En el ámbito empresarial se conoce como «fraude en el currículum» precisamente a eso, a no ser honesto y presentar un currículum inflado, cargado de mentiras sobre formación y experiencia. No consiste simplemente en adornar el currículum con halagos de todo tipo que uno mismo se atribuye, sin necesidad de fundamento, sino en mentir directamente sobre titulaciones que no se poseen o puestos que no se han ocupado. La forma de contrarrestar esta tendencia radica en verificar los datos y referencias del currículum, lo que requiere tiempo y contactos, por lo que no siempre es posible ni fácil ─aunque Internet ayuda─.
Pues bien, este «fraude en el currículum», así como exagerar u omitir ciertos datos, también se da en el sector táctico por parte de instructores y vendehúmos. Quizás mentir no resulte tan habitual, porque hoy día resulta relativamente sencillo desenmascarar a un mentiroso, gracias a Internet. Sí que no es extraño encontrarse la típica persona, un tanto mitómana, que se adorna a sí mismo en su currículum, con todo tipo de logros y calificativos, que si no son totalmente mentira, no son del todo verdad, aunque difícilmente se pueden comprobar. O aún más habitual resulta la persona que evita dar demasiada información, hasta el punto de no facilitar siquiera un nombre propio. Dice el dicho que «cuando el río suena, agua lleva», que a contrario sensu vendría a decir «cuando el río NO suena, agua NO lleva». Te puedes encontrar honrosas y escasas excepciones, por las que el agua tiene tal humildad que pasa sin hacer mucho ruido.
Soy tan la polla, que no te puedo decir quién soy ni lo que he hecho, o tendría que matarte.
Desde luego, tiene sentido ese juego entre el anonimato y el misticismo, que plantea sencillamente el hecho de presentarse sin dar un nombre propio, indicando que eres un profesional como la copa de un pino, con muchísimos años de experiencia y operaciones reales, con una dilatada carrera profesional, habiendo impartido formación en multitud de unidades, etc. Siempre sin concretar nada, ni fechas, ni nombres, ni propios, ni extraños, y apelar a la confidencialidad. ¡Te quié í ya!
Normalmente, aquellos que no tienen nada que ocultar, suelen facilitar datos concretos sobre su formación y experiencia. No hace falta dar todos los detalles, pero sí una imagen de uno mismo, especialmente si esperas que alguien confíe en ti para algo tan serio como recibir formación en el uso y manejo de armas de fuego, en el combate con armas de fuego. Echa un vistazo a la reseña que acompaña a cada artículo de la sección El Momento del Combatiente con Armas de Fuego. Precisamente, ese tipo de personas suelen estar orgullosas de su dilatada formación y experiencia, pero solo si la tienen de verdad. En ese caso, tienen razones suficientes para utilizarlo como carta de presentación a la hora de postularse como instructores en alguna de las materias que les caracteriza por su currículum. Lógicamente siempre se guardarán algunos detalles que no pueden compartir.
Por supuesto, no podemos olvidarnos del típico «monguer de la palabra» (no lo busques que no consta en el Diccionario de la RAE), o «wordmonger» en inglés, en cuya lengua se define como «aquel escritor que utiliza palabras para hacerse notar o sin consideración alguna por su significado», o «aquel escritor u orador que utiliza palabras pretenciosamente o con total desprecio por su significado». Vamos, que se trata de alguien que utiliza palabras raras para intentar sonar como alguien versado en una materia, ¿te suena?
Así que ya sabes, si buscas un profesor de clases particulares que te enseñe Matemáticas, quizás lo suyo sea buscar a alguien que haya estudiado Matemáticas en lugar de Filosofía, ¿no? Y ya si además te dice su nombre, además de la formación y experiencia que tiene en la materia, casi mejor.
¡Que no te engallen! ¿Te vas a fiar de alguien que ni siquiera es capaz de desvelar su nombre? ¿y de alguien que se adorna a sí mismo con todo tipo de halagos? ¿y de alguien que no dice la verdad sobre su experiencia o que ni siquiera te da datos concretos al respecto?
Si el río NO suena, igual NO lleva agua. Aun cuando suena, igual NO lleva agua.
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Ya ves. Pero está claro que se vende lo que se compra, así que parte de la culpa es de los propios compradores. Desde luego cada uno es libre de elegir en manos de quién se pone.
Creo que lo mínimo que hay que pedir es saber quién es quién y qué formación y experiencia tiene.
Resulta muy poco honorable no ser capaz de dar siquiera un nombre y vivir del cuento de lo bueno que soy y lo bien que lo hago, pero sin que nadie tenga ningún dato en concreto.
No obstante, para el que empieza es más difícil distinguir entre el trigo limpio y la paja, pero con un poco de sentido común se puede discernir una cosa de la otra, por ejemplo, comprobando si tiene nombre propio.
Es más fácil de lo que parece. Solo hay que saber quién es y qué ha hecho. Luego se pregunta a cualquiera de ese entorno y podría confirmarlo o desmentirlo.
En cualquier parte te puedes encontrar de todo, el típico vendehúmos que se considera un experto en algo que ni siquiera es lo suyo o el que se cree que acumular años es lo mismo que acumular experiencia y conocimientos.
La gran mayoría de cursos para profesionales, los impartes especialistas con dilatada experiencia en unidades especiales pero imposible de comprobar antes de ir al propio curso o pagar…
Pues en este nuestro país, algunos ríos vienen muy, ¡pero que muy secos!.
Aunque se han aprovechado, hasta la saciedad, del halo de intriga para vender su producto.
Un saludo.
Jesús*