John Boyd pasa lista: ¿quieres ser alguien en la vida o prefieres hacer algo en tu vida? Por Brett y Kate McKay.

Si hace unos días hablábamos sobre cómo matan los militares la meritocracia, hoy no podemos poner un mejor ejemplo de ello que el famoso Coronel del Ejército del Aire estadounidense John Boyd (23 de enero de 1927-9 de marzo de 1997), que, a pesar de su brillantez, no llegó a General, sencillamente por su sinceridad, nula condescendencia y cero sumisión, con sus superiores. A la hora de expresar las cosas no tenía pelos en la lengua, fueran quienes fueran los otros interlocutores.

Quizás sea más conocido el ciclo OODA enunciado por el Coronel Boyd, que no su propia vida. Si te suena eso del ciclo OODA y no el nombre de su creador, mal vamos. Tampoco olvidemos que no todos los que hablan del ciclo OODA lo conocen realmente en cuanto a su verdadero origen y significado. No es fácil, porque el propio Boyd no dejó mucha información escrita al respecto.

Aquí tienes un interesante artículo sobre John Boyd que presenta algunas lecciones identificadas que quizás podríamos extrapolar a otros ámbitos e instituciones. Cuando lo leas, piensa si es de aplicación, pero sobre todo responde a la pregunta final: ¿ser o hacer?

 


 

(Este artículo es una traducción NO autorizada de su original en inglés John Boyd’s Roll Call: Do You Want to Be Someone or Do Something?, de Brett y Kate McKay, publicado con fecha 22 de enero de 2014 en The Art of Manliness, y actualizado por última vez el 7 de diciembre de 2018)

 

John Boyd pasa lista: ¿quieres ser alguien en la vida o prefieres hacer algo en tu vida?

Según su biógrafo, Robert Coram, John Boyd realizó «más contribuciones a las tácticas de los cazas, al diseño de aviones y a la teoría del combate aéreo que ningún otro hombre en la historia del Ejército del Aire».

Como piloto de combate, nunca perdía y se ganó el apodo de «Boyd 40 segundos» por su habilidad para ganar cualquier combate aéreo en menos de un minuto.

Inigualable a los mandos de un caza, su mente tampoco tenía rival. No solo era guerrero en Combate, sino también guerrero en Ingeniería y guerrero en Filosofía.

Cuando tenía 33 años, escribió su famoso «Aerial Attack Study» [Estudio de Ataque Aéreo], que codificó por primera vez las mejores tácticas de combate aéreo aire-aire, se convirtió en la «biblia del combate aéreo» y revolucionó los métodos de todos los Ejércitos del Aire del mundo.

Su Energy-Maneuverability (E-M) Theory [Teoría de la Maniobrabilidad-Energía] contribuyó al nacimiento de los legendarios aviones F-15, F-16 y A-10.

Una presentación que elaboró, «Patterns of Conflict» [Patrones de Enfrentamientos], cambió la estrategia de combate tanto para aviadores como soldados de tierra, dio a conocer el tantas veces citado y normalmente malentendido ciclo OODA y «le convirtió en el pensador militar más influyente desde que Sun Tzu escribiera El Arte de la Guerra hace 2.400 años».

Con todo, John Boyd prestó servicio activo en el Ejército del Aire de Estados Unidos durante veinticuatro años y participó en tres guerras.

Pero nunca ascendió más allá de coronel.

Todo porque Boyd se negó tozudamente a comprometer sus principios e ideales para ascender.

 

Una bifurcación en el camino

Aunque Boyd entró en las Fuerzas Armadas a una temprana edad ─abandonando el instituto en bachillerato para meterse en el Army Air Corps [Cuerpo Aéreo del Ejército] durante la Segunda Guerra Mundial─ nunca encajó bien en las fuerzas de combate estadounidenses.

No es que no tuviera buena cabeza para la estrategia y los métodos de combate. Todo lo contrario. Cuando consiguió sus alas, sus compañeros pilotos lo consideraban tan «buena palanca de vuelo» que acudían a él constantemente en busca de consejos e ideas para mejorar. Así que empezó a elaborar escritos informales, a dibujar diagramas sobre técnicas de pilotaje y de combate aéreo aire-aire y a impartir clases particulares para los interesados. Esto le llevó a convertirse en instructor y posteriormente Jefe de Estudios en la sumamente selecta Fighter Weapons School [Escuela de Armas de Caza] en la base aérea del Ejército del Aire estadounidense de Nellis, justo a las afueras de Las Vegas. Allí se dedicó a renovar completamente el currículo de táctica. Anteriormente la táctica aérea había sido una especie de arte transmitido de piloto a piloto; Boyd se propuso desarrollar y codificar las mejores técnicas ─convirtió el combate aéreo en una ciencia─.

Pero Boyd no encajaba bien en la institución. No era el típico soldado que cumplía órdenes a rajatabla simplemente porque eran órdenes. De un oficial militar se espera que sea bien disciplinado, respetuoso con sus superiores y un defensor del statu quo. Boyd no era ninguna de esas cosas. La táctica aérea no había cambiado mucho desde la Primera Guerra Mundial, pero a nadie le hacía gracia que se pusiera en entredicho ─les gustaba hacer las cosas como siempre se habían hecho─. Pero Boyd no reculaba cuando sabía que tenía razón.

La intensidad de sus convicciones y su estilo polémico le valieron los apodos de «The Mad Major» [el comandante loco] y «Genghis John». Boyd jugaba continuamente en el mismísimo borde de la insubordinación, y lo sabía. Le gustaba decir, «tienes que cuestionar toda suposición. De lo contrario, lo que hoy es doctrina mañana se convierte en dogma para siempre».

La mezcla de brillantez y descaro de Boyd lo hicieron una figura verdaderamente polarizante entre los mandos. En sus informes personales de calificación (IPEC), algunos de sus superiores criticaban sus formas y falta de deferencia, mientras que otros le consideraban el oficial con más talento y dedicación que habían conocido nunca. Los primeros intentaron sabotear su carrera, mientras que los segundos trataron que continuara adelante, y al principio Boyd estaba convencido de que triunfarían sus defensores.

Así que cuando no ascendió y en su lugar ascendieron algunos oficiales de despacho intrascendentes pero obedientes, Coram escribe que a Boyd «le afectó profundamente» el golpe:

«Este fue un punto crucial en su carrera, así como una revelación personal. Normalmente, cuando una persona es joven e idealista, cree que si trabaja duro y hace lo correcto, tendrá éxito. Esto era lo que la madre de Boyd y los mentores de su infancia le habían dicho. Pero trabajo duro y éxito no siempre van cogidos de la mano en las Fuerzas Armadas, en las que el éxito viene definido por el rango y alcanzar un mayor rango implica aceptar el sistema de valores de las Fuerzas Armadas. Aquellos que no lo aceptan se dan cuenta un día que el camino de hacer lo correcto se ha apartado del camino del éxito, y entonces tienen que decidir qué camino van a serguir a lo largo de su vida. Casi seguro que se dio cuenta de que si no ascendió pronto a teniente coronel después de todo lo que había hecho, nunca llegaría a un alto rango».

Muchos oficiales lo dejan cuando se dan cuenta de que no van a poder llegar a la cima de la jerarquía. Pero Boyd no se había metido en las Fuerzas Armadas para acumular insignias sobre el uniforme; le movían las ganas de «cambiar la visión fundamental de la gente sobre la aviación» y quería sinceramente realizar una contribución significativa y duradera al arte de la guerra y al mundo. El Ejército del Aire era una vía muy imperfecta para hacerlo, pero la mejor posible. Entendió que la mejor manera de cambiar una institución no suele ser abandonándola y atacacándola desde fuera, sino siguiendo dentro y trabajando para transformarla desde dentro. Y su trabajo estaba lejos de terminar.

 

Ser o hacer

Después de Nellis, a Boyd lo destinaron en el Pentágono, un entorno aún menos adecuado para su carácter. Como señala Coram, es lugar para trepas ─blue suiters [uniformes de azul], como se les llama─. Progresar dentro de «The Building» [el edificio] implica dosis iguales de besar culos y puñaladas en la espalda y el éxito se suele medir por conseguir la mayor cantidad de dólares para el Ejército al que se pertenece (Tierra, Armada o Aire). Un movimiento en falso puede torpedear tu carrera.

Sin embargo, Boyd no estaba dispuesto a vender su alma. Y no se sintió intimidado por el hecho de ser comandante con 39 años, mientras que cualquier otro en el edificio tenía mayor rango y los dientes más largos.

Trabajó incansablemente para mejorar los aviones militares, y detestaba especialmente la actitud vacía de sus superiores que muchas veces tenían una mentalidad desinteresada respecto al diseño y eficiencia de los aviones. Como Boyd creía sinceramente que trabajaba para el contribuyente estadounidense, no solo le encantaba poner fin a presupuestos inflados, sino que lo disfrutaba enormemente. Tanto le gustaba desacreditar datos engañosos y «regar con la manguera» a los generales, que sus amigos le regalaban en plan coña mangueras de jardín por su cumpleaños. En una ocasión le hizo un agujero en la corbata a un general, después de arrinconarle y empezar a darle golpecitos con un cigarrillo encendido en la mano mientras discutían por una de sus ideas. Provocó que otro general literalmente echara espuma por la boca y se cayera de la silla mientras hablaban por teléfono.

Boyd había dejado una larga fila de enemigos a su paso y, por lo tanto, no fue una gran sorpresa que finalmente no ascendiera a general. Después de ofender a tantos generales, se negaron a permitirle que se uniera a su exclusivo rango. Boyd estaba profundamente decepcionado. Pero estaba orgulloso del camino que había elegido. Cuando llegó a la bifurcación donde éxito institucional se aparta de hacer lo correcto, eligió hacer lo correcto. Era una filosofía que hizo que abrazaran sus acólitos (un grupo de sus discípulos) al tener que sopesar si trabajaban para él y le ayudaban a hacer algo importante, mientras sus carreras se veían perjudicadas por dicha asociación, o mantenían la cabeza gacha e iban trepando en el escalafón. «Fiera», les decía, «algún día llegarás a una bifurcación en el camino»:

«Y vas a tener que decidir qué dirección quieres seguir». Levantaba la mano y apuntaba en una dirección. «Si sigues este camino puedes ser alguien. Tendrás que resignarte y darles la espalda a tus amigos. Pero serás miembro del club, ascenderás y tendrás buenos destinos». Acto seguido Boyd levantaba la otra mano y señalaba en otra dirección. «O puedes seguir ese otro camino y puedes hacer algo ─algo por tu país, por tu Ejército del Aire y por ti─. Si decides que quieres hacer algo, puede que no asciendas y no tengas buenos destinos y, desde luego, no serás el favorito de tus superiores. Pero no tendrás que resignarte. Serás fiel a tus amigos y a ti mismo. Y tu trabajo puede marcar la diferencia. Ser alguien o hacer algo. Muchas veces en la vida pasan lista. Es entonces cuando tendrás que tomar una decisión. ¿Ser o hacer? ¿qué camino seguirás?»

 

¿Qué camino seguirás?

Llega un punto en la vida de toda persona en el que debe decidir si se esforzará por ser alguien importante, o si trabajará para hacer algo importante. Algunas veces ambos objetivos van de la mano, pero normalmente van por separado.

La investigación ha demostrado una y otra vez que los niños de nuestra era moderna aspiran a lo que se percibe como una vida más glamurosa que una de servicio con un legado duradero. De hecho, las tres principales aspiraciones profesionales de los niños de entre 5 y 11 años son ser estrella del deporte, estrella de la música o actor. Hace solo 25 años, en esa misma encuesta salía ser profesor, médico o banquero. La gente joven quiere ser conocida, ser famosa, y desde muy pequeños aprenden el hecho de que el camino hacia la fama (por no mencionar la Política) implica en gran medida decirle a la gente lo que quieren escuchar ─empaquetar lo que ya es popular y volverlo a vender─. Porque no son solo los militares los que valoran el statu quo; si bien se supone que la Sociedad es hoy más tolerante que nunca, cualquier cosa que se salga de lo común se arrincona rápidamente. En nuestra era digital, el honrado pueblo en línea [Internet] puede movilizar y silenciar rápidamente cualquier opinión considerada aberrante. El resultado tiene un efecto escalofriante por el que cualquiera tiene que medir cada palabra que dice para que no se le destruya públicamente.

Ni siquiera el campo de la ciencia es inmune a esta tendencia. Conseguir que un estudio no solo se publique en una revista académica, sino que se cite en medios de comunicación populares, puede llevar a lucrativos acuerdos editoriales y participación en conferencias, mientras que una investigación con la más mínima controversia puede llevar a una lluvia de críticas. Cuando se desveló que un destacado psicólogo social había fabricado completamente estudios que pretendían demostrar cosas como que entornos marginales aumentan las tendencias racistas, admitió que intentó crear experimentos y resultados que parecieran originales y emocionantes, y además se ajustaran a ideas preconcebidas de la gente. Al explicar sus lapsus éticos, señaló el hecho de que los científicos modernos, al competir por financiación y admiración, se han visto obligados a convertirse tanto en investigadores como en vendedores ─«vendedor ambulante» experto en el arte de la persuasión─. Esto ha creado una situación en la que a veces se busca el reconocimiento a costa de la verdad.

Desafiar el status quo nunca es fácil. Puede que no te preocupe ganar fama, sino simplemente conservar tu puesto de trabajo. Los estudiantes universitarios, educados en la importancia de cultivar su «marca personal», temen comprensiblemente hacer o decir cualquier cosa que pueda hacerles menos deseables para un puesto de trabajo en una época de crisis. Es por eso que la capacidad de decir la verdad al poder siempre ha estado necesariamente ligada a una indiferencia ante la seguridad material. Como escribe Coram, Boyd entendió eso y dijo que «si un hombre puede reducir sus necesidades a cero, entonces es libre de verdad: no hay nada que le puedan quitar ni nada que nadie pueda hacer para perjudicarle». Su extremada austeridad le valió el sobrenombre de «el coronel del ghetto». Durante toda su vida vivió en un pequeño apartamento y aguantaba con la misma chatarra de coche hasta que ya no daba más de sí. Este estilo de vida espartano fue duro para la familia de Boyd; cuando uno sacrifica su carrera por remover el avispero, cierto es que los que son padres lo pasan peor. Sin embargo, muchos de los hijos de las personas más agitadoras de la Historia están tremendamente orgullosos del legado y nombre que les dejaron sus padres, a pesar de los sacrificios derivados de sus posturas desafiantes.

Mientras piensas qué decisión tomarías si tuvieras que elegir entre hacer lo correcto e importante o hacer lo popular, te dejaremos con este mensaje conmovedor que el ex Ministro de Defensa estadounidense Robert Gates dijo durante una alocución en una entrega de despachos en la Academia General del Aire. El mensaje resulta de aplicación tanto a los cadetes presentes en el público aquel día como a todo el que lo lea ahora:

«Aquí, en la Academia General del Aire, así como en todas las universidades y empresas de Estados Unidos, existe un enfoque en el trabajo en equipo, la creación de consenso y la colaboración. Pero no os equivoquéis, a cada uno de vosotros os llegará el momento en el que tengáis que estar solos a la hora de tomar una decisión difícil e impopular; cuando tengáis que cuestionar la opinión de vuestros superiores o decirles que no podéis hacer el trabajo con el tiempo y los recursos disponibles; o cuando sepáis que lo que vuestros superiores le dicen a la prensa, al Congreso o a los ciudadanos estadounidenses es incorrecto. Habrá momentos en los que toda vuestra carrera correrá peligro ─en los que os encontraréis en el camino con la proverbial bifurcación de Boyd─. Ser o hacer.

Para estar listos para ese momento, tenéis que disponer de la suficiente disciplina para cultivar la integridad y el coraje moral de aquí de la Academia, y después de vuestros primeros días como oficiales. Esas cualidades no aparecen de repente totalmente desarrolladas de la noche a la mañana o como una revelación una vez hayáis asumido responsabilidades importantes. Estas cualidades tienen sus raíces en las pequeñas decisiones que tomaréis aquí y al principio de vuestra carrera y tienen que fortalecerse a lo largo del camino para permitiros resistir la tentación de uno mismo antes que el servicio. Y tenéis que aseguraros siempre de que vuestro coraje moral sirva al bien mayor: que sirva a lo que sea mejor para la patria y nuestros valores superiores ─no a un programa en particular, ni al orgullo ni al provincialismo─».

 

Momento de pasar lista: ¿ser o hacer? ¿qué camino seguirás?

 

Fuente: CORAM, Rober. Boyd: The Fighter Pilot Who Changed the Art of War [Boyd: el piloto de combate que cambió el arte de la guerra]. Back Bay Books. 504 pp. 1 de mayo de 2004.

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