Esto no solo tiene que ver con los temas tratados en el blog, sino también con cualquier otro tema. No es raro que sesgos cognitivos y falacias nos impidan razonar correctamente. Se trata de algo completamente humano que queramos que no a veces nos afecta inconscientemente. La mejor forma de «combatirlo» ─sin garantías de éxito, pero algo es algo─ empieza por conocer de qué se trata. La cuestión es saber cómo razonar sin que se presenten sesgos cognitivos ni falacias. En este artículo el autor aborda una docena de los sesgos o prejuicios cognitivos que nos pueden llevar a sacar conclusiones erróneas ─al mismo tiempo que lees piensa cómo se traslada a nuestro ámbito─.
Existen algunos cursos muy buenos donde se tratan estos temas, mismo algunos cursos a distancia como los de la plataforma de cursos masivos abiertos en línea (MOOC) Coursera. Aunque sobre todo se utiliza el inglés, también hay cursos en español, o al menos con subtítulos en español.
Sin llegar a convertirme en ningún gran pensador o razonador ─porque sigo siendo el mismo impertinente de siempre, sobre todo para algunos─, me resultaron de gran utilidad los ahora cuatro cursos más cortos Think Again: How To Reason and Argue [vuelve a pensar: cómo razonar y debatir]: I: How to Understand Arguments [cómo entender argumentos], II: How to Reason Deductively [cómo razonar deductivamente], III: How to Reason Inductively [cómo razonar inductivamente], IV: How to Avoid Fallacies [cómo evitar falacias]. No te pierdas la oportunidad de hacer estos cursos gratuitamente, porque si no me equivoco puedes ver todos los vídeos con subtítulos en español.
Más recientemente, también me resultó muy útil e interesante el curso sobre Humildad Intelectual, dividido en tres partes: Theory [teoría], Practice [práctica], Science [ciencia]. Eso de la humildad intelectual consiste básicamente en no sobrevalorarse ni subestimarse, en reconocer y aceptar virtudes y defectos, lo cual parte nace y parte se hace, es decir, se puede aprender.
En fin, te dejamos con la lectura de hoy.
Los 12 sesgos o prejuicios cognitivos que te impiden ser racional
(Traducción del original The 12 cognitive biases that prevent you from being rational, por George Dvorsky, 9 de enero de 2013)
El cerebro humano puede realizar 1016 procesos por segundo, lo que lo hace mucho más potente que cualquier ordenador existente actualmente. Pero eso no significa que el cerebro no tenga importantes limitaciones. Una simple calculadora puede realizar cálculos matemáticos miles de veces mejor que nosotros y muchas veces nuestra memoria no sirve de nada. Además, estamos sujetos a sesgos o prejuicios cognitivos, esos fastidiosos fallos técnicos en nuestro razonamiento que nos hacen tomar decisiones cuestionables y alcanzar conclusiones erróneas. Aquí tienes una docena de los sesgos cognitivos más habituales y perniciosos que tienes que conocer.
Antes de empezar, es importante distinguir entre los sesgos cognitivos y las falacias lógicas. Una falacia lógica es un error de argumentación lógica (por ejemplo, ataque ad hominem, pendiente resbaladiza o efecto dominó, argumento circular, apelación a la fuerza, etc.). Por otra parte, un sesgo cognitivo es una auténtica deficiencia o limitación en nuestro razonamiento ─un error de juicio que surge a partir de errores de memoria, atribuciones sociales y errores de cálculo (tales como errores estadísticos o una falsa sensación de probabilidad)─.
Algunos psicólogos sociales creen que los sesgos cognitivos nos ayudan a procesar la información de una forma más eficiente, especialmente en situaciones peligrosas. Aún así, nos llevan a cometer graves errores. Aunque tendamos a cometer tales errores de juicio, al menos podemos tenerlos presentes. Aquí tienes algunos sesgos importantes a tener en cuenta.
Sesgo de Confirmación
Nos encanta estar de acuerdo con quienes estén de acuerdo con nosotros. Por eso solo visitamos páginas web que expresan nuestras mismas opiniones políticas, y por eso nos arrimamos sobre todo a quienes tengan opiniones y gustos similares. Los individuos, grupos y fuentes de información que nos hacen sentir incómodos o inseguros respecto a nuestras opiniones tienden a generarnos rechazo ─lo que el psicólogo conductual B. F. Skinner denominó disonancia cognitiva─. Esta forma de comportamiento preferencial es lo que nos lleva al sesgo de confirmación: acto normalmente inconsciente de considerar solo aquellas perspectivas que alimenten nuestras opiniones preexistentes, al mismo tiempo que ignoramos o descartamos aquellas opiniones ─sin importar lo válidas que sean─ que amenacen nuestra visión del mundo. Y, paradójicamente, Internet no ha hecho más que empeorar esta tendencia.
Sesgo o Favoritismo Endogrupal
El sesgo endogrupal es algo parecido al sesgo de confirmación y consiste en una manifestación de nuestras tendencias tribales innatas. Y, curiosamente, gran parte de este efecto puede que tenga que ver con la oxitocina ─la llamada «molécula del amor»─. Este neurotransmisor, al mismo tiempo que nos ayuda a forjar vínculos más estrechos con personas de nuestro grupo, realiza exactamente la función contraria con los de fuera del grupo ─nos hace desconfiar de los demás, temerles e incluso despreciarles─. En definitiva, el sesgo endogrupal nos lleva a sobreestimar las habilidades y el valor de nuestro grupo inmediato respecto a personas que realmente no conocemos.
Falacia del Jugador o de Montecarlo
Se considera una falacia, pero es más un fallo técnico en nuestro razonamiento. Tendemos a darle muchísimo peso a hechos anteriores, creyendo que de alguna forma influirán en resultados futuros. El típico ejemplo consiste en lanzar una moneda. Después de salir cara, digamos que cinco veces consecutivas, nos inclinamos a pensar que hay una mayor probabilidad de que la próxima vez salga cruz ─y que por supuesto la suerte está a favor de la cara─. Pero en realidad las probabilidades siguen siendo mitad y mitad. Como dicen los estadísticos, los resultados de diferentes lanzamientos son estadísticamente independientes y la probabilidad de cualquier resultado sigue siendo del 50%.
Relacionado con este sesgo, también existe un sesgo de expectativa positiva, que suele alimentar las adicciones al juego. Consiste en la sensación de que al final nos tiene que cambiar la suerte y estamos a punto de ganar. También contribuye a la idea equivocada de la «buena racha». Se trata de un sentimiento parecido al que tenemos cuando empezamos una nueva relación que nos lleva a creer que será mejor que la anterior.
Racionalización Post-Compra
¿Te acuerdas de la última vez que compraste algo totalmente innecesario, defectuoso o sumamente caro, para después racionalizar la compra hasta el punto de convencerte a ti mismo de que no dejaba de ser una gran idea? Pues esa es la racionalización post-compra en acción: una especie de mecanismo innato que hace que nos sintamos mejor después de tomar decisiones de mierda, especialmente a la hora de gastar dinero. También conocido como Síndrome de Estocolmo del Comprador, se trata de una forma de justificar subconscientemente nuestras compras ─especialmente las caras─. Los psicólogos sociales dicen que se deriva del principio de compromiso ─nuestro deseo psicológico de mantenernos firmes y evitar un estado de disonancia cognitiva─.
Negación de la Probabilidad
Muy pocas personas tienen algún problema con subirse a un coche y circular por carretera, pero somos muchos los que experimentamos mucha inquietud al poner un pie en un avión y volar a 35.000 pies de altura. Obviamente, volar es una acto del todo antinatural y aparentemente peligroso. No obstante, casi todos sabemos y aceptamos el hecho de que la probabilidad de morir en un accidente de coche es considerablemente mayor que la de morir en un accidente aéreo ─pero nuestros cerebros no nos van a dejar convencernos por esta lógica aplastante (estadísticamente tenemos una probabilidad de 1 entre 84 de morir en un accidente de coche, comparado con una probabilidad de 1 entre 5.000 de morir en un accidente de avión [otras fuentes reflejan una probabilidad que se queda en 1 entre 20.000])─. Se trata del mismo fenómeno que hace que nos preocupe más morir en un atentado terrorista que no por algo mucho más probable, tal como una caída por las escaleras o un envenenamiento accidental.
Esto es lo que el psicólogo social Cass Sunstein llama negación de la probabilidad ─nuestra incapacidad para asimilar correctamente una sensación adecuada de peligro y riesgo─, lo que muchas veces nos lleva a exagerar los riesgos de actividades relativamente inofensivas, al mismo tiempo que nos obliga a subestimar actividades más peligrosas.
Sesgo de Observación Selectiva
Se trata del efecto por el que de repente nos damos cuenta de cosas que antes no habíamos notado en lo más mínimo y asumimos sin razón que ahora pasa más veces. Un claro ejemplo es cuando nos compramos un coche nuevo e inexplicablemente empezamos a ver el mismo coche por todas partes. Algo parecido les pasa a las mujeres embarazadas, que de repente se dan cuenta que hay muchas otras mujeres embarazadas a su alrededor. Puede pasar con un determinado número o canción. No es que ahora estas cosas pasen más veces, sino que, por la razón que sea, las seleccionamos en nuestra mente y entonces les prestamos más atención. El problema es que mucha gente no reconoce este fenómeno como un sesgo de observación selectiva y se creen de verdad que estas cosas o hechos pasan más veces ahora ─eso puede generar una sensación muy desconcertante─. Este sesgo cognitivo también ayuda a que tengas la sensación de que algo puede que no sea una coincidencia (aunque lo sea).
Sesgo de Status Quo
A las personas nos inquietan los cambios y eso nos hace tomar decisiones de forma que las cosas sigan igual o cambien lo mínimo posible. Huelga decir que esto se aplica a cualquier ámbito, desde la Política hasta la Economía. Nos gusta ceñirnos a una misma rutina, a un mismo partido político y a nuestro plato favorito en un restaurante. Parte de lo pernicioso de este sesgo radica en suponer injustificadamente que cualquier otra opción es más difícil o peor. El sesgo de status quo se puede resumir en el dicho «si no está roto, no lo arregles» ─un proverbio que alimenta nuestras tendencias conservadoras─. Y, de hecho, algunos periodistas dicen que esta es la razón por la que Estados Unidos no ha sido capaz de aprobar la sanidad universal, a pesar de que la mayoría de la población apoyan la idea de la reforma.
Sesgo de Negatividad
La gente suele prestarle más atención a las malas noticias ─sin que sea solo porque nos va el morbo─. Los científicos sociales teorizan sobre que esto se debe a nuestra atención selectiva y que, hecha la selección, percibimos las noticias negativas como más importantes o profundas. También tendemos a darle más credibilidad a las malas noticias y puede que sea porque desconfiamos (o estamos cansados) de lo contrario. Si pensamos en la evolución, prestar atención a las malas noticias puede ser más una cuestión de adaptación que de ignorar las buenas noticias (por ejemplo, «los tigres de dientes de sable son malos» frente a «esta fruta sabe bien»). Hoy día corremos el riesgo de obsesionarnos con la negatividad a costa de buenas noticias de verdad. En su libro The Better Angels of Our Nature: Why Violence Has Declined [los mejores ángeles de nuestra naturaleza: por qué ha disminuido la violencia], Steven Pinker explica cómo el crimen, la violencia, la guerra y otras injusticias disminuyen constantemente, aunque casi todos pensemos que las cosas van a peor ─este es un claro ejemplo del sesgo de negatividad en acción─.
Subirse al Carro, Efecto de Arrastre o Efecto Bandwagon
Aunque la mayoría de las veces no somos conscientes de ello, nos encanta seguir la corriente de la multitud. Cuando las masas empiezan a hablar de un ganador o un favorito, es cuando nuestros cerebros individuales empiezan a cerrarse y entran en una especie de mentalidad de «pensamiento grupal», colectivo o único. Pero no tiene por qué tratarse de una gran multitud o los caprichos de toda una nación; pueden ser grupos pequeños, como la familia o incluso unos cuantos compañeros de oficina. El efecto de arrastre o subirse al carro es lo que habitualmente hace que comportamientos, normas sociales y memes se propaguen entre grupos de personas ─independientemente de las evidencias o motivos que los respalden─. Esta es la razón por la que en muchas ocasiones se manipulan las encuestas de opinión, ya que pueden dirigir consecuentemente las perspectivas de las personas. Gran parte de este sesgo tiene que ver con nuestro deseo innato de encajar y conformarnos, como quedó bien demostrado por los Experimentos de Conformidad de Asch.
Sesgo de Proyección
Como individuos atrapados dentro de nuestras propias mentes todo el día todos los días de la semana, normalmente se nos hace difícil proyectarnos fuera de los límites de nuestra propia conciencia y preferencias. Tendemos a suponer que la mayoría de la gente piensa igual que nosotros ─aunque no haya justificación para ello─. De esta deficiencia cognitiva se suele derivar un efecto relacionado que se conoce como sesgo de falso consenso, por el que tendemos a creer que no solo la gente piensa como nosotros, sino que además están de acuerdo con nosotros. Se trata de un sesgo por el que sobrestimamos lo típicos y normales que somos, y asumimos que existe un consenso sobre ciertas cuestiones cuando puede que no lo haya. Es más, también puede tener el efecto de que los miembros de un grupo radical o alternativo asuman que están de acuerdo con ellos más personas de fuera del grupo de las que son en realidad. O la confianza exagerada que uno tiene a la hora de predecir el ganador de unas elecciones o de un partido de fútbol.
Sesgo del Presente
A las personas nos cuesta muchísimo imaginarnos a nosotros mismos en el futuro y modificar consecuentemente nuestros comportamientos y expectativas. La mayoría de nosotros preferimos experimentar placer en el presente y dejar el dolor para más tarde. Este es un sesgo de especial interés para los economistas (por nuestra indisposición para ahorrar y no derrochar) y los profesionales sanitarios. De hecho, en un estudio de 1998 se comprobó que al elegir las comidas para la semana siguiente el 74% de los participantes optaban por la fruta. Pero cuando se trataba de elegir la comida para el mismo día el 70% optaba por el chocolate.
Efecto Anclaje
También conocido como trampa de relatividad, se trata de la tendencia que tenemos a comparar y contrastar solo un conjunto limitado de elementos. Se le llama efecto anclaje porque tendemos a fijarnos en un valor o número que a su vez comparamos con todo lo demás. El típico ejemplo es un artículo que se vende en una tienda; tendemos a ver (y valorar) la diferencia de precio, pero no el precio en su conjunto. Esta es la razón por la que la carta de algunos restaurantes incluye entrantes muy caros, además de otros con precios más (aparentemente) razonables. También es la razón por la que, cuando se nos da a elegir, tendemos a irnos a la opción del medio ─ni demasiado caro ni demasiado barato─.
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