
«¡Suelta el arma!» ordenas. Ignorándote la amenaza apunta con su pistola y avanza. Deslizas la aleta del seguro para desactivarlo al mismo tiempo que levantas la boca de fuego de tu fusil, buscas el punto rojo de tu visor y presionas el disparador. Nada. Nothing. No hay «¡pam!». No sientes un retroceso satisfactorio. Extrañado te percatas que la amenaza sonríe mientras empieza a correr hacia ti. El espacio existente entre tú y ella va decreciendo rápidamente. ¿Qué haces? Ha lugar para una transición del fusil a la pistola, ¡inmediatamente!






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