Hace unos días nos preguntábamos si crees que llegan hasta nuestros días alguna, algunas o todas esas ideas equivocadas sobre la balística de heridas, de las que hablaba el difunto Dr. Martin L. Fackler en su trabajo, con fecha de julio de 1987, What’s Wrong with the Wound Ballistics Literature, and Why [¿Qué hay de malo en la literatura sobre balística de heridas y por qué?]. Una de esas ideas equivocadas consiste en suponer que la «transferencia de energía cinética» constituye un mecanismo para herir, cosa que el Dr. Fackler desmiente con pelos y señales en el siguiente fragmento del mencionado trabajo, que hemos traducido para ti. Esperamos que sirva para terminar de erradicar mitos y leyendas como ese de la dichosa transferencia de energía.
El hecho de considerar que la «transferencia de energía cinética» del proyectil a los tejidos constituye un mecanismo para herir ha generado una gran confusión. A pesar de los datos que refrendan precisamente lo contrario(1,63), muchos asumen que la cantidad de «energía cinética» que un proyectil transfiere al cuerpo humano representa una medida de los daños ocasionados(25,36,37,40). Tales opiniones ignoran la interacción directa entre el proyectil y los tejidos, que constituye el meollo de la balística de heridas. Las heridas que resultan de una determinada cantidad de «energía cinética transferida» pueden variar considerablemente. El proyectil indeformable del fusil AK74 (imagen 6) produce una gran cavidad temporal que puede ocasionar una marcada destrucción en algunos tejidos (hígado), pero que tiene mucho menos efecto en otros (músculo, pulmón, intestinos)(9). Una cavidad temporal similar, tal como la producida por el M-16 (imagen 2), que estira los tejidos que acribillan los fragmentos de bala, ocasiona una cavidad permanente mucho mayor al afectar a las partes de los tejidos entre las trayectorias de los fragmentos de bala. De este modo, la fragmentación del proyectil puede convertir la energía utilizada en la cavitación temporal en una fuerza verdaderamente destructiva, ya que se concentra en zonas debilitadas por las trayectorias de los fragmentos de bala en lugar ser absorbida uniformemente por la masa de tejidos. La sinergia entre la fragmentación del proyectil y la cavitación puede incrementar enormemente los daños ocasionados por una determina cantidad de energía cinética.
Un proyectil grande y lento (imagen 7) destruirá (cavidad permanente) una gran cantidad de tejidos, mientras que un proyectil pequeño y rápido con la misma energía cinética (imagen 4) estirará más tejidos (cavidad temporal) pero destruirá menos. Si entre los tejidos destruidos por un proyectil se encuentra la pared de la aorta probablemente los daños ocasionados resulten mucho mayores que si este mismo proyectil «transfiere» la misma cantidad de energía al lado de este vaso sanguíneo.
Muchos tejidos del cuerpo humano (músculos, piel, intestinos, pulmones) son blandos y flexibles, lo que representa las principales características físicas de un buen absorbedor de impactos. Deja caer un huevo crudo sobre un suelo de cemento desde una altura de 2 metros; a continuación deja caer una pelota de goma con la misma masa desde la misma altura. El intercambio de energía cinética en el momento del impacto es el mismo en ambos casos. Compara la diferencia en los efectos; el huevo se rompe mientras que la pelota rebota sin sufrir ningún daño. La mayoría de los tejidos blandos de los animales tiene una consistencia mucho más parecida a la de la pelota de goma que a la de la frágil cáscara del huevo. Este sencillo experimento demuestra la falacia que supone la suposición habitual de que toda la energía cinética «transferida» al cuerpo humano ocasiona daños.
Además, la suposición de que la «transferencia de energía cinética» es directamente proporcional a los daños ocasionados en los tejidos no tiene en cuenta que algunos aspectos de la colisión proyectil-tejidos consumen energía pero no destruyen tejidos. Estos aspectos son 1) la onda de presión sónica, 2) el calentamiento de los tejidos, 3) el calentamiento del proyectil, 4) la deformación del proyectil, y 5) el movimiento que se transmite a los tejidos (el desplazamiento del bloque de gelatina, por ejemplo).
La forma más popular de calcular la «transferencia de energía cinética» consiste en utilizar un cronógrafo para determinar la velocidad de impacto y otro para determinar la velocidad de salida. El blanco más comúnmente utilizado es un bloque de 15cm de grosor fabricado a base de alguna sustancia que simule los tejidos (gelatina o jabón). Este método dispone de una gran ventaja a su favor: resulta sencillo y fácil de llevar a cabo. En cuanto a su validez, se remite al lector que tenga interés a los perfiles de heridas que se muestran en las imágenes 1 a 7. Si se comparan únicamente los primeros 15cm de la trayectoria del proyectil con la trayectoria completa del proyectil que se representa en los perfiles de heridas se comprueban las importantes limitaciones que plantea el método del bloque de 15cm de grosor. La suposición por parte de los diseñadores de armas de que únicamente los primeros 15cm de la trayectoria del proyectil que penetra a través de los tejidos presenta relevancia clínica(64) puede simplificar su trabajo, pero no logra aportar información suficiente para un predicción válida del potencial para herir del proyectil. La longitud de la trayectoria del proyectil a través del torso humano puede llegar a ser cuatro veces mayor que la de estos pequeños bloques. Incluso si este método fuera científicamente válido, su aplicación ha resultado más errónea todavía por parte de casi todos los investigadores que han incluido el proyectil del fusil M-16 entre los proyectiles probados con este método. Este método asume que la masa del proyectil se mantiene constante al atravesar ambos cronógrafos. Normalmente el proyectil del M-16 pierde un tercio de su masa en forma de fragmentos, que pueden quedarse dentro del blanco (ver imagen 2). La parte del proyectil que pasa a través de las pantallas del segundo cronógrafo pesa aproximadamente dos tercios del peso del proyectil entero que pasó a través del primer par de pantallas. No se toma la medida de recuperar y pesar el proyectil para considerar la fragmentación del proyectil cuando ésta se produzca. La negativa a considerar la pérdida de masa del proyectil puede provocar grandes errores en el cálculo de la «transferencia de energía»(8).
En ocasiones los cirujanos extirpan de las heridas de bala los tejidos que a su juicio resultan inviables y comparan el peso de los tejidos extirpados con la «transferencia de energía cinética»(65). El criterio de un cirujano y la técnica de extirpar tejidos albergan mucha subjetividad, como demuestran Berlin et al(66), que averiguaron en una comparativa que «un cirujano extirpaba menos tejidos en el caso de poca transferencia de energía y bastantes más en el caso de mucha transferencia de energía que el otro cirujano, aunque ambos cirujanos aplicaban los mismos criterios para valorar los tejidos». Ninguno de estos experimentos incluía animales de control para verificar que los tejidos que el cirujano había considerado «inviables» realmente se gangrenaban si no se extirpaban. Curiosamente todos los estudios en los que se mantuvieron con vida a los animales para una observación directa del proceso de curación de las heridas acreditan menores daños en los tejidos de los que se estimó de la observación de la herida en las primeras horas tras ser infligida(43-47,67,68). En un estudio de más de 4.000 heridos en la 2ª Guerra Mundial se destacaba que «resulta sorprendente comprobar cuantos tejidos aparentemente sin vida se recuperan»(69).
Cualquiera escéptico todavía sobre la falacia de utilizar únicamente la energía cinética para medir la capacidad para herir de un proyectil podría tener en cuenta el ejemplo de un flecha de caza moderna de cabeza ancha. Se utiliza para acabar con cualquier especie en caza mayor, aunque su energía de impacto sea de sólo unos 50ft-lb (68 julios), menos que la de un proyectil del calibre .22 Short. Los bordes afilados de la cabeza ancha de la flecha aprovechan la energía de forma muy eficaz. Cortar tejidos resulta mucho más eficaz que destruirlos, y destruirlos resulta mucho más eficaz que desgarrarlos por estiramiento (como sucede con la cavitación temporal).
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(8) FACKLER, Martin L.; SURINCHAK, John S.; MALINOWSKI, John A.; BOWEN, Robert E. Bullet Fragmentation: A Major Cause of Tissue Disruption. Journal of Trauma-Injury Infection & Critical Care. January 1984, Volume 24, Issue 1.
(9) FACKLER, Martin L.; SURINCHAK, John S.; MALINOWSKI, John A.; BOWEN, Robert E. Wounding Potential of the Russian AK-74 Assault Rifle. Journal of Trauma-Injury Infection & Critical Care. March 1984, Volume 24, Issue 3.
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