«Para enseñar no hace falta ser bueno», otra excusa de vendehúmos, impostores y mediocres.

Aun peor que la mediocridad son las excusas para no intentar acabar con ella. Y si hablamos de competencia con armas de fuego, las excusas no justifican el peligro que corren propios y extraños por la incompetencia de uno. Las excusas ─ni estrés, ni fisiología, ni amígdala, ni ná─ no eximen de responsabilidad al mediocre o incompetente, aunque él crea que sí. El remedio es bien sencillo: un entrenamiento adecuado ─lo cual tiene un precio─. El caso es que parece que hay algunos que pretenden instaurar la mediocridad como excelencia, y al cúmulo de excusas de los mediocres, algunos instructores vendehúmos o impostores suman la de que «para enseñar no hace falta ser bueno». Por tanto, no solo no disparan bien, sino que ni siquiera disparan ante sus alumnos ─por miedo o vergüenza─ (alguno incluso llega a decir que «en combate no hace falta agrupar»).

La realidad es tan sencilla como lo que me comentaba el otro día mi amigo Arturo San Martín:

Conozco a unos cuantos que dicen que para enseñar no hace falta ser bueno (ni idea de práctica, solo teoría). Lo que no hace falta es ser el mejor, pero sí lo suficientemente bueno para que los alumnos tengan un referente para comenzar, ya que la primera forma que tiene el ser humano para aprender es visualmente.

Arturo San Martín

Cualquier instructor que se precie entrena, puede que más o puede que menos, pero entrena para no ser un mediocre y así llegar a ser lo más competente que pueda con las armas de fuego. La mera inquietud por entrenar acredita a un instructor como decente, más que los resultados en sí, que seguramente acompañen al grado de entrenamiento. Claro que no hace falta ser el mejor tirador del país o del mundo, pero interesa poder ser calificado de buen tirador más que de malo. Eso demuestra que se sabe de lo que se habla y se presenta al alumno un ejemplo o referencia en la que fijarse.

Precisamente, con la proliferación de instructores y escuelas de formación, se podría decir que todos aquellos que no demuestran lo que valen delante de sus alumnos entran en la lista de instructores o escuelas a evitar –suele tratarse de vendehúmos o impostores–. Ahora mismo no se nos ocurre ningún instructor de prestigio que no demuestre lo que vale delante de sus alumnos, además, normalmente con un nivel muy alto. Ahí tienes una buena pista a la hora de descartar instructores: ¿le han visto disparar alguna vez en sus clases o cursos? ¿sabe disparar medianamente bien? ¿en sus clases o cursos demuestra los ejercicios de tiro después de explicarlos?

Vergüenza es lo que debería darles a todos los que ponen excusas para su mediocridad en lugar de entrenar para ser competentes.

Sorprendentemente, hay instructores que no disparan delante de sus alumnos. También están los que disparan ejercicios más sencillos que los de sus alumnos: los alumnos disparan a X metros del blanco, pero el instructor lo hace a unos cuantos metros menos. Incluso hay quien habla de lo que valía en el pasado, pero no demuestra lo que vale en el presente: ¡yo en mis mejores tiempos disparaba 300 mil cartuchos al año! (obviamente eso es imposible de creer). Otros son «instructores encubiertos», que no te pueden contar nada sobre ellos mismos y mucho menos que les veas con un arma en las manos, así que solo le dan a la lengua para contar mil y una historias. «Si te lo cuento tendría que matarte», dicen. Hay personas que vergüenza es lo que no tienen.

En resumen, no hay excusas para la mediocridad y cada uno tiene que demostrar lo que vale sin miedo o vergüenza, máxime si es instructor. Un instructor no tiene que ser el mejor del país o del mundo, pero tampoco vale ser más malo que el veneno y poner como excusa que «para enseñar no hace falta ser bueno». ¿Te imaginas a un profesor que pretenda enseñar a sumar a sus alumnos sin saber sumar con soltura? ¿sin demostrarles en la pizarra a sus alumnos cómo se suma? Pues eso. No te fíes de cualquiera.

.