Tenemos que hacer algo [ante los incidentes de tirador activo]. Por Claude Werner, el profesor táctico [The Tactical Professor].

Siempre hay mucho oportunismo cuando se producen determinados hechos, como puede ser un incidente de tirador activo. Además, no es tan raro que se extrapole fuera de contexto, con dichos fines oportunistas ─que hay que vender cursos─. Para algunos se trata de un buen momento para vender su producto a costa del miedo o el revuelo que pueda generarse. Pero, lo cierto es que ya en el tema 1 de Gestión de Riesgos se explica que el riesgo derivado de un tipo de ataque o agresión, de una determinada amenaza o peligro, depende de múltiples variables ligadas a un contexto. De tal forma que, el nivel de riesgo no tiene por qué ser elevado solo porque el impacto o daños potenciales y la vulnerabilidad sean elevados, dado que la potencialidad o probabilidad también tiene tanto, o más, que decir al respecto. Así que, si la potencialidad o probabilidad de un incidente de tirador activo es muy pequeña, el riesgo resultante puede ser tan pequeño como para despreciarse. Si, no suena bien, pero es lo que ─con otras palabras─ viene a explicarnos Claude Werner en el siguiente artículo:


 

(Traducción al español de su original en inglés We’ve got to do something!, publicado el 5 de agosto de 2019 por Claude Werner, el profesor táctico)

 

Tenemos que hacer algo [ante los incidentes de tirador activo].

No, no tenemos.

Un raro comentario editorial.

Tras los recientes «tiroteos de masas» [mass shootings], ha aparecido una asombrosa cantidad de retórica en ambos lados del espectro político y desde el diagrama de Venn de aquellos que abarcan todo el continuo. Ambas partes están equivocadas. Posiblemente algunas personas se molesten por este comentario y pierda algunos suscriptores, pero que así sea.

Por una parte, a la que habitualmente nos referimos como la Izquierda, escuchamos una nueva exigencia de varias formas de control de armas, que van desde la comprobación univesal de antecedentes hasta la prohibición total de las «armas de asalto». Estas exigencias son la continuada expresión de una campaña propagandística que habría hecho que el ministro de la propaganda Nazi Joseph Goebbels se sintiera orgulloso. En términos numéricos, la probabilidad de verse en medio de un «tiroteo de masas» es tan pequeña que ni siquiera merece la pena tenerla en cuenta en nuestra vida diaria, ni mucho menos para hacer política pública. Hubo más víctimas de homicidios individuales el año pasado que en todos los llamados «tiroteos de masas» de los siglos XX y XXI juntos. Lo siento por las víctimas de tiradores activos, pero no más que por las víctimas de asesinato en el municipio de Dekalb (Georgia, EE.UU.), que anualmente sobrepasan en número a las víctimas de «tirador activo», pero que únicamente reciben un minuto escaso de atención en las noticias cada cierto tiempo.

Todo este asunto de los «tiroteos de masas» es un invento de las élites de los medios de comunicación para darle un empujón a sus índices de audiencia y potenciar el tema del control de armas. Si alguien piensa que a las celebridades de los medios de comunicación que ganan millones de dólares al año les importan lo más mínimo los problemas del ciudadano medio es un completo ingenuo. Lo que les importa son los índices de audiencia y cuánto dinero y poder pueden acumular.

En términos de muertes totalmente evitables, las víctimas de «violencia con armas» representan un porcentaje minúsculo. Como he dicho durante muchos años, si de verdad nos preocuparan los locos que salen de casa y matan a otras personas, todos los coches del país tendrían obligatoriamente un bloqueo del arranque con alcoholímetro. Pero eso sería una molestia para todos, lo cual resulta inaceptable incluso aunque salvara decenas de miles de vidas cada año. Se me ha acusado de desviar la atención por decir eso, porque se trata de un hecho que todos queremos ignorar. Sería un engorro para todos los conductores que se pongan al volante como poco dos veces al día y «nadie tiene tiempo para eso». Disponer de algún sistema que inhabilite la función de enviar mensajes del móvil mientras conduces posiblemente también contribuiría a evitar muertos y heridos.

El hecho es que para las personas sus preferencias y comodidad son mucho más importantes que el bienestar de otras personas. Si de verdad nos preocupara el bienestar de la población en general, prohibiríamos las bebidas carbonatadas o limitaríamos la cantidad que se puede comprar. Ya hemos visto lo popular que es esta idea. Cualquier molestia se convierte en una negativa automática.

Por parte de los usuarios de armas de fuego la cosa no está mejor. Son incontables las veces que he leído la frase «lleva tu pistola encima a todas partes» como consecuencia de estos incidentes. Esto suele aparecer dos párrafos más abajo de una diatriba sobre lo estúpida que es la típica persona que tiene un arma por no llevar la pistola adecuada en una funda que el autor considera aceptable. ¿Cuál es el problema, que todo el mundo no lleva un arma o que casi todo aquel que lleva un arma es un incompetente?

¡Todo el mundo tiene que formarse! Como he dicho, tenemos un serio problema numérico con la idea de que todo el mundo necesita formación. Aquellos que abogan por que todos necesitan formación deberían investigar un poco y después meter los números en una hoja de cálculo Excel. Se tardarían 500 años (no es un error tipográfico) en formar a todo el que tiene un arma de fuego solo hasta un nivel mediocre. La idea de que quienes lleven un arma tienen que ser capaces de impactar en la cabeza de un tirador activo a 25 metros está tan fuera de alcance que ni siquiera voy a intentar adivinar las pocas personas que podrían llegar a formarse para alcanzar ese estándar. Actualmente muchos tiradores recorridos de tiro [USPSA] con nivel de gran maestro [Grandmaster] no pueden hacerlo con sus pistolas de competición.

Hablando de hojas de cálculo, el hecho de ser capaz de usar el Excel de forma correcta y eficaz debería ser obligatorio para cualquiera que participe u opine sobre políticas públicas o cuestiones legales. El psicorrollo resulta muy diferente cuando empiezas a meter números en una hoja de cálculo y compruebas que los números no son lo que crees que son.

Así que cuando sintamos que «tenemos que hacer algo» [ante los incidentes de tirador activo], ¿qué hacemos? ¡NADA DIFERENTE! Aceptamos el hecho de que la vida puede ser peligrosa y continuamos con nuestra vida diaria. Nos subimos al coche, vamos al trabajo, y al menos llevamos un bote de espray de pimienta para tratar con la mucho más probable posibilidad de tener que aplicar un poco de lubricante social sobre un delincuente común y corriente. Mientras estamos en la calle, somos sensatos a la hora de usar el móvil de forma que no llevemos la cabeza casi todo el tiempo metida en nuestro cuarto punto de contacto (término que utilizan los paracaidistas para referirse al culo).

Al llegar a casa, damos gracias por el hecho de que seamos tan afortunados de vivir en los Estados Unidos. Al fin y al cabo, podríamos estar atrapados en algún agujero del Tercer o Cuarto Mundo o en una autocracia represiva del Segundo Mundo, tal como el Reino Unido o la República Federal de Alemania, donde se nos puede meter en prisión por decir algo en Facebook o Twitter.

Lo que no hacemos es ALGO ESTÚPIDO, ni individualmente ni como Nación.

Si optamos por llevar una pistola para protegernos a nosotros mismos y a nuestros seres queridos, puede que nos compremos el libro del Profesor Táctico «Técnicas y Ejercicios para el Porte Oculto de una Pistola» [Concealed Carry Skills and Drills], de forma que por lo menos tengamos una ligera idea de lo que son en realidad las técnicas de protección personal y de lo que somos capaces. Incluso puede que compremos la grabación de audio del Profesor Táctico «Graves errores que cometen quienes tienen un arma» [Serious Mistakes Gunowners Make]. Ninguna de esas es la respuesta que quiere ninguna de las partes, pero son las respuestas reales.

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