Quejarse de todo y todos no sirve de nada, ni siquiera como excusa para tratar de justificar la incompetencia, que no es más que falta de entrenamiento.

Hay muchas cuestiones en las que podemos estar o no estar de acuerdo. Al final, podemos no estar de acuerdo, pero siempre estaremos de acuerdo en que no estamos de acuerdo. Después de semejante embrollo, igual importa poco lo que digamos, pero vamos a intentarlo.

Puede que estés de acuerdo con nosotros al leer el título de este artículo. Somos los primeros que nos quejamos de ─casi─ todo y de ─casi─ todos, pero tenemos muy claro que quejarse no sirve de nada y hay que tomar acción, lo cual puede consistir simplemente en intentarlo. Son múltiples las quejas que suelen escucharse al hablar de profesionales de las armas y el combate con armas de fuego. A ver si podemos enumerar unas cuantas:

  • La formación de las academias es escasa y mala.
  • Los instructores son malos.
  • Los ejercicios de tiro reglamentarios son escasos y malos.
  • La munición de dotación es mala y supone un serio peligro por rebotes y sobrepenetración.
  • El estrés anula las habilidades motoras finas, la posibilidad de apuntar y la toma de decisiones, así que no se puede pretender darle al blanco.
  • etc. (seguro que a ti se te ocurre alguna más)

Puede que algunas ─o todas─ las quejas estén justificadas, pero desde luego no solo no sirven de nada, sino que ni siquiera sirven como excusa, especialmente cuando lo que se pretende es justificar la incompetencia. La mejor solución para la incompetencia radica en el entrenamiento, con el que se puede llegar a adquirir competencia en algo tan delicado como es el uso y manejo del arma de fuego, lo que permitirá afrontar con mayores garantías un combate con armas de fuego ─o un enfrentamiento armado, llámalo como quieras─.

¿A dónde queremos llegar? Pues al fondo de la cuestión: las quejas no sirven de excusa y no llevan a ninguna parte por sí solas. Sin duda, hay que quejarse, sobre todo si hay razones para ello, pero también hay que buscar y proponer soluciones ─realistas y viables─, al mismo tiempo que se busca la competencia, es decir, se entrena.

Nos hacen mucha gracia los que se quejan de todo y todos: que si la realidad supera a la ficción, que si el estrés, que si las habilidades motoras finas, que si no se puede apuntar, que si la munición blindada es un peligro, que si la abuela fuma, etc. Sin embargo, luego el entrenamiento brilla por su ausencia, no son capaces de darle al blanco y, por tanto, confían en el método de rociar y rezar [spray and pray].

¡Qué más dan todas esas quejas si realmente en la tranquilidad del campo de tiro no le das al blanco!

¡Qué más da que la realidad supere a la ficción, que el estrés te anule, que las habilidades motoras finas desaparezcan, que no puedas apuntar por la tensión, que no tengas munición de punta hueca, etc., si no le das al blanco ni cuando lo tienes todo de tu parte en el campo de tiro!

Si no eres capaz de hacerlo en las mejores condiciones posibles, no le pidas peras al olmo después (Ojo, que hay muchos mitos y leyendas que perpetúa la ignorancia).

Haz la prueba. Cada vez que alguien te venga con quejas de todo y todos, dile que te demuestre cuál es su nivel de competencia en el campo de tiro. Una buena demostración puede ser la prueba de nivel con pistola de Shrek. Algunos ya han demostrado su competencia y lo han dejado anotado en el Registro de Nivel de Competencia de Tiradores.

¡Entrena, pichita! ¡y deja de quejarte de todo y todos sin hacer nada! ¡Entrena y verás qué bien te va y cuánta suerte tienes que le das al blanco!

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