Lo bueno, lo feo y lo malo del Sistema de Respuesta al Estrés del cuerpo. Por Dr. Dan Pronk.

El pueblo afgano estaba en completo silencio y calma a primera hora de la mañana, cuando nuestro elemento de soldados de Operaciones Especiales se acercaba sigilosamente a pie. Fue un pateo de 4 horas desde nuestro punto de inserción en helicóptero y yo llevaba ya casi 24 horas sin dormir. Notaba el cansancio en los ojos y la mochila de 40Kg me pesaba mucho en los hombros. Llevaba el uniforme de campaña empapado en sudor. Nuestro elemento se detuvo un momento a la orilla de un arroyo para observar la aldea antes de la infiltración. Se dieron las últimas instrucciones en voz baja antes de separarnos en equipos más pequeños y dirigirnos hacia las edificaciones que eran nuestros objetivos asignados.

Se me estaba pasando un poco el cansancio e iba recuperando los sentidos. Los ladridos de un perro en la lejanía llamaron mi atención, así que giré la cabeza rápidamente hacia su origen aproximado y miré fijamente en busca de signos de movimiento en la imagen verde fantasmal generada por las Gafas de Visión Nocturna. Nada, así que continuamos en silencio hacia nuestro objetivo.

De repente, justo a mi izquierda, a unos 100 metros de la edificación que era nuestro objetivo, un destello de luz atrajo mi atención y me cegó al llenar de luz las Gafas de Visión Nocturna. Una fracción de segundo más tarde, una explosión ensordecedora rompió el silencio de la mañana e hizo que todos los miembros de mi equipo se pararan en seco y se quedaran mirando la bola de fuego que brotaba de la explosión. Se había estimado que el riesgo de artefactos explosivos improvisados (IEDs) en el objetivo era máximo, por lo que era probable que uno de nuestros equipos se hubiera tropezado con alguno.

Noté cómo una inyección de adrenalina calentita me entraba por el medio de la espalda y encogía los hombros y la cabeza, lo que hizo que sintiera un hormigueo en el cuero cabelludo y que se me pusiera la piel de gallina en los brazos. El corazón empezó a latirme con fuerza en el pecho y me sentí vigorizado. La mochila que tanto me pesaba en los hombros durante la inserción parecía ligera como una pluma, se me agudizó la vista y el oído, y cada fibra muscular del cuerpo estaba preparada para lo que viniera después.

Segundos después estallaron los disparos en el pueblo y mi equipo entró en acción. Hicimos un esprint hasta la edificación de ladrillos de barro más cercana. El hombre de vanguardia arrancó de las bisagras la puerta de una patada sin perder el paso. Al entrar en la edificación aplicamos con toda naturalidad el procedimiento de limpieza de habitaciones, y una vez estuvo despejada la edificación nos situamos en posición para unirnos al combate. Las sustancias químicas que corrían por mis venas fruto de esta experiencia me hicieron sentir una vez más colocado, por mi droga preferida ─el combate─.

La respuesta de sobresalto o estrés que había experimentado era el resultado de una compleja serie de acontecimientos dentro del cuerpo, que nos preparan para responder a una situación de amenaza. No es algo exclusivo de los humanos y se cree que sus orígenes se remontan decenas de millones de años hasta las formas de vida más básicas en la tierra. La evolución de la respuesta al estrés se produjo por la necesidad de las formas de vida más básicas de poder identificar una amenaza en forma de depredadores y en teoría poder evitar convertirse en su presa. El origen del sistema de respuesta al estrés se encuentra íntimamente ligado a las partes más primitivas del cerebro humano y ciertos estímulos pueden desencadenar dicha respuesta en una fracción de segundo.

La respuesta al estrés se dispara inicialmente con un estímulo de amenaza de cierto tipo, normalmente un ruido fuerte, dolor o un estímulo visual que se considere amenazante. Este estímulo lo recibe la corteza sensorial y el tálamo sensorial del cerebro, que inmediatamente, en una fracción de segundo, transmiten la señal al centro de la respuesta al estrés, la amígdala (Lang, P. J., Bradley, M. M., Cuthbert, B. N., 1998; Milad, 2006). Una vez estimulada, la amígdala distribuye rápidamente las señales a varios centros del cerebro para activar simultáneamente las respuestas fisiológicas que asociamos con el miedo.

Imagen obtenida de la web Enduring Mind

Imagen obtenida de la web Enduring Mind.

La respuesta inicial a un estímulo de amenaza se conoce como reflejo de sobresalto, el cual nos hace quedarnos inmóviles, así como parpadear involuntariamente y estar hiper alerta (Davis, 1998; Lang, P., Davis, M., Ohman, A., 2000). Al analizar el significado evolutivo de esta respuesta de sobresalto, el movimiento es un elemento clave que permite a un depredador identificar a su presa, por lo que al quedarse inmóvil ante el primer signo de amenaza, la potencial presa minimiza las posibilidades de ser detectada. Se cree que el parpadeo acelerado de los ojos es un acto reflejo para proteger los ojos de cualquier peligro inmediato que pueda estar asociado al estímulo de amenaza.

Mientras todavía se encuentra en la fase de reflejo de sobresalto de la respuesta al estrés, la amígdala desencadena un aluvión de señales hacia otra zona del cerebro conocida como hipotálamo, que se encarga de regular las hormonas del sistema nervioso simpático del cuerpo. Estas hormonas estimulan lo que comúnmente se conoce como respuesta de lucha o huida, e incluyen noradrenalina, dopamina y serotonina, entre otras (Stockhorst, 2016). Los efectos fisiológicos de estas hormonas se producen segundos después de un estímulo de estrés e intervienen para preparar el cuerpo para la acción. Las pupilas de los ojos se dilatan para permitir la entrada de más luz y mejorar la agudeza visual, la respiración y el ritmo cardiaco aumentan para bombear más sangre oxigenada por todo el sistema circulatorio, los vasos sanguíneos del intestino se contraen y la sangre se dirige a los músculos ante la expectativa de tener que usarlos, se estimulan las glándulas sudoríparas para ayudar a enfriar el cuerpo y los riñones liberan una proteína llamada renina, la cual contrae los vasos sanguíneos del cuerpo y aumenta la presión arterial.

El cuerpo se encuentra entonces en un estado óptimo para quedarse y si fuera necesario luchar contra la amenaza, o dar media vuelta y huir de ella a toda velocidad. Esta respuesta inicial al estrés se produce segundos después de un estímulo de amenaza y unos minutos más tarde se produce la liberación de una segunda ola de sustancias químicas (Milad, 2006). Entre estas se incluye la hormona glucagón, que libera las reservas de azúcar almacenadas en el hígado, lo cual aumenta los niveles de azúcar en la sangre con el fin de proporcionar una fuente de combustible para luchar o huir. En la segunda fase de la respuesta al estrés también se segregan los opiáceos naturales del cuerpo, que provocan la sensación eufórica asociada con deportes extremos, que lleva a los supuestos adictos a la adrenalina a volver por otro salto base más.

Curiosamente, se ha comprobado que un gran porcentaje de seres humanos, por ser diurnos (permanecen despiertos durante el día), presentan un elevado estado de ansiedad y una mayor respuesta al estrés frente al estímulo en la oscuridad (Davis, 1998). Esto explica por qué a muchos de nosotros nos da miedo la oscuridad y por qué hechos que durante el día no nos sobresaltan si lo hacen por la noche. También explica por qué las películas de miedo dan mucho más miedo por la noche que durante el día. Los productores de películas de miedo también utilizan en su provecho la respuesta al estrés al reproducir sonidos fuertes repentinos sincronizados con las escenas de miedo, lo que desencadena un reflejo auditivo de sobresalto y la subsiguiente respuesta al estrés en los espectadores (Davis, 1998).

La evolución de las funciones cognitivas de orden superior del cerebro humano ha traído consigo la capacidad de influir en la respuesta al estrés, tanto para bien como para mal. En su estado hiperactivo, la imaginación puede inducir una respuesta al estrés simplemente al pensar en estímulos estresantes y, en casos extremos, esto puede inducir una ansiedad paralizante en algunos pacientes (Lang, P., Bradley, M. M., Cuthbert, B. N., 1998). Del mismo modo, si se generan recuerdos bajo estrés, tales como los de un soldado en combate que escucha el ruido de un helicóptero durante un hecho traumático, posteriormente el sonido de un helicóptero puede desencadenar el recuerdo e inducir lo que se conoce como reacción de estrés postraumático (Lang, P., Davis, M., Ohman, A., 2000). En casos extremos, esto puede convertirse en un trastorno incapacitante.

Esas mismas funciones cognitivas de orden superior del cerebro se pueden aprovechar para entrenar al cerebro de forma que pueda afrontar mejor los estímulos estresantes y reducir la respuesta al estrés frente al estímulo. Este proceso de desensibilización se utiliza para tratar a aquellas personas con trastornos de ansiedad y fobias específicas, exponiéndolas gradualmente de una forma controlada al estímulo desencadenante de su ansiedad. Por ejemplo, un paciente con una fobia severa a las arañas se puede exponer inicialmente a una charla sobre arañas con fotos, y luego gradualmente ir introduciendo la exposición a arañas reales cuando la supresión de su fobia haya alcanzado una fase adecuada. De forma similar, si se somete repetidas veces a soldados combatientes a situaciones realistas de entrenamiento pueden sufrir un proceso de extinción del miedo (Stockhorst, 2016) en el que la respuesta evolutiva al miedo se modula hasta el punto de que el soldado es capaz de funcionar de manera óptima en una situación estresante que podría debilitar a una persona no entrenada y dejarla paralizada de miedo. Esto, junto con los opiáceos naturales liberados como parte de la respuesta al estrés, forma parte de la razón por la que muchos soldados que experimentan el combate están deseando volver a entrar en combate.

En el extremo opuesto del espectro de la ansiedad se encuentran algunas personas que ante un estímulo muestran poca o ninguna respuesta al estrés. En tales casos, la persona no percibe la retroalimentación negativa asociada al miedo y la respuesta al estrés y puede presentar comportamientos antisociales o psicopáticos debidos a la falta de retroalimentación negativa.

En resumen, los mecanismos de la respuesta al estrés del hombre moderno han evolucionado a lo largo de miles de años como mecanismo de protección y se han ido perfeccionando con el desarrollo de las funciones cognitivas de orden superior del cerebro humano. A la mayoría de nosotros la respuesta al estrés nos sirve de ayuda, alertándonos de la presencia de amenazas y preparándonos para actuar de manera óptima en situaciones tales como eventos deportivos o al hablar en público.

Sin embargo, si el sistema de respuesta al estrés se desajusta ligeramente o se activa indebidamente, tal como en casos de ansiedad clínica o trastorno de estrés postraumático (TEPT), los efectos pueden debilitar al paciente. En tales casos, sin la intervención del individuo, su cuerpo se prepara automáticamente para huir o luchar en momentos inoportunos. La buena noticia es que existen tratamientos para estos trastornos, así que si notas que estás sufriendo ansiedad o trastorno de estrés postraumático, por favor, no sigas sufriéndolo tú solo. Pide cita con tu médico de cabecera o un psicólogo e inicia el proceso para regular el sistema de lucha o huida de tu cuerpo.

Bibliografía:

Davis, M. Are Different Parts of the Extended Amygdala Involved in Fear versus Anxiety? [¿hay diferentes partes de la amígdala extendida implicadas en el miedo frente a la ansiedad?]. Biological Psychiatry [Psiquiatría Biológica], 1998, vol. 44, no. 12, pp. 1239-1247.

Lang, P.; Bradley, M. M.; Cuthbert, B. N. Emotion, Motivation, and Anxiety: Brain Mechanisms and Psychophysiology [Emoción, Motivación y Ansiedad: Mecanismos del Cerebro y Psicofisiología]. Biological Psychology [Psicología Biológica], 1998, vol. 44, no. 12, pp. 1248-1263.

Lang, P.; Davis, M.; Ohman, A. Fear and anxiety: animal models and human cognitive psychophysiology [Miedo y ansiedad: modelos animales y psicofisiología cognitiva humana]. Journal of Affective Disorders [Revista de Trastornos Afectivos], 2000, vol. 61, no. 3, pp. 137-159.

Milad, M.; Rauch, S. L.; Pitman, R. K.; Quirk, G. J. Fear extinction in rats: Implications for human brain imaging and anxiety disorders [Extinción del miedo en ratas: Implicaciones para la imagen del cerebro humano y los trastornos de ansiedad]. Biological Psychology [Psicología Biológica], 2006, vol. 73, no. 3, pp. 61-71.

Stockhorst, U.; Antov, M. I. Modulation of Fear Extinction by Stress, Stress Hormones and Estradiol: A Review [Modulación de la Extinción del Miedo por el Estrés, las Hormonas del Estrés y el Estradiol: Una Revisión]. Frontiers in Behavioral Neuroscience [Fronteras de la Neurociencia Conductual], 2016, vol. 9, no. 359, pp. 1-26.


El Dr. Dan Pronk estudió Medicina con una beca del Ejército de Tierra australiano y estuvo la mayor parte de su carrera militar destinado en Unidades de Operaciones Especiales, realizando cuatro despliegues en Afganistán y más de 100 misiones de combate. El Dr. Pronk recibió la medalla al mérito [Commendation for Distinguished Service] por sus acciones en combate durante su segundo despliegue en Afganistán.

Durante su carrera militar el Dr. Pronk representó a la sanidad australiana en el Committee on Tactical Combat Casualty Care (CoTCCC), así como a las Operaciones Especiales Australianas en el NATO Special Operations Forces Medical Expert Panel [panel de expertos sanitarios de Fuerzas de Operaciones Especiales de la OTAN].

El Dr. Pronk es miembro del Royal Australian College of General Practitioners [Real Colegio Australiano de Médicos] e instructor del curso de atención temprana de heridos graves [Early Management of Severe Trauma Course] del Royal Australian College of Surgeon [Real Colegio Australiano de Cirujanos].

El Dr. Pronk trabaja actualmente como médico [Senior Medical Officer] en Emergencias de un hospital regional, y como Director Médico para TacMed Australia, proporcionando asesoramiento sanitario táctico y formación a múltiples grupos tácticos de policías y otros organismos gubernamentales.

(Este artículo es una traducción, autorizada por el autor ─el Dr. Dan Pronk para TacMed Australia─, de su original en inglés The Good, Bad, And Ugly Of The Body’s Stress Response System)

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