Hoy día nadie en su sano juicio considera que el poder de incapacitación de un proyectil se pueda resumir estudiando la relación existente entre su calibre y velocidad, lo que no resulta en absoluto objetivo ni realista. El auténtico dilema radica en la búsqueda de una munición que logre la mayor incapacitación posible, para lo que es necesario que los daños ocasionados sean lo suficientemente severos (cavidad permanente y cavidad temporal).
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