Hacerse con una pistola no es lo mismo que sacar la espada proverbial de su lecho; no invoca nada más que lo que es: un dispositivo de diferente calidad y facilidad de uso que utiliza un mecanismo para iniciar una reacción química que impulsa un proyectil. El control de ese proyectil y cualquier otro que pueda ir a continuación no se hereda, no se aprende por ósmosis, ni se lo puedes pedir prestado a otro. Ese control, que se suele llamar habilidad, se tiene y se mantiene de forma personal e intransferible [AVISO: quedan excluidos de la necesidad de tal habilidad aquellos que confían en el método rociar y rezar].
A pesar de lo que te pueda contar Internet o tu círculo cercano de amigos, tu armamento y equipo no significan nada sin el software adecuado, y por muchos memes de perro pastor que compartas y muchas frases célebres de héroes pasados que memorices eso no va a cambiar. Puedes memorizar el código de colores de Cooper, o saberte de memoria el ciclo OODA, pero igual lo que entiendes por mentalidad continúa siendo como el primer día que te sentaste delante de la pantalla a esperar.
Fuera de tu círculo, del grupo cerrado de personas de ideas afines que utilizas como red de seguridad, están los profesionales que te dicen que estás equivocado y te explican por qué enseñan, practican, analizan minuciosamente y aprenden ciertas cosas. Puede que le hayas espetado a alguno de ellos un comentario de listo sobre tu (pon aquí cualquier cosa de baja calidad o creencia incorrecta), pero, mientras tú celebrabas la victoria inútil de tu ignorancia emocional, posiblemente él hablara desde la experiencia colectiva y un currículum que tú nunca tendrás. ¿Por qué no lo tendrás? Por una parte, porque no todo el mundo tiene que tirar puertas abajo y cazar a los malos, competir por un buen puesto o establecer récords mundiales, pero, por otra parte, por el hecho de que llegaste sin pensar a adquirir la poca habilidad que puedas tener y tienes demasiado miedo como para ir un paso más allá. Para ti una pistola 1911 de 1.500 € es una compra inteligente, pero no puedes gastarte 400 € en un curso en el que te enseñarán a manejar las armas que tú te crees que sabes cómo manejar.
Todas las opiniones no son iguales, y las tuyas no están cerca, ni de lejos, del nivel de las de aquellos cuyos nombres repites constantemente cuando hablas en plan sobrado de los que siempre se esfuerzan por alcanzar la perfección. Con una camiseta de Chris Kyle con su correspondiente rótulo en la espalda y una calavera de El Castigador pintada detrás de la corredera de tu Glock, tienes la ineptitud moral de creer que tu experiencia te capacita para sentar cátedra sobre cómo se combate de verdad con un arma de fuego y despotricar contra (pon aquí el nombre del instructor) porque tú dices que no sabe una mierda.
Eres tú el que no sabe una mierda, y pasarás de ignorante a imbécil en un abrir y cerrar de ojos. Como una profecía autocumplida, un destino manifiesto de excelencia Dunning-Kruger, eres todo lo que está mal en el sector del tiro y quien al menos no intente que lo veas también está mal.
Todos intentamos entendernos, pero testarudo e imbécil suelen ir de la mano desde hace mucho tiempo. Si tu currículum no está a la altura, no puedes sacar experiencia del aire que respiras para demostrar que tu portaplacas Condor es tan bueno como dices, o que estás de sobra preparado para enfrentarte a la realidad porque tu cronómetro de tiro marca un 1. La experiencia importa, los números importan, las repeticiones en la vida real importan. Pero tus vídeos en Instagram posiblemente no importen.
Eres todo lo que está mal en el sector de la defensa personal con armas de fuego; esto no es un concurso de popularidad, sino que, en realidad, se trata de algo bastante serio, donde la información que se comparte puede suponer, como mínimo, una estupidez, cuando no lo que es peor, una muerte. Tus tonterías, tus meadas fuera de tiesto, pueden conseguir que maten a alguien.
Asúmelo.
Seguro que tienes muchos «me gusta» y usas el mismo equipo que tienen los SEAL para combatir al enemigo. ¡Qué coño! Tienes licencia para cazar terroristas y estás suscrito a uno o dos canales de YouTube. Pero, ¿tienes todo el trabajo que hay detrás de eso?
Si lees esto y te das por aludido, entonces es que no lo tienes. Si algo de lo aquí escrito trastorna tu mentalidad de copo de nieve, o te hace evocar pensamientos de cómo lo sabes mejor que nadie, va a ser que no. De verdad que no lo tienes. Tú eres el destinatario de este artículo; eres el lector al que va dirigido. Si al leer el artículo asientes con la cabeza, porque sabes que no va por ti, pero sabes por quién va, pásalo. Es momento de decir la cruda realidad, porque se supone que estamos todos en el mismo barco; no podemos permitir que alguien se crea que puede salirse con la suya.
–Anónimo–
Fuente: Hard work, Dedication, & Study Needed. Primary and Secondary. 27 de septiembre de 2016.
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