Algunos conceptos básicos sobre eficacia en Balística de Heridas, Terminal o de Efectos. Por Dr. Gary K. Roberts.

La balística terminal, de efectos o, también, de heridas, constituye un interesante aspecto a tener en cuenta para el tiro táctico o el combate con armas de fuego. La cuestión es disponer de algún tipo de referencia respecto a los efectos que los disparos van a tener sobre el oponente, ya que lo que se pretende es incapacitarlo inmediatamente, o lo antes posible, siempre antes que pueda ocasionarnos algún daño.

Existen algunos simplistas que todavía a día de hoy consideran que la capacidad incapacitadora de un proyectil se puede cuantificar atendiendo al calibre y velocidad del proyectil, lo que realmente es totalmente falso.

En el siguiente artículo ─traducido con la autorización de su autor original─, el experto en la materia Dr. Gary K. Roberts aborda de forma breve y concisa algunos conceptos relativos a la incapacitación y los mecanismos lesivos de un proyectil.


Algunos conceptos básicos sobre eficacia en Balística de Heridas, Terminal o de Efectos.

Por Dr. Gary K. Roberts. 23 de agosto de 2011.

Los últimos 25 años de la investigación moderna en balística de heridas han demostrado una vez más lo que siempre han indicado algunos informes históricos -que únicamente existen dos métodos de incapacitación válidos: uno basado en factores psicológicos y el otro en daños fisiológicos. En muchas ocasiones una persona queda rápidamente incapacitada psicológicamente como consecuencia de heridas leves que realmente no incapacitan fisiológicamente de inmediato. Los factores psicológicos son también la razón por la que una persona puede sufrir heridas graves, incluso sin posibilidad de supervivencia, y continuar funcionando durante un corto período de tiempo. Hasta un 50% de esos individuos rápidamente incapacitados por heridas de bala son probablemente incapacitados más por razones psicológicas que fisiológicas. La incapacitación psicológica es una respuesta humana extremadamente errática, enormemente variable y completamente impredecible, independiente de cualquier característica inherente a un proyectil en concreto.

El grado y rapidez de cualquier incapacitación fisiológica lo determinan las estructuras anatómicas que afecte el proyectil y la gravedad de los daños en los tejidos causados por la bala. Fisiológicamente la incapacitación inmediata o muerte sólo puede ocurrir cuando el cerebro o la parte superior de la médula espinal resulten dañados o destruidos. La realidad táctica es tal que en combate las oportunidades del personal militar para realizar disparos apuntados con precisión sobre el Sistema Nervioso Central (SNS) de sus combatientes enemigos son escasas debido al alto estrés de un inesperado contacto caracterizado por rápidos movimientos fugaces, frecuentemente junto con la poca visibilidad sobre el campo de batalla que incluye el uso de cubierta y ocultación. De ahí la reducida probabilidad de blancos planeados sobre el SNS en condiciones de combate. En ausencia de daños sobre el SNS la única otra forma fiable de incapacitación fisiológica con armas portátiles es el colapso del sistema circulatorio como consecuencia de una grave afección de los órganos vitales y vasos sanguíneos del torso. Si el SNS está indemne la incapacitación fisiológica se retrasa hasta que la pérdida de sangre sea suficiente como para privar de oxígeno al cerebro. Pueden ser necesarios varios impactos antes que un individuo resulte incapacitado fisiológicamente. Fisiológicamente una persona herida en cualquier parte del cuerpo que no sea el SNS puede ser capaz de continuar actuando durante un corto periodo de tiempo, incluso habiendo sufrido heridas tan graves que no quepa la posibilidad de sobrevivir. En un documento de 1992 de la International Wound Ballistics Association  (IWBA) [Asociación Internacional de Balística de Heridas] el Dr. Ken Newgard escribió lo siguiente respecto a cómo afecta la pérdida de sangre a la incapacitación:

Un varón de 70Kg tiene un caudal cardíaco aproximado de 5,5 litros por minuto. Su volumen de sangre es de unos 4200cc. Suponiendo que su caudal cardíaco puede duplicarse bajo estrés, su flujo aórtico de sangre puede alcanzar los 11 litros por minuto. Si este varón tuviera su aorta torácica completamente seccionada le llevaría 4,6 segundos perder el 20% de su volumen total de sangre. Este es el menor tiempo en el que una persona podría perder el 20% de su volumen de sangre por una única herida. Una persona poco adiestrada puede disparar a una cadencia de dos disparos por segundo. En 4,6 segundos podrían haberse realizado fácilmente 9 disparos como respuesta antes que la acción del asaltante sea neutralizada. Téngase en cuenta que esta valoración no considera el oxígeno contenido en la sangre que ya abastece al cerebro y que lo mantendrá funcionando durante un período de tiempo aún mayor.

Generalmente los miembros de las FCS y FAS están adiestrados para disparar sobre el centro de masas, normalmente el torso, de un oponente violento que haya de ser detenido mediante el uso de la fuerza letal. La incapacitación fisiológica por heridas en el torso normalmente es el resultado del colapso del sistema circulatorio. Cuanto mayor sea la afección de los tejidos más rápido puede producirse la incapacitación. Los tejidos resultan dañados a través de dos mecanismos lesivos: los tejidos que se encuentra el proyectil a su paso son destruidos permanentemente y los tejidos en torno a la trayectoria del proyectil son distorsionados temporalmente. Un proyectil penetrante destruye físicamente los tejidos a medida que se abre camino a través del cuerpo. El espacio que ocupan estos tejidos que se destruyen y desintegran se denomina cavidad permanente. La cavidad permanente, o trayectoria de la herida, es simplemente el agujero abierto por el paso del proyectil. Obviamente las balas de mayor diámetro destruyen más tejidos, formando una mayor cavidad permanente. La formación de esta cavidad permanente es consistente y fiable.

Los tejidos en torno a la cavidad permanente reciben brevemente un empuje lateral debido a la acción centrífuga radial hacia fuera producida por el paso del proyectil. El espacio vacío normalmente ocupado por los tejidos en torno a la trayectoria de la herida que se desplazan momentáneamente se denomina cavidad temporal. La cavidad temporal desaparece rápidamente a medida que el retroceso elástico de los tejidos distorsionados los devuelve hacia la trayectoria de la herida. Los tejidos que se ven distorsionados por la cavidad temporal pueden resultar dañados y resultan análogos a una zona de contusión en torno a la cavidad permanente destruida. El grado de las lesiones producidas por la cavitación temporal es bastante variable, errático y tremendamente dependiente de factores anatómicos y fisiológicos. Muchos tejidos blandos flexibles y elásticos, tales como los músculos, las paredes de los intestinos, la piel, los vasos sanguíneos y los órganos vacíos y huecos, constituyen buenos absorbentes de energía y resultan altamente resistentes a la contusión causada por la distorsión de la cavidad temporal. Los tejidos no elásticos, tales como el hígado, los riñones, el bazo, el páncreas, el cerebro y los órganos completamente llenos de fluido o inflados con gas, tales como la vejiga, son enormemente susceptibles a sufrir roturas, desgarros o grietas graves, de forma permanente, debido a los efectos de la cavitación temporal. Los proyectiles viajan a su máxima velocidad cuando golpean inicialmente el cuerpo y a continuación disminuyen su velocidad a medida que atraviesan tejidos. A pesar de ello la máxima cavidad temporal no siempre se encuentra en la superficie donde el proyectil impacta a su mayor velocidad, sino que a menudo se encuentra más profunda en los tejidos tras haber disminuido considerablemente la velocidad del proyectil. Normalmente la máxima cavitación temporal coincide con el cabeceo, deformación o fragmentación máximas de la bala, pero no necesariamente con la  velocidad máxima del proyectil.

Todos los proyectiles que penetran en el cuerpo únicamente pueden afectar los tejidos a través de estos dos mecanismos lesivos: la destrucción localizada de aquellos tejidos en la trayectoria de la bala y la distorsión transitoria de aquellos tejidos adyacentes a la trayectoria de la herida. Las heridas de bala difieren en la cantidad y localización de los tejidos destruidos y distorsionados. La relativa contribución de cada uno de estos mecanismos en cualquier herida depende de las características físicas del proyectil, su tamaño, peso, forma, construcción y velocidad, de la profundidad de penetración y del tipo de tejidos con los que interactúa el proyectil. A diferencia de las balas de fusil, generalmente las balas de pistola, independientemente de si se disparan con pistolas o subfusiles, sólo afectan a los tejidos por el mecanismo de su destrucción. Además, la cavitación temporal de la mayoría de las balas de pistola no afecta fiablemente a los tejidos y normalmente no supone un mecanismo lesivo significativo.

Las balas que pueden necesitarse para incapacitar agresores han de penetrar en los tejidos fiablemente un mínimo de aproximadamente entre 25 y 30cm para asegurar la afección de los principales órganos y vasos sanguíneos del torso desde cualquier ángulo y a través de abundante tejido adiposo, músculos hipertrofiados o estructuras anatómicas intermedias tales como un brazo levantado.

Los tejidos son un medio más denso que el aire; a medida que las balas atraviesan tejidos el aumento del rozamiento sobre el proyectil desbarata su estabilización rotacional y la bala puede cabecear. Si la bala cabecea aumenta la superficie de contacto con los tejidos, por lo que se destruyen más tejidos, creando una mayor cavidad permanente. Cuando una bala cabecea también desplaza una mayor cantidad de tejidos circundantes aumentando así el tamaño de la cavidad temporal. Las mayores cavidades permanente y temporal se producen cuando la bala se desplaza lateralmente con un cabeceo de 90 grados, permitiendo que la máxima superficie de sección transversal de la bala golpee los tejidos y desplace la mayor cantidad de los mismos. Las balas más anchas y más largas tienen una mayor superficie de sección transversal y por tanto crean una mayor cavidad permanente cuando cabecean.

Los proyectiles aerodinámicos, tales como las balas, producen una mínima alteración de los tejidos cuando los atraviesan de punta perfectamente rectos. La deformación destruye la forma aerodinámica de la bala, acortando su longitud y aumentando su diámetro al expandir y aplastar la punta de la misma dándole la clásica forma de «champiñón» que muestran las balas de punta blanda blindada y de punta hueca blindada. La mayor superficie frontal de las balas deformadas puede destruir más tejidos para incrementar el tamaño de la cavidad permanente y además desplazar más tejidos para incrementar el tamaño de la cavidad temporal.

NOTA: La Declaración de la Haya de 1899 prohíbe el uso  contra combatientes en conflictos armados internacionales de balas que se expandan o se aplasten fácilmente en el cuerpo humano; la Declaración de la Haya no prohíbe el uso militar de balas que se fragmenten o que por su diseño caviten al entrar en los tejidos.

La fragmentación del proyectil dentro de los tejidos también puede incrementar considerablemente el tamaño de la cavidad permanente. Cuando una bala de fusil se fragmenta dentro de los tejidos, cada uno de los múltiples fragmentos se dispersa radialmente respecto a la trayectoria principal de la herida trazando su propia trayectoria a través de los tejidos. Esta fragmentación actúa en sinergia con la distorsión de la cavitación temporal. Los tejidos múltiplemente perforados pierden su elasticidad y son incapaces de absorber la distorsión que normalmente tolerarían los tejidos intactos. El desplazamiento de tejidos por la cavitación temporal, lo que sucede tras el paso del proyectil, distorsiona estos tejidos debilitados y puede desbaratar terriblemente su integridad, rasgando y separando trozos de los tejidos. Téngase en cuenta que normalmente las balas de pistola, independientemente de si se disparan con pistolas o subfusiles, no muestran los efectos de la fragmentación que sí producen las balas de fusil. Si las balas de pistola se fragmentan, habitualmente los fragmentos de la bala no llegarán más allá de un 1 cm de la cavidad permanente; como norma general la gravedad de la herida disminuye por la fragmentación, ya que la masa de la bala disminuye, provocando una menor cavidad permanente.

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