Contra la incompetencia lo mejor es el entrenamiento. El estrés, las reacciones fisiológicas, la amígdala, bla, bla, bla, no sirven de excusas ni te eximen de tu responsabilidad en cuanto a tu incompetencia.

Hoy día no se sabe lo mismo ni se dispone de los mismos medios que hace 10 o 20 años, lo cual necesariamente ha de suponer que las cosas hayan cambiado. Esto es lo que sucede con el entrenamiento con armas de fuego, que no se ha mantenido inalterado en los últimos años, sino que ha sufrido una importante evolución. Sin duda, los avances científicos también tienen algo que ver, además de la experiencia y conocimientos adquiridos. De tal forma que el hecho de conocer mejor el funcionamiento de la mente y el cuerpo humano, así como su comportamiento ante un enfrentamiento armado, permita adaptar mejor el entrenamiento a la realidad. Pero, eso no va a cambiar el grado de competencia exigible a cualquier persona armada. Cuando se hace uso de un arma de fuego la realidad es que cada uno es responsable de cada disparo que realice y es culpable de sus consecuencias, aunque en algunas ocasiones se le pueda eximir de su responsabilidad atendiendo a las circunstancias. Sin embargo, en pocos ─o ningún caso─ van las circunstancias a justificar la incompetencia, que en muchas ocasiones nace con la falta de entrenamiento y se desarrolla con la desidia. «Si entrenas un mojón... te sale un mojón». (Juan I. Carrión) Todo eso de los enfrentamientos armados, el estrés, las reacciones fisiológicas, el sistema límbico, la amígdala, las habilidades motoras, b
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