El valor de la «repetición deliberada». Por Juan I. Carrión.

El cerebro consciente es la punta visible de la capacidad total del cerebro

Hola a todos.

¿Cuánto tiempo lleva adquirir una técnica nueva para ejecutarla correctamente en situaciones de estrés? Esta pregunta conlleva muchos aspectos que deben ser entendidos para que pueda ser respondida correctamente. Aspectos que implican un poco de conocimiento de algunas materias como puede ser la neurología.

Lo primero es entender cómo funciona nuestro cerebro. Sin ponerme muy profundo o demasiado técnico (lo primero, porque no soy experto en esta materia), podemos decir que nuestras acciones se deben a la actuación de alguna de las dos partes de nuestro cerebro, la consciente y la no consciente. Hay autores que afirman que el 95% de nuestras acciones son llevadas a cabo por nuestro cerebro no consciente o por la información que este recibe.

Una de las diferencias más importantes entre que actúe una parte u otra es la de la velocidad a la que cada una es capaz de procesar la información. Sin que haya un número exacto, hay un acuerdo en que nuestro cerebro consciente procesa información a una velocidad de unos 45-50 bits por segundo (bit es la unidad de información), mientras que el no consciente es capaz de procesar información a unos 11 millones de bits por segundo. La diferencia es clara y se puede afirmar tranquilamente que el cerebro no consciente es mucho más rápido que el consciente.

Además, ocurre que el cerebro consciente es «monotarea» (si es que existe esa expresión), es decir, solo puede hacer las cosas de una en una y en orden, mientras que el no consciente es capaz de gestionar varias tareas a la vez. Un ejemplo, podemos andar por la calle sin chocarnos, meternos la mano en el bolsillo y sacar las llaves de casa, sin tener que pensarlo, pero luego tenemos que fijarnos específicamente en ver cuál es la llave que cogemos para determinar cuál es la que abre la puerta de casa. Esa es la diferencia entre una parte del cerebro y la otra.

Pero la cosa no termina ahí, puesto que también se da la circunstancia que en situaciones de, vamos a llamarlo, «activación» (por no decir estrés), es el cerebro no consciente el que normalmente toma las riendas, ya que sabe de sobra que es más rápido y que puede hacer más acciones en un tiempo determinado. Es la base del entrenamiento de todos los deportistas que compiten. Cuando un futbolista ha entrenado un regate hasta hacerlo parte de su cerebro no consciente, no se para a pensar a medio de una jugada cómo tiene que hacerlo. Simplemente ve al contrincante acercarse y automáticamente intenta regatearlo. Pasa exactamente lo mismo con cualquier otro deporte. Se entrenan una serie de habilidades para no tener que pensar cómo realizarlas.

Todos los que conducimos sabemos lo que nos ha sucedido los primeros días de las prácticas. Nos hemos saturado con la cantidad de cosas que hay que hacer a la vez en el momento que empezamos a circular, y si no es por la ayuda del profesor de la autoescuela, más de uno tendría un accidente nada más salir. La frase «esto va a ser imposible» es muy común en esa primera clase, y no es más que nuestro cerebro consciente al darse cuenta que es incapaz de gestionar toda esa información y todas las acciones que tiene que realizar. ¿Qué es lo que hace que, finalmente, podamos conducir? Las repeticiones necesarias para llevar a nuestro cerebro no consciente todas aquellas habilidades que son automáticas: pisar el embrague, mover la palanca de cambios hacia la posición adecuada, sujetar el volante y mantener la dirección, mirar los espejos, etc. y simplemente dejar para el cerebro consciente determinar qué dirección debe llevar y poco más.

Después de esta larga introducción, donde más o menos tenemos una idea de cómo funciona nuestro cerebro, vamos a ver cómo enseñamos al cerebro no consciente a hacer lo que tiene que hacer correctamente. Aquí es donde entra a jugar el concepto de «repetición deliberada». Recuerdo que me han dicho unas cuantas veces que hacen falta 10.000 repeticiones para dominar una habilidad determinada, con lo que uno se ponía a hacer repeticiones y a contar deseando llegar a ese número mágico. Esta afirmación tiene una pega, ¿qué pasa si las 10.000 repeticiones están mal ejecutadas? La respuesta es sencilla: harás muy bien algo muy mal.

Calidad frente a cantidad…

La «repetición deliberada» consiste en realizar la habilidad o técnica determinada buscando la máxima corrección y eficiencia. Ello exige que nuestro cerebro consciente se dé cuenta de todos y cada uno de los pasos que estamos realizando. Recordando la velocidad de procesamiento de la información que tenía esta parte del cerebro, eso exige que la ejecución de la técnica sea lenta, muy lenta, y que se debe pensar en cada uno de los aspectos que la constituyen.

Un ejemplo, queremos entrenar nuestro desenfunde de pistola. Si mi tiempo objetivo de un correcto desenfunde es de 2 segundos, deberíamos entrenar esta técnica, sobre todo en sus primeras repeticiones, a una velocidad muy lenta, tanto como un 20% de lo que sería en realidad. El 20% de 2 segundos implica que tenemos que realizar la técnica 5 veces más lento, es decir, en 10 segundos, para darle tiempo a nuestro cerebro a pensar en cada uno de los pasos que implica dicho desenfunde: buen movimiento de brazos, buen empuñamiento desde la funda, buen desplazamiento del arma desde la funda al ojo, buen alineamiento de miras en el momento del disparo, etc.

No pensar en cada uno de los pasos, implica que dejamos al cerebro no consciente que haga lo que sabe en esa parte, con lo que la técnica en cierto punto no será perfecta y al querer añadir el componente de la velocidad (que es lo que vamos a querer hacer en la fase de «activación»), nuestra técnica fallará. En otros casos, como puede ser la eliminación de un «vicio» muy enquistado, se necesitará un aporte extra de motivación al cerebro no consciente, algo tan sencillo como decir en voz alta en el momento de la ejecución lo que queremos o no queremos que nuestro no consciente haga. Sirva como ejemplo de un error de este tipo la muy común anticipación que le ocurre a algunos tiradores. La manera más eficaz que he encontrado de evitar que el tirador, en el momento del disparo, se anticipe al retroceso del arma consiste en obligarle a que en voz alta diga «no me muevo, no me muevo, no me muevo, …» durante todo el proceso del disparo. Es asombroso lo rápido que los disparos vuelven a encontrarse en el punto donde el tirador tiene colocadas las miras, desapareciendo todos esos disparos bajos que inexplicablemente le aparecían anteriormente. 

Esta manera de trabajar es poco divertida y es muy exigente a nivel mental, puesto que obliga a mantener una concentración muy alta para hacer correctamente todos los pasos, pero es totalmente necesaria para conseguir aprender la técnica correctamente desde los primeros momentos y evitar adquirir «vicios». La gran ventaja es que no hacen falta una gran cantidad de repeticiones para adquirir una técnica, puesto que cada una de ellas es lo más perfecta posible.

Si veis este vídeo o este otro de mis vídeos de tiro en seco,  no hago una gran cantidad de repeticiones por sesión, sino que prefiero pocas, pero muy concentrado en la ejecución. Otro detalle a tener en cuenta es parar siempre antes de notar cansancio, así nuestro cerebro estará de acuerdo en volver a entrenar otro día. Posteriormente, y de vez en cuando, se puede ejecutar a velocidad rápida para ver si nuestro sistema automático hace las cosas como queremos. Esta parte implica tanto el tiro en seco como el fuego real.

Espero que el artículo haya sido de utilidad. No entrenéis para fallar.

Un cordial saludo.

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