
Si no has escuchado nunca el término «Hoplología» ─y/o no te has encontrado con nadie que se haga llamar «hoplólogo»─ vas por buen camino. En caso contrario, te han intentado vender humo y puede que lo hayas comprado. Este sector funciona así. Siempre habrá vendehúmos dispuestos a intentar llamar la atención de cualquier forma para vender su humo. En esta ocasión te vamos a explicar algo que no es nuevo y que utilizan los vendehúmos desde la antigüedad. Se trata ni más ni menos que el arte de cautivar a base de verborrea. Sigue leyendo y no te arrepentirás.
Últimamente, cuando investigamos sobre un tema para un artículo, no solo utilizamos el ya clásico navegador Google, sino que nos apoyamos también en lo que está de moda, la Inteligencia Artificial (IA). Además, no nos limitamos a una única IA, sino que planteamos la misma pregunta en varias IAs diferentes, aunque no es raro que las más acertadas en sus respuestas sean Grok y ChatGPT.
Pues bien, sobre el tema que nos ocupa, le hicimos la siguiente pregunta a Grok:
Hay algunos gurús que se hacen llamar hoplólogos. ¿Existe la Hoplología como Ciencia legítima o no es más que un invento de los vendedores de humo?
A continuación puedes leer la respuesta argumentada de Grok, que incluso se atreve a invocar el nombre de un vendehúmos de sobra conocido y habitual en el ranking. Hay que ver cómo funciona esto de la inteligencia artificial que atando cabos saca sus propias conclusiones en solo «28 segundos de razonamiento» ─en este enlace se puede verificar la autenticidad de esta pregunta y respuesta, por si alguien lo dudara─.
La Hoplología (o Hoplology en inglés) es un término que se refiere al estudio del comportamiento combativo humano, incluyendo el uso de armas, tácticas de combate, evolución de las artes marciales y factores psicológicos, fisiológicos y culturales relacionados con la violencia armada y desarmada.
Su origen se remonta al siglo XIX, con pioneros como el explorador británico Richard Francis Burton, quien lo definió como la «ciencia de las armas y equipos de ofensa y defensa, humanos y bestiales». Sin embargo, fue en la década de 1960 cuando el experto en artes marciales Donn F. Draeger lo formalizó como un campo de estudio, fundando la International Hoplology Society (IHS) [disuelta en 2022] para investigar la evolución del comportamiento combativo desde perspectivas tecnológicas (desarrollo de armas), funcionales (organización de sistemas de combate) y conductuales (psicología y cultura de la agresión).
En cuanto a su legitimidad como ciencia, la Hoplología no es una disciplina académica consolidada ni ampliamente reconocida en las universidades o instituciones científicas. Aunque contaba con una sociedad dedicada [disuelta en 2022], expediciones de campo (como las de Draeger en Asia) y publicaciones en la [única y ya desaparecida] revista especializada Hoplos, ha sido criticada por su enfoque doctrinario y pseudocientífico.
Por ejemplo, sus «axiomas fundamentales» ─que postulan la agresión humana como instinto evolutivo predatorio o afectivo, inherentemente ligado a las armas─ han sido acusados de caer en el determinismo biológico y el cientificismo, más que en análisis rigurosos y falsables.
Autores como Paul Bowman la describen como un «proyecto académico fallido», que no ha logrado un estatus estable en la academia pese a esfuerzos por institucionalizarlo, y que a menudo se limita a círculos de entusiastas o militares sin integración interdisciplinaria sólida.
En contextos académicos más amplios, como los estudios de artes marciales o antropología de la violencia, se menciona ocasionalmente, pero no como una «ciencia legítima» comparable a la psicología evolutiva o la antropología forense.
Respecto a los «gurús» que se autodenominan hoplólogos, parece que te refieres a figuras como Cecilio Andrade, un instructor español de artes marciales y formación policial que se presenta como «hoplólogo» en su perfil profesional. Dirige «Mano de Tyr Formación Internacional», ofreciendo cursos de iniciación a la Hoplología, mentorías para «el 1% de la Humanidad» (enfocadas en élites como policías o militares) y conferencias sobre gestión emocional en combate. Aparece en podcasts sobre entrenamiento policial, donde promueve la Hoplología como herramienta para «evolucionar la formación» en defensa personal.
Esto encaja en el patrón de «vendedores de humo»: usan un término exótico y supuestamente «científico» para dar credibilidad a programas de entrenamiento, libros o consultorías, sin respaldo académico riguroso. No es raro en el mundo de las artes marciales, donde la Hoplología se invoca para sonar erudito, pero a menudo se diluye en marketing personal.
En resumen, la Hoplología existe como un concepto nicho con raíces históricas y algunos aportes valiosos (por ejemplo, en la preservación de tradiciones combativas indígenas), pero no califica como ciencia legítima por su falta de metodología empírica estandarizada, escasa presencia en revisión por pares y tendencia a dogmas no probados. Para los curiosos, recomiendo lecturas como las de Draeger o revistas de artes marciales, pero desconfía de quienes la usan para vender «secretos ancestrales» sin evidencia. Si buscas algo más sólido, campos como la Psicología del deporte o la Antropología de la violencia ofrecen bases más firmes.
Dicho esto, ampliemos información para que puedas forjarte tu propia opinión.
El término Hoplología proviene del griego hoplon (arma, equipo del guerrero) y logía (estudio). En sentido literal, sería el «estudio del armamento y la lucha» en su contexto cultural, histórico, técnico y psicológico. La Hoplología fue definida por primera vez en 1884 por Sir Richard F. Burton ─explorador y espadachín victoriano─ y desarrollada más tarde por Donn F. Draeger ─investigador y practicante de artes marciales que intentó sistematizarla como un campo académico─. Draeger propuso que la hoplología estudiara las armas y equipos de combate (forma, función, desarrollo), las técnicas de combate (métodos y tácticas) y el comportamiento humano en el combate, desde la motivación hasta la organización social que lo rodea.
La Hoplología NO es una Ciencia reconocida oficialmente, ya que no existe ─ni ha existido nunca─ como disciplina formal en universidades, ni tiene corpus teórico o metodológico consolidado. Lo más cercano sería la antropología del combate, la arqueología militar, la historia militar comparada, o la etnografía marcial. En estos campos se aplican métodos científicos para estudiar lo mismo que pretendió sin éxito la Hoplología, pero con estándares académicos verificables.
A partir de lo que no es ni ha sido nunca una Ciencia surgen los «gurús hoplólogos» y aquí está el problema. En los últimos años, algunas personas se autodenominan hoplólogos sin base científica ni formación sólida. Sus comunes denominadores, que les delatan, son que: usan el término para dar una apariencia de erudición o autoridad marcial, pero sus discursos carecen de rigor; mezclan historia superficial, pseudociencia, especulación antropológica y autoensalzamiento; no publican investigaciones revisadas por pares; no citan fuentes primarias ni usan metodología contrastable; emplean terminología técnica para vender cursos, seminarios o ideologías personales.
En otras palabras, la «Hoplología» de estos gurús no es más que humo envuelto en lenguaje académico.
Te servirá de ayuda conocer las características que definen a un vendehúmos «hoplológico» ─o de cualquier otro tipo─:
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Se presenta como “investigador independiente” sin aportar títulos o trayectoria verificable.
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Usa credenciales vagas (experto internacional, consultor militar, instructor de élite) sin mostrar pruebas ni referencias.
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Suele presumir de contactos o «fuentes secretas» en lugar de demostrar conocimiento contrastado.
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Habla con tono dogmático o autoritario («esto es así porque yo lo sé»).
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No cita fuentes o las usa fuera de contexto.
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Mezcla historia, especulación y opinión personal sin distinguir entre ellas.
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Suele descalificar a quien lo contradice en lugar de argumentar.
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No publica nada comprobable o solo lo hace en redes sociales y vídeos sin fuentes.
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Usa lenguaje técnico para impresionar, no para explicar.
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Evita el debate o borra comentarios críticos.
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Usa la «hoplología» como marca personal o marketing para vender cursos, seminarios, libros o lo que sea.
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Promete conocimientos secretos, técnicas exclusivas o «la verdad que nadie te cuenta».
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Se autoproclama heredero de tradiciones guerreras o sabidurías ocultas.
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Se presenta como iluminado o único portador de la verdadera comprensión del combate.
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Usa retórica militar o pseudofilosófica.
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Se rodea de seguidores, no de colegas.
Esas son sus características. Luego están los trucos retóricos, falacias y mecanismos psicológicos que utilizan los vendehúmos hoplológicos para intentar captar adeptos. Aquí tienes un análisis detallado de los patrones más comunes en la pseudohoplología y el discurso táctico fraudulento, que te permitirán identificar por ti mismo cuándo alguien está mintiendo o manipulando su discurso ─lo reproducimos a continuación tal cual nos lo explicó ChatGPT a nosotros, no vayas a pensar que nos lo inventamos─:
El discurso de autoridad vacía: «yo estuve allí…», «he trabajado con unidades que no puedo mencionar…», «mi experiencia en combate real me da una perspectiva única…». Se invoca una autoridad imposible de verificar, se usa el prestigio militar o policial (propio o ajeno) para dar credibilidad, sin aportar datos, fechas o documentos, y se suele apoyar en el aura de secreto ─cuanto menos puede contar, más auténtico parece─. Si alguien no puede mostrar pruebas concretas (fotos, destinos, documentos, referencias cruzadas), lo más prudente es asumir que exagera o inventa. En Ciencia y en Historia, las afirmaciones extraordinarias requieren pruebas proporcionales.
La falacia del «yo lo sé porque lo viví»: «tú no puedes opinar porque no has estado bajo fuego real». Es una falacia ad hominem que bloquea el debate. La experiencia personal no equivale a verdad universal. Un testimonio puede ser valioso, pero no sustituye al análisis racional ni a la evidencia empírica.
El lenguaje técnico como humo: por ejemplo, «el comportamiento combativo primario del homo bellicosus se manifiesta en un bucle neurotáctico…». Se usa jerga pseudocientífica o militar para impresionar, no para explicar. El discurso se vuelve confuso a propósito porque si suena complicado parece profundo. Es lo mismo que hacen los charlatanes en nutrición o psicología. Para detectarlo solo hay que preguntarse ¿podría explicar lo mismo en lenguaje llano? Un verdadero experto sabe simplificar sin perder precisión; un farsante complica para ocultar su vacío.
El mito del «conocimiento secreto»: «esto no te lo enseñan en las academias; es conocimiento reservado para los verdaderos guerreros». Se crea una frontera emocional entre «iniciados» y «profanos». Es una táctica clásica de manipulación sectaria. Promete una identidad exclusiva («nosotros los que sabemos») a cambio de obediencia o dinero.
La falacia del pasado glorioso: «nuestros ancestros guerreros sabían más del combate real que todos los modernos». Romantiza el pasado para justificar una ideología o vender una filosofía de vida guerrera. Ignora la evidencia histórica real: la mayoría de culturas guerreras también estaban plagadas de superstición, azar y caos.
El falso empirismo: «esto está probado en la realidad del combate». Nunca explica cómo se ha probado ni quién lo verificó. No hay estadísticas, estudios comparativos ni control de variables. La «realidad del combate» se convierte en una excusa para evitar todo análisis crítico.
La manipulación del miedo y del ego: «si no entrenas con nosotros, morirás el día que te enfrentes a la violencia real», «los demás son teóricos; nosotros somos los auténticos guerreros». Juega con los instintos básicos de miedo y pertenencia. Divide el mundo en «nosotros» (despiertos) y «ellos» (ingenuos). Esa es una marca inequívoca de pseudociencia tribal.
Por último, veamos algunos ejemplos reales de discurso hoplológico pseudocientífico .observado en materiales públicos (artículos, vídeos, conferencias, etc.), sin usar nombres de personas reales, para aprendas a reconocer el humo.
Ejemplo 1. El tecnoblabla marcial: «el instinto neurotáctico del combatiente alfa responde a un patrón ancestral de agresividad predatoria, que solo puede ser canalizado mediante entrenamiento orientado al combate real, no a la danza marcial o a la gimnasia militarizada».
Análisis:
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Lenguaje pseudocientífico: «instinto neurotáctico», «patrón ancestral» ─no existen como términos técnicos válidos─.
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Apelación emocional: «combatiente alfa» suena poderoso, pero no significa nada concreto.
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Descalificación velada: contrapone «real» frente a «gimnasia», reforzando una identidad tribal («nosotros los auténticos»).
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Sin fuentes ni contexto.
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Ejemplo 2. El mito del guerrero eterno: «desde los tiempos del samurái y el hoplita, el guerrero verdadero ha sabido que la violencia no se entrena: se despierta. Por eso, la verdadera formación marcial no está en las técnicas, sino en reactivar el ADN combativo que la sociedad moderna ha adormecido».
Análisis:
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Romanticismo pseudohistórico: mezcla samuráis y hoplitas como si compartieran un código común inexistente.
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Concepto biológico falso: no existe ningún «ADN combativo» demostrado científicamente.
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Tono mesiánico: pretende «despertar» una verdad oculta.
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Rechazo del aprendizaje racional: niega la importancia del entrenamiento técnico en favor de un mito emocional.
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Ejemplo 3. El argumento de experiencia inverificable: «en mis años en unidades especiales aprendí que el combate real no tiene reglas, y eso no se enseña en academias. Solo quienes hemos sentido el olor de la pólvora sabemos lo que es la verdad del enfrentamiento».
Análisis:
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Autoridad no verificable: no da detalles contrastables.
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Falacia de experiencia personal: convierte su vivencia en dogma universal.
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Desprecia el conocimiento académico o formativo.
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Ejemplo 4. El vendehúmoscomercial: «en mi seminario exclusivo de Hoplología aplicada aprenderás los secretos del combate ancestral que los ejércitos modernos han olvidado. Cupos limitados. Certificado oficial».
Análisis:
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Promesa extraordinaria sin evidencia: «secretos del combate ancestral».
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Falsa exclusividad: «cupos limitados» como reclamo de marketing.
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«Certificado oficial» inexistente: la Hoplología no tiene ningún organismo certificador reconocido, ni siquiera es una Ciencia.
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Manipulación emocional: juega con el deseo de pertenecer a una élite.
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Conclusión
Los vendehúmos hoplológicos se reconocen porque:
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suenan impresionantes, pero no explican nada,
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apelan a emociones, no a evidencias,
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construyen autoridad en lugar de conocimiento,
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prometen secretos o exclusividad, y
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usan lenguaje técnico sin base académica.
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