¡Qué suerte da entrenar!, dicen algunos. Tanto es así que, el entrenamiento bien llevado y realizado permite alcanzar y demostrar una mayor competencia. Sin duda, esa competencia reduce la negligencia potencial a la hora de hacer uso del arma, por ejemplo.
Competencia. Pericia, aptitud o idoneidad para hacer algo o intervenir en un asunto determinado.
Negligencia. Descuido, falta de cuidado. Falta de aplicación.
Dicho en sentido contrario, a menor competencia demostrada, mayor negligencia potencial. Vamos, que cuanto más incompetente, más potencialmente negligente es un profesional. Viene siendo como decir que una persona competente puede cometer errores, porque es humano y la competencia no es infalible. Sin embargo, en el caso de una persona incompetente, puede que se trate más de negligencias que de errores. El mero hecho de actuar careciendo de la competencia para ello es una negligencia de por sí.
Llevar una pistola encima a sabiendas de que no se sabe manejarla, es toda una incompetencia y temeridad.
Ojo, que cualquiera puede cometer negligencias, aunque sea el más competente en la materia. Competencia y negligencia son cuestiones compatibles.
Igual es más fácil entenderlo con una analogía. No es lo mismo un cirujano que ha demostrado una competencia suficiente, que uno que ha demostrado precisamente lo contrario ─ser incompetente en la materia─. ¿En manos de quién te pondrías? ¿entenderías del mismo modo un error cometido por un cirujano de competencia demostrada que por uno incompetente?
Claro que, para ser cirujano hay que demostrar un mínimo de competencia, igual que para portar un arma, ¿no? El problema puede estar en dónde se pone ese mínimo y en si es suficiente. Además, llegar al mínimo exigido no quita que todo profesional busque ir a más y alcanzar mayor competencia, precisamente para reducir potenciales negligencias.
Desde luego, la competencia suficiente tiene que basarse en unos estándares de rendimiento bien definidos. Y no sirve como excusa que «los cartones no te devuelven los tiros, así que por muy bueno que seas con los cartones no te servirá en la vida real».
Y todo esto enlaza con que igual el examen no era tan difícil, sino que no habías estudiado lo suficiente.
En fin, que no queda otra. Hay que entrenar más en lugar de quejarse y buscar excusas. ¡Qué suerte da entrenar!
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