Aunque Jim Mattis no duró mucho como Ministro de Defensa (MINISDEF) estadounidense, sus ideas no pierden vigencia. Este hombre se forjó como un verdadero líder a lo largo de su carrera militar hasta llegar a la cúspide del liderazgo, primero como Comandante General de la Infantería de Marina estadounidense, y después como Ministro de Defensa estadounidense. Una de las cosas que planteó como MINISDEF es que las Fuerzas Armadas, y más concretamente la Armada, estadounidenses tienen que ser impredecibles para que el enemigo no pueda adelantarse. Eso genera ventajas e inconvenientes que merece la pena sopesar.
(Reproducción del artículo en español publicado en War Is Boring con fecha 26 de diciembre de 2018, traducción del original en inglés escrito por James Holmes)
Jim Mattis insta a la Armada estadounidense a actuar de forma impredecible
Beneficioso en tiempo de guerra, un riesgo en tiempo de paz
Bueno, hay una razón por la que se le apoda «Caos». En abril de 2018 el Ministro de Defensa estadounidense Jim Mattis dejó a la comunidad naval afligida al cuestionar, estilo Hamlet, los esfuerzos de la Armada estadounidense por rotar sus fuerzas de superficie, anfibias y de portaaviones desde sus puertos base a bases en el extranjero en un ciclo previsible. ¿Ser, o no ser, predecible? Esa es la cuestión, decía Caos. Su respuesta Shakespeareana: no serlo.
La institución naval siempre ha intentado seguir un calendario uniforme. A lo largo de las décadas los modelos de despliegue han llevado títulos tales como «ciclo de entrenamiento táctico» [tactical training cycle], «Plan de Respuesta de la Flota» [Fleet Response Plan] o, mejor aún, «Plan Optimizado de Respuesta de la Flota» [Optimized Fleet Response Plan].
En términos generales, eso significa que en todo momento aproximadamente un tercio de la flota se encuentra en mantenimiento y no está disponible para el servicio de combate. Otro tercio se está preparando para su próximo despliegue ─es decir, realizando ejercicios de entrenamiento cada vez más exigentes─, o acaba de volver de un despliegue y está llevando a cabo maniobras locales para mantener su rendimiento por si fuera necesario desplegar rápidamente antes de entrar en astilleros para una revisión completa. Dependiendo de la unidad, las dotaciones de ese tercio de la flota se encuentran en algún punto a medio camino entre marineros novatos y marineros totalmente preparados para combatir.
El tercio restante de la fuerza naval se encuentra navegando actualmente, en apoyo de la política exterior estadounidense con el acero de sus buques de guerra.
El plan actual prevé que cada unidad esté lista para la acción durante la mitad de cada periodo de 36 meses de su vida útil. El desarrollo del mantenimiento, adiestramiento y operaciones en fases preestablecidas ofrece a los proveedores, consumidores y blancos del poder naval ─astilleros, comandantes navales dentro y fuera de EE.UU., aliados y potenciales enemigos─ una idea bastante buena de cuánta fuerza naval y de Infantería de Marina estará disponible en cualquier momento para defender los propósitos estadounidenses.
Los astilleros privados en particular aprecian la rutina. Los directores de astilleros odian tener que despedir o contratar en masa mano de obra cualificada según las fluctuaciones en el calendario de entrada y salida de los barcos. No les gusta la idea de almacenar material que puede que no se utilice durante largos periodos de tiempo, o tener que adquirirlo a toda prisa cuando se presenta un barco de forma inesperada. El cambio genera un trastorno a los proveedores del poder naval.
En resumidas cuentas, operar con un régimen estacionario constituye «una excelente manera de llevar un astillero», declaró el Ministro de Defensa estadounidense Mattis ante la Comisión de Defensa del Congreso de EE.UU. Pero no es «forma de llevar una Armada».
Y eso se debe a que son más que la eficiencia los factores a tener en cuenta en las operaciones y estrategia marítima. Además, las empresas navieras y las Armadas viven en universos diferentes. Aparte del mal tiempo o el pirata africano ocasional, el tráfico marítimo de la naviera Maersk sufre pocos trastornos respecto a su rutina habitual. La eficiencia es el lema de las empresas navieras. Para una naviera un exceso de tiempo o de carga genera pérdidas y unos menores márgenes de beneficios.
La monotonía es bienvenida.
Pero las armadas no son empresas de ganar dinero. Se enfrentan a sus rivales en tiempos de paz y a sus enemigos en tiempos de guerra, y sus rivales les lanzan misiles en lugar de intentar vencerles mediante prácticas comerciales inteligentes. Y contendientes como China y Rusia se aprovechan de la volatibilidad. Tienen todos los incentivos para no seguir los horarios estadounidenses.
De hecho, les corresponde desbaratar esos horarios mediante movimientos inesperados, tales como concentrar sus propias fuerzas para superar a cualquier fracción de la Armada estadounidense a la que saben que tendrán que enfrentarse.
Mattis apunta, por tanto, que «un calendario rotativo que me permita decirte, dentro de tres años, qué portaaviones estará en qué parte del mundo» no es adecuado en un mundo lleno de desafíos de gran potencia. Telegrafía los golpes estadounidenses.
En resumen, hay una ventaja estratégica impredecible para las armadas a pesar de los quebraderos de cabeza técnicos y tácticos que causa a los astilleros, a los mandos de adiestramiento y a otros proveedores de las fuerzas navales. Los patrones arrítmicos de operaciones ayudarán a los servicios marítimos a arrebatarles la iniciativa a sus potenciales enemigos, desequilibrándolos para el provecho estadounidense.
En los mares de China, el Mar Negro u otras zonas en disputa puede imperar la tolerancia si Pekín y Moscú saben que pueden encontrarse frente a varios grupos expedicionarios de portaaviones ─recuerda el despliegue en otoño de 2017 de tres portaaviones en el Pacífico Occidental─ o incluso un solo grupo de portaaviones sobredimensionado parecido a la fuerza que actualmente bombardea al ISIS desde el Mar Mediterráneo.
El Coronel del Ejército del Aire estadounidense John Boyd dio fé sobre los beneficios de ser errático conscientemente. De hecho, lo situó en el centro de su estrategia ágil y adaptable frente a la competencia internacional y al combate.
Boyd exhortó a los estrategas y tácticos a tomar el control de su entorno ─y el de sus antagonistas─, para luego desatar «cambios rápidos» con los que desorientarles. Cambia el mundo en torno a tus enemigos más rápido de lo que puedan adaptarse y así acumulas una ventaja competitiva que puede que resulte insuperable. En tiempos de paz un rival desconcertante puede disuadir de un mal comportamiento. En tiempos de guerra superarles en astucia y maniobra desarticula sus esfuerzos de combate, contribuyendo a lograr la victoria.
Hay sabiduría en el caos.
Por todo ello, las ventajas de los despliegues intermitentes vienen acompañadas de ciertos peligros.
Piensa en los nuevos desafíos que el plan de Mattis impondrá a los gestores de la diplomacia aliada. Los aliados se han acostumbrado a ver aparecer los buques grises de la Armada estadounidense sobre sus aguas con una frecuencia y fuerza previsible y reconfortante. Ven la presencia naval estadounidense como una muestra de compromiso con su seguridad y otros intereses. Puede que les preocupe que los despliegues irregulares presagien una retirada de dicho compromiso, o que, por el contrario, revelen la inconstancia estadounidense.
Dejar de mantener una presencia permanente de dimensiones previsibles en teatros de operaciones cruciales como el este de Asia puede implicar que Estados Unidos ya no tiene papel en el juego geopolítico y, por lo tanto, que Washington quiere desvincularse de los aliados y los socios de allí.
Los diplomáticos navales tendrán que mejorar su juego y explicar a los líderes aliados con anticipación y frecuencia que Estados Unidos continúa tan comprometido como siempre. Washington también tiene que tener cuidado con la deriva estratégica. El concepto de Mattis puede transformarse en «equilibrio en el exterior», relajando las alianzas de Estados Unidos.
Es decir, despliegues más cortos pueden dar lugar a despliegues menos frecuentes y, por lo tanto, a menos fuerzas de media en naciones extranjeras. Las miradas extranjeras pueden considerar una presencia esporádica como una presencia poco fiable, una estrategia no declarada de «volvamos a casa, estadounidenses».
Oficiales navales ya han empezado a profetizar, sombríamente, que las restricciones presupuestarias están listas para volver a presentarse en un par de años una vez disminuya el continuo derroche en el gasto de defensa. En esa etapa, la imprevisibilidad puede ser una retórica abreviada conveniente para mantener a la flota en casa y así ahorrar dólares en operaciones y mantenimiento. Los aliados se volverían cada vez más reacios a confiar sus fortunas en su protector estadounidense y muy posiblemente firmarían todo acuerdo que pudieran con otros países rivales.
Un menor papel en el juego supondría un menor acceso a bases en suelo aliado, lo que a su vez significaría menos tiempo de entrenamiento con fuerzas aliadas en potenciales campos de batalla, lo que significaría una menor eficacia de las fuerzas combinadas de combate, lo que significaría una mayor reticencia por parte de gobiernos aliados para enfrentarse a los equipos rojos de todo el mundo ─sin importar lo justa que sea su causa─. [Los llamados ejercicios equipo rojo-equipo azul son más o menos ejercicios en los que un equipo (equipo rojo) ataca y otro equipo rival (equipo azul) defiende, con el objetivo de comprobar el grado de alistamiento de una fuerza]
Detener un ciclo descendente tan vicioso sería difícil una vez que los hechos lo hayan puesto en marcha. Las autoridades de Defensa tienen que explicar de manera convincente sus razones para emprender patrones de despliegue atípicos, concediéndoles el debido respeto a las opiniones de las sociedades amigas y sus líderes mientras vigilan a los depredadores. Y las autoridades tienen que autocontrolarse para evitar que los patrones tácticos y operativos se conviertan en una estrategia de retirada del mundo ─una estrategia que renuncia a intereses e ideales más grandes─.
Así que vamos a darles cabida a Beijing y Moscú en nuestras operaciones diarias. Pero también vamos a mantenernos políticamente tan firmes como siempre ─y nos aseguraremos de que amigos y enemigos lo sepan─.
¿Ser, o no ser, predecible?
Ambas cosas.
James Holmes es el primer titular de la Cátedra de Estrategia Marítima J. C. Wylie en la Escuela de Guerra Naval estadounidense [Naval War College] y el autor, más recientemente, del artículo «Visualize Chinese Sea Power» [visualiza el poder del mar de China] publicado en el número de junio de 2018 de la revista Proceedings [procedimientos] del Instituto Naval estadounidense [Naval Institute]. Las opiniones aquí expresadas son solo suyas.
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