Esto es lo que el refranero español llama «oír campanas y no saber dónde», algo que por desgracia resulta mucho más habitual de lo que debiera en el sector de la formación táctica, de boca tanto de instructores como de alumnos. El problema se acentúa cuando un alumno eleva a su instructor a un pedestal, de forma que ya da igual lo que diga que se lo va a creer a pies juntillas sin contrastarlo. El problema es que hay quien se inventa las cosas o cree conocerlas, cuando en realidad no dispone de todos los datos, o los datos de los que dispone no son correctos, o sencillamente le falla la memoria. Si a eso le sumamos el acentuado ego de algunas personas, que las lleva a querer destacar de alguna manera, la cosa no hace más que empeorar. Lo mejor para evitar caer en errores o creerse errores, reiterarlos y así contribuir a perpetuarlos, consiste en contrastar la información con fuentes fidedignas, aunque sólo estén disponibles en otro idioma.
(Traducción de su original en inglés The Telephone Game and the Training Industry, por Claude Werner con fecha 14 de mayor de 2017)
El Teléfono [en Estados Unidos] es un juego popular en todo el mundo, en el que alguien le susurra un mensaje al oído al siguiente hasta que el último jugador dice el mensaje en alto para todo el grupo. Aunque el objetivo del juego es pasar el mensaje sin malentendidos y sin que se vea alterado por el camino eso es precisamente lo que suele acabar sucediendo, independientemente de que en eso precisamente radica la gracia del juego.
No es raro que un mensaje que empieza como «mi tío le estrechó la mano al Alcalde en una ocasión» acabe convirtiéndose en «la abuela del Presidente Reagan durmió con Batman durante años», o algún malentendido por el estilo.
Los malentendidos derivados del juego del teléfono abundan en el sector de la formación táctica y suponen todo un problema. Sólo en esta semana llegaron a mis oídos varios malentendidos de este tipo. Una de las cosas más importantes que he aprendido en el sector de la formación táctica consiste en asumir que todo lo que alguien me cuente de oídas está mal. Siempre que sea posible, recurro a la fuente original o contrasto la información con varias fuentes diferentes, si es necesario.
Las cuestiones más susceptibles de dar lugar a malentendidos al transmitirse de boca en boca son los conceptos teóricos, estadísticos o intelectuales. Entre éstos se incluyen cuestiones tales como:
- El Código de Colores del Teniente Coronel Jeff Cooper.
- Las estadísticas de «el FBI».
- Cuestiones legales.
- La Ley de Hick sin aplicar la poderosa ley de practicar la refutación.
- Personalmente mi favorito, el trabajo del Coronel John Boyd, también conocido como «el ciclo OODA».
El primer malentendido de este tipo de esta semana me llegó al revisar un artículo que escribió un amigo mío sobre la Conciencia de la Situación [Situational Awareness]. En mis comentarios le mencioné a mi amigo que el propio Cooper decía que incluso cuando se dedicaba a enseñar veía cómo el Código de Colores era malinterpretado totalmente. Él decía explícitamente que NO es un sistema de Conciencia de la Situación, sino fases de Preparación Mental y desencadenantes de la Defensa Personal. Al mencionarle todo esto a mi amigo, me dijo:
Y creo que un indicador de lo mucho que se ha malentendido el concepto es que eres literalmente la única persona en comentarme que Cooper nunca pretendió que los colores fueran niveles de conciencia de la situación sino de preparación mental. Eres el único de entre una docena de personas que me enviaron sus comentarios.
Los escritos de Cooper sobre el tema se pueden encontrar fácilmente en Internet a poco que se busque. En el Volumen 13, No. 1 de sus Commentaries [comentarios] dice:
El Código de Colores hace referencia no a estados de peligro sino a estados de preparación para matar.
A lo largo de los años abunda en explicaciones sobre el significado del Código de Colores en no menos que seis de sus ediciones de Commentaries. Se pueden encontrar todos sus Commentaries disponibles en Internet. Incluso hay un vídeo en YouTube de toda su charla sobre el Código de Colores.
En el minuto 15:20 de la charla se para a hablar explícitamente de la diferencia.
Mientras revisaba el texto me encontré con un artículo de un blog que pretendía explicar el Código de Colores de Cooper. Aunque la sucinta descripción que aportaba no era del todo desastrosa, el artículo afirmaba que el Código de Colores venía recogido en el capítulo «Awareness» [consciencia] del libro de Cooper Principles of Personal Defense [Principios de Defensa Personal]. Lamentablemente no existe tal capítulo. El Primer Principio que viene en el libro es Alertness [alerta], pero ahí no se menciona en ninguna parte el Código de Colores. La mala memoria juega malas pasadas.
En ese sentido, con el trabajo de Boyd sucede algo parecido al Código de Colores, que el sector de la formación táctica se ha encargado de destrozarlo en su mayoría hasta dejarlo inservible. Ni una hora después de enviarle mis comentarios a mi amigo, me encontré con otro artículo reciente sobre «el Ciclo OODA» que simplificaba enormemente el trabajo de Boyd. Son innumerables las grotescas formas en las que he visto cómo se explicaba erróneamente el trabajo de Boyd. Podemos representar fácilmente en un gráfico la desmedida simplificación del trabajo de John Boyd.
El año pasado en un artículo escrito por un miembro de una conocida y prestigiosa empresa de formación táctica se afirmaba que Boyd había desarrollado «el Ciclo OODA» durante la Guerra de Corea para contrarrestar las «escandalosas pérdidas» de cazas F-86 Sabre a manos de pilotos de Mig. Pero en realidad la primera vez que Boyd mencionó el ciclo ODA [con una sola O] fue en 1976, después de pasar destinado a planes estratégicos de adquisiciones, cuando ya ni siquiera pilotaba aviones. La estimación de la tasa de aviones abatidos por el caza Sabre en Corea se redujo de los 10 Migs abatidos por cada Sabre hasta los 5,6 a 1, pero esa no es ni mucho menos una tasa que se pueda describir como «escandalosas pérdidas». Claramente el autor no investigó ni un poquito sobre el tema y se limitó a regurgitar falsos y distorsionados recuerdos.
A pesar de la disponibilidad de abundante información en la era de Internet, en el sector de la formación táctica suele existir mucha pereza intelectual. Investigar no resulta tan divertido como disparar. Escuchar cómo alguien regurgita conceptos importantes en una clase, o incluso en una conversación, y después no ser capaz de acudir a la fuente original para contrastarlo y así entender su auténtico significado supone una mala forma de aprender. Eso le supondría un suspenso en cualquier trabajo académico a un estudiante universitario de primer año. Si en el sector de la formación táctica no somos capaces siquiera de aprobar un trabajo académico, ¿deberíamos enseñar a otros cómo defender su vida y la de sus seres queridos?
Volvamos a la cuestión sobre investigar y contrastar la información desde el punto de vista del alumno. Alguien que pretende defender su propia vida y la de sus seres queridos también debería ser capaz de aprobar ese trabajo académico. Cuando escuches cómo algo «importante» se le atribuye a un tercero, no lo aceptes al pie de la letra sin más. Investígalo por tu cuenta y averigua qué se dijo o publicó realmente. Rara vez es difícil y normalmente no lleva mucho tiempo. Te puede sorprender lo diferentes que pueden llegar a ser las dos versiones.
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Si dejamos que el personal investigue, posiblemente se acaben los gurús de lo táctico. El negocio del tiro, armas y táctico esta en hacer creer que la palabra de quien imparte la lección es irrefutable.
Una pena el que no evolucionamos por nosotros mismos y, que nos creamos todo aquello que nos cuentan.
Un saludo