El precio de la competencia con las armas de fuego, ¿cuánto cuesta la formación y entrenamiento ─instrucción y adiestramiento─?

Pat Rogers y Paul Gardner en el curso de CQB de EAG Tactical.

Ante la falta de competencia por parte de cualquier profesional de nada sirven las excusas ni las lamentaciones, sean del tipo que sean, aunque la responsabilidad o culpa sea relativamente cosa de otros, o de la propia Administración ─pública o privada, no cambia las cosas─ en general. Sin lugar a dudas contra la incompetencia lo mejor es la formación y entrenamiento ─instrucción y adiestramiento─.

Por supuesto, la competencia depende de la formación ─en tanto en cuanto formar implica «preparar intelectual, moral o profesionalmente a una persona o a un grupo de personas» (DRAE)─ y puede que en muchos casos la formación sea mala y/o insuficiente. Pero ello no impide que cada uno tenga su parte de responsabilidad y culpa en que así sea, muchas veces por mera inacción o falta de actitud proactiva.

En lo que se refiere a la preparación de un profesional de las armas de fuego ─aquel cuya profesión implica portar algún arma de fuego─, lo primero sería disponer de unos estándares de rendimiento ─y una forma de evaluarlos─ que determinen el mínimo nivel de competencia exigible, y a partir de ahí definir y diseñar la formación.

La clave para alcanzar el objetivo de la competencia radica en que «la formación en cantidad y calidad necesaria y suficiente constituye tanto un derecho como una obligación de todo profesional».

De esta forma, la mera existencia de formación ─que existir suele existir─ responde a su carácter de «necesaria» ─digamos que así se cubre el expediente─, sin que implique que sea «suficiente» en «cantidad» y «calidad». Si la formación es poca ─cantidad─ y/o mala ─calidad─ no llegará a cumplir su objetivo. Para lograrlo ha de ser bastante ─cantidad─ y decente ─calidad─, sin que tenga por qué ser demasiada ─cantidad─ y excelente ─calidad─. No sé si me explico. Hablamos de lograr el efecto deseado (eficacia) ─calidad suficiente─ con el mínimo de recursos y tiempo posible (eficiencia) ─cantidad suficiente─.

Por otra parte, además de atender tales requisitos, la formación constituye tanto un «derecho» que todo profesional tiene la facultad de exigirle a la Administración ─pública o privada─, como una «obligación» que le corresponde a todo profesional, que constituye una imposición o exigencia moral que debe regir su voluntad y a la que se encuentra vinculado por precepto de ley, por voluntario otorgamiento y por derivación recta de su profesión (DRAE). Dicho de otro modo, para que la formación alcance su objetivo requiere ineludiblemente del compromiso mutuo entre Administración y administrados, de tal forma que ambos pongan toda su voluntad e interés. Como dice el refranero español, «a Dios ─la Administración─ rogando y con el mazo dando».

Pat Rogers. EAG Tactical.

El profesional de las armas de fuego «se preparará para alcanzar el más alto nivel de competencia profesional, especialmente en los ámbitos operativo, técnico y de gestión de recursos, y para desarrollar la capacidad de adaptarse a diferentes misiones y escenarios», para lo cual «el Estado proporcionará los cauces, medios, acciones y medidas» que se lo permitan y «velará especialmente por lo relacionado con la preparación y competencia profesional y la asignación de medios para el cumplimiento de las misiones encomendadas» (artículo 6.1.decimoquinta y 6.3 de la «Ley Orgánica 9/2011, de 27 de julio, de derechos y deberes de los miembros de las Fuerzas Armadas»).

Ese compromiso mutuo implícito entre Administración y administrados ha de traducirse en una férrea voluntad y profundo interés por parte de la Administración para ofrecer bastantes y decentes oportunidades de formación ─a sus administrados─, y por parte de los administrados para estar siempre prestos a aprovechar tales oportunidades.

Suponiendo ─y no seré yo el que diga ni que sí ni que no─ que ese compromiso mutuo existe, ¿cuál es el problema entonces? Pues parte del problema radica en que los recursos ─sean del tipo que sean─ están y siempre estarán limitados. Dado que los recursos normalmente van a depender de la disponibilidad económica ─fondos, dinero, presupuesto─, puede que el principal problema de la Administración respecto a la formación ─y otras cuestiones─ radique precisamente en lo limitado del recurso económico. Como luego veremos, la formación no es nada barata.

Irremediablemente la limitación del recurso económico exige priorizar el gasto. Una buena gestión implica saber priorizar el gasto de forma que éste se dirija hacia aquellas cuestiones que presenten una mejor relación coste-beneficio o mayor Retorno de la Inversión [Return On Investment]. Pero no se trata de una ciencia exacta, lo que genera problemas a la hora de acertar con las decisiones.

Tanto la formación como sus beneficios ─competencia de un profesional─ son cuestiones enormemente subjetivas e intangibles difícilmente trasladables a números con los que poder realizar cálculos en base a los que tomar decisiones en materia de gasto. En consecuencia, puede que no sea posible ─ni necesario─ aumentar el gasto en materia de formación, así que, volviendo al principio de este artículo, «hablamos de lograr el efecto deseado (eficacia) ─calidad suficiente─ con el mínimo de recursos y tiempo posible (eficiencia) ─cantidad suficiente─». Hacer más no con menos sino con lo mismo.

Si nos centramos en la materia de las armas de fuego, para ser conscientes del precio que puede llegar a tener el que todo profesional alcance cierta competencia con las armas de fuego, tenemos que ser conscientes del coste de la formación. Así que en base a unas cuantas suposiciones vamos a realizar algunos cálculos. Por facilidad en los cálculos he utilizado cifras redondas inventadas con ese propósito y he tirado por lo bajo ─las cifras reales serían más altas─. Sólo habría que utilizar cifras más precisas para ajustarnos más a la realidad.

Supongamos que una determinada Administración cuenta con un total de 50.000 profesionales armados en plantilla, que perciben un sueldo bruto mensual ─eso es lo que le cuesta a la Administración, que es más que el sueldo neto que percibe cada uno─ de 1.860€, que sumarían un total de 26.040€ brutos al año por persona (14 pagas al año). A razón de 8 horas por día laboral (40 horas semanales) durante 217 días laborables al año ─tras deducir días no laborables, asuntos particulares y vacaciones─ resultan un total de 1.736 horas laborales por persona al año. Con estos números la hora laboral por persona le cuesta a la Administración 15 € (26.040€ / 1.736 horas).

No hay atajos que valgan. No puedes hacer milagros para vencer en un combate. El deseo de derrotar al enemigo ha de venir de dentro.

Vamos a suponer que el estándar establecido por la Administración para que todo profesional mantenga cierta competencia con las armas de fuego es de una hora y 50 cartuchos 9 Luger al mes por persona de entrenamiento en la galería/campo de tiro, es decir, 12 horas y 600 cartuchos 9 Luger al año por persona. A 15€ la hora laboral y suponiendo que una caja de 50 cartuchos 9 Luger cueste 12€, el entrenamiento tendría un coste de 180€ anuales por persona y 144€ en munición, es decir, 324€ al año por persona. Extrapolándolo a toda la plantilla (50.000 personas), resultan un total de 50.000 horas y 2.500.000 de cartuchos al mes, 750.000€ y 600.000€ al mes, respectivamente, para sumar un total de 1.350.000€ al mes, lo que supondría un total de 600.000 horas y 30.000.000 de cartuchos al año, 9.000.000€ y 7.200.000€ al año, respectivamente, para sumar un total de 16.200.000€ al año.

Si obviamos los gastos materiales ─incluidos los de la galería/campo de tiro─ y calculamos el coste de disponer de un instructor o profesor para entrenar en grupos de 10 personas, son necesarias 5.000 horas de instructor o profesor al mes, 60.000 horas al año, que si consideramos el mismo coste que anteriormente de 15€ por hora laboral, resultan un total de 75.000€ al mes, 900.000€ al año, en instructores o profesores.

En resumen, una hora y 50 disparos al mes por persona de entrenamiento en la galería/campo de tiro para una plantilla de 50.000 personas tiene un coste estimado de 17.100.000€ al año ─solo en personal y munición─, de los cuales  9.000.000€ son para pagar la asistencia del personal y 7.200.000€ para pagar la munición. Si el entrenamiento en la galería/campo de tiro se reduce a 2 horas y 100 disparos al año el coste estimado es de 2.850.000€ al año, de los que 1.500.000€ son el coste de asistencia del personal y 1.200.000€ el de la munición. La diferencia entre 12 horas y 600 disparos y 2 horas y 100 disparos al año por persona, además de ser de 14.250.000€, va a ser considerable en cuanto a competencia con las armas de fuego, con el beneficio que ello supone ─algo difícil de cuantificar pero evidente─.

Como se puede ver, la asistencia del personal supone un gasto importante, mucho mayor que el coste de la munición. De tal forma que dejando ese gasto al margen la diferencia queda reducida a 6.000.000€ en munición. No sé si con estas cifras ves alguna puerta abierta para que cada profesional pueda mejorar su formación y entrenamiento.

¿Qué pasaría si existiera la posibilidad de disponer de galería/campo de tiro, instructor o profesor, munición, pistola, blancos, gafas de protección, tapones, etc. ─todo lo necesario para entrenar─ y uno solo tuviera que presentarse en la galería/campo de tiro y poner su tiempo? No lo recuerdo bien, pero en cierta ocasión alguien de una policía local de una ciudad de EE.UU. comentó en un foro que hicieron la prueba en su unidad y siempre eran los mismos los que aparecían, que eran precisamente los mismos que ya lo venían haciendo asiduamente por su cuenta. Al final la voluntad y el interés de cada uno es lo que manda.