Siempre hay algún iluso que cuestiona la utilidad real del tiro a distancia con pistola e ignora aquellos casos a lo largo de la Historia en los que esta habilidad ha demostrado su utilidad práctica real. Aunque no sea lo habitual, no pretenderás que a ti siempre te toque hacer frente a lo habitual. Precisamente lo habitual no es tener que hacer uso de la pistola. Así que déjate de estadísticas, que se basan en datos del pasado que no pueden predecir lo que te va a tocar a ti.
Este es uno de esos famosos casos del que supe hace tiempo por un comentario del difunto Pat Rogers en un foro, cuya historia me volví a encontrar por casualidad en un artículo. La cuestión es que su protagonista, Andy Brown, publicó en noviembre de 2016 un libro, en el que cuenta todos los detalles de este incidente con múltiples víctimas (IMV) ─concretamente un incidente de tirador activo (ITA)─, así como los de otro IMV que se produjo en la misma base aérea esa misma semana ─un lamentablemente famoso accidente aéreo en el que un bombardero B-52 se estrella contra el suelo─.
(La información de este artículo forma parte de una traducción de su original en inglés Andy Brown: Helping the other survivors of the Mellberg rampage, publicado en el sitio web The Spokesman-Review, con fecha 20 de junio de 2010)
Hace más de 30 años, Andy Brown abate al tirador desde más de 60 metros de distancia con una pistola Beretta 92.
Incidente de tirador activo en el hospital de la Base Aérea de Fairchild (EE.UU.).
20 de junio de 1994.
El día 20 de junio de 1994 empezó como un día cualquiera para el cabo Andy Brown ─por aquel entonces Brown llevaba cinco años de servicio en el Ejército del Aire estadounidense─. Llevaba sólo seis meses destinado en la Policía Aérea de la Base Aérea de Fairchild y acababan de asignarlo a la patrulla en bicicleta. Recuerda que era un lunes soleado con el cielo despejado y había gente en la calle lavando el coche, mientras Brown pedaleaba por la zona residencial de la base, sin que hubiera mucho movimiento en la radio.
Cuando estaba en uno de los controles de accesos de la base hablando con un compañero, ambos escucharon por radio que hablaban de un tiroteo en el hospital, que estaba cerca de allí. Brown se subió a la bici y salió corriendo hacia el complejo sanitario; cuando llegó allí los coches y la gente salían en dirección contraria. Brown les preguntaba, «¿dónde está? ¿dónde está?» Entonces vio en la calle delante de la entrada del hospital a un hombre que empuñaba un fusil. Brown dejó la bici a poco más de 70 metros y se acercó andando unos 10 metros, sacó la pistola Beretta M9 de la funda y apoyó la rodilla derecha en el suelo. Desde allí apuntó con la pistola al tipo del fusil y le dijo que tirara el arma. El tipo se dio la vuelta y le apuntó con el fusil. «Los testigos dijeron que me disparó. Yo no lo recuerdo, pero algo me dice que si me estaba disparando».
Brown apuntó bien y realizó cuatro disparos consecutivos de forma controlada. Al cuarto disparo, el tipo dobló las piernas, se giró y cayó de espaldas. Brown se levantó y avanzó hasta un coche tipo «pick up» para aprovecharlo como cubierta. Por radio habían alertado de un segundo tirador ─un francotirador en el tejado─. Brown esperó refuerzos mientras observaba el cuerpo inmóvil tendido en el suelo.
Luego se comprobó que no era cierto. Mellberg, un joven de 20 años mentalmente inestable al que dos meses antes habían echado del Ejército del Aire estadounidense, actuó solo. Esta matanza a tiros era su forma de vengarse del psicólogo y psiquiatra a los que culpaba de acabar con su carrera en el Ejército del Aire. Primero asesinó a los médicos Tom Brigham y Alan Londo, después a otras tres personas, y por el camino otras 22 personas resultaron heridas de gravedad antes de Brown lograra detener la matanza.
El disparo
Por aquel entonces ─y aún a día de hoy─ la pistola reglamentaria en el Ejército del Aire estadounidense era la Beretta M9. Todos los policías aéreos tenían que demostrar su competencia con esta pistola. Andy Brown practicaba con frecuencia y solía disparar lo suficientemente bien como para alcanzar la categoría de experto [expert], pero nadie practica el tiro con pistola a más de 60 metros del blanco.
«Parecía que estaba más cerca», comentó Brown en una ocasión. «No pensé que estuviera fuera de mi alcance». Al ver que tras dos disparos Mellberg no caía, Brown se pensó que tenía una interrupción. El disparo que acabó con Mellberg ─el cuarto; el tercero le dio en el hombro y le atravesó─ se conoció como «el disparo».
Brown se convirtió en un héroe, etiqueta que le hacía sentir incómodo porque para él fueron muchas personas las que se comportaron heroicamente aquel día al llevarse a los pacientes del hospital a un lugar seguro o salvarle la vida a los heridos. Varios medios de comunicación le solicitaron una entrevista, a lo que no estaba dispuesto mientras hubiera víctimas recuperándose en el hospital o siendo enterradas por sus seres queridos.
«No quería que el incidente se mantuviera vivo en los medios. En aquel momento fui un ingenuo porque no iba a pasar sin más».
Además Brown creía que se le estaba prestando demasiada atención y llenándole de elogios, mientras el personal sanitario que se enfrentó a los disparos de Mellberg para socorrer a los heridos quedaba en el olvido.
A Brown le ofrecieron la posibilidad de acudir a la consulta de la psicóloga de la Policía de Spokane Deanette Palmer. Pero tras unas pocas sesiones, al reincorporarse a su puesto en la Policía Aérea, le dijeron que tenía que dejar las sesiones o entregar el arma. Así que no volvió a la consulta de la psicóloga.
Con la esperanza de dejar atrás la tragedia, el personal de la base de Fairchild organizó un acto de homenaje a las víctimas e imposición de condecoraciones al personal sanitario y de seguridad. Brown recibió una Cruz al Mérito Aeronáutico [Air Force Medal] y le dejaron elegir cualquier base donde quisiera ir destinado. Pensó en pedir la base de McChord en Tacoma para estar más cerca de la familia en Port Orchard; pero sus amigos de Fairchild le sugirieron que pidiera Hawaii, un destino mejor para un aviador joven y soltero. Pidió allí y lo destinaron a la base aérea de Hickam. Allí «se compró una Harley y recorrió la isla de cabo a rabo en moto».
Pero su trabajo como policía aéreo estaba empezando a generarle ansiedad, irritabilidad y depresión. Algunas veces cuando paraba un coche la adrenalina hacía que le temblaran las manos. Pidió algo de ayuda y el Ejército del Aire estadounidense lo puso a hacer test psicotécnicos con preguntas del tipo: ¿escucha voces? ¿ve fantasmas? Y si acudía a consulta le iban a retirar el arma y apartarle del servicio.
Optó por continuar trabajando y no acudir a consulta.
El trastorno por estrés postraumático (TEPT) de Brown era evidente y por ese motivo precisamente las Policías no apartan a sus agentes del servicio solo porque vayan a consulta a no ser que supongan un peligro para sí mismos o los demás, explicaba Palmer, la psicóloga de la Policía de Spokane que atendió a Brown tras el incidente.
«Desde luego no existe tanto rechazo ─a recibir la ayuda de un psicólogo─ como antes», decía Palmer, que lleva 20 años como psicóloga de la policía. «Le habrían dado ese apoyo».
Desde el Ejército del Aire estadounidense decían que esa ya no es la práctica habitual y que no se aparta a nadie del servicio a no ser que un profesional de salud mental lo recomiende. Pero no fueron capaces de precisar desde cuando es así.
Una nueva identidad
Cuando Andy Brown se incorporó a su nuevo destino en la base de Hawaii comprobó que su reputación le precedía como «este es el que le disparó a aquel zumbado en Fairchild». Eso mismo le volvió a pasar cuando se fue destinado a la base aérea de Kirland en Nuevo México.
«Sabía que tenía que vivir con ello», explicaba. «Parece que iba a ser lo mismo fuera donde fuera».
Pero Brown se enfrentaba a sus sentimientos por el incidente y no tenían nada que ver con ser un héroe. Antes del incidente ya había pensado que durante la guardia podría dársele el caso de tener que disparar y posiblemente matar a una persona peligrosa. El escenario que se había imaginado implicaba abatir a un malo.
«En realidad nunca me imaginé que otras personas resultaran heridas o acabaran muertas», decía. Aunque ahora se da cuenta de que no pudo haber hecho nada por evitarlo, estuvo obsesionado por el número de personas que resultaron heridas o muertas antes de que él llegara.
Al no poder continuar en activo y recibir un tratamiento que le ayudara, Brown se dio cuenta en Kirtland de que estaba «quemado». Solicitó la baja médica y así fue: «No quiero parecer un quejica. Ojalá las cosas hubieran sido de otra manera».
Volvió a Western Washington ─donde vivía su familia─, pero en 1999 fue de visita a Spokane a ver a un antiguo compañero en el Ejército del Aire que vivía en Mead. Éste le presentó a su sobrina, Rhonda Strong, y Brown ya nunca se fue de Spokane; Andy y Rhonda se casaron en 2002 y tuvieron dos hijos.
Trabajó en varias fábricas y estudió Electricidad, pero siempre se sintió atraído por volver al mundo policial, incluso aunque sabía que no quería ser policía ni de coña. En 2006 entró en la Border Patrol [policía de fronteras], donde a día de hoy trabaja en oficina.
De vez en cuando algún conocido o compañero se entera de que Brown estuvo en Fairchild en los 90 y le pregunta si estaba allí cuando pasó el incidente o le mencionan el disparo increíble que detuvo a Mellberg.
«Algunas veces les respondo «si, estuve allí» y no entro en detalles», decía. «Otras veces les digo «ese fui yo». Ya no me importa que la gente lo sepa».
Tras dejar el Ejército del Aire, Brown pudo recibir el tratamiento que no pudo en el Ejército del Aire. Probó con todo tipo de terapias y cree haber alcanzado el límite de lo que los psicólogos pueden hacer por él; tiene que hacer el resto por si mismo.
«Toda la historia resulta sencillamente dramática y triste. Sé que tuve que hacerlo. Simplemente ojalá hubiera muerto uno (Mellberg)».
Como parte del proceso de asumir lo que sucedió aquel día de 1994, Brown escribió un libro sobre el incidente en el que se incluye la problemática historia de Mellberg. Al joven aviador se le había propuesto un expediente de pérdida de aptitud psicofísica por problemas psiquiátricos casi desde el primer momento en el que se alistó, pero se hizo caso omiso de la propuesta. Cuando al final se le dió la baja, a Mellberg lo acompañaron hasta la puerta en su último destino en la Base Aérea de Cannon en Nuevo México y le dijeron que se fuera sin darle ningún tratamiento ni tan siquiera un billete hasta la casa de sus padres en Michigan. Se fue a Spokane, compró un fusil semiautomático y con él se presentó en Fairchild, donde inició su matanza por el psiquiatra y el psicólogo a los que culpaba del fin de su carrera militar.
Brown también escribe sobre lo que le pasó a él y algunos supervivientes tras el incidente. Contactó con algunas de las víctimas de Mellberg, con las que no había tenido la oportunidad de encontrarse hacía 16 años.
En 2009 vió un anuncio de boda en el periódico de Melissa Moe, que tenía 15 años cuando fue víctima de los disparoos de Mellberg. Le envió un correo electrónico. Moe se emocionó y le invitó a su boda; nunca antes se habían visto pero ella siempre le consideró uno de sus héroes.
«Le vi en la tele recibiendo su condecoración cuando yo salía de cuidados intensivos», decía ella.
El día de la boda el padre de Moe estaba enfermo y no pudo asistir. Aunque nunca había visto a Brown cara a cara no dudó en pedirle que la llevara hasta el altar. Era el momento de que él se emocionara.
Ahora Brown y su familia son parte de la suya, decía, y «siempre sabe qué decir». Moe entiende la carga que lleva a sus espaldas, porque tras el incidente la gente también esperaba noticias tanto de ella como de las demás víctimas.
Para ayudar a ponerse en contacto a otras víctimas de los disparos de Mellberg y facilitarles un foro, Brown abrió una página web (a fecha 26 de abril de 2022 esa web aparece abandonada). En ella escribió que podían aprender unos de otros lo que funciona y lo que no para sobrellevar aquel fatídico día. «Sabremos que no estamos solos».
Con toda la información que pudo recopilar de su experiencia y la de las víctimas, Andy Brown escribió su libro Warnings Unheeded: Twin Tragedies at Fairchild Air Force Base, que fue publicado en noviembre de 2016.
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Este incidente no lo conocía, pero desde luego nos da varias ideas de como afrontarlos en el momento y a posteriori.
Un saludo