«Cuando un cartucho entra en recámara no debe volver a entrar», es decir, o se dispara o se desecha. Bueno, en realidad creo que tampoco hay que ponerse tan estrictos, digamos que puedes aprovecharlo alguna otra vez más antes de desecharlo. Esto resulta de aplicación tanto para fusiles como pistolas, sobre todo con armas semiautomáticas.
La cuestión es que cuando se introduce un cartucho en recámara este recibe un fuerte golpe al ser empujado por el cierre o la corredera del arma y asentarse en la recámara: (1) este golpe embute levemente el proyectil en la vaina, como se ve en la imagen; (2) además empuja y embute levemente el pistón ─o cápsula iniciadora o fulminante─.
En el primer caso ─el proyectil embutido en la vaina─ se puede generar tal sobrepresión en recámara que esta te reviente en los morros, con el peligro que ello conlleva. No tiene por qué suceder pero los accidentes ocurren y «más vale prevenir que curar».
Tengo que decir que el cartucho que se puede ver en la foto apenas se ha embutido un milímetro en la vaina después de introducirlo en recámara un ciento de veces, así que no parece que pueda generar demasiados problemas. Pero eso nunca se sabe y puede haber algún cartucho en el que el proyectil no vaya tan bien engarzado y sea más propenso a embutirse. En fin…
En el segundo caso ─el pistón levemente embutido en la vaina─ se puede generar una interrupción en el arma de tipo I ─fallo al disparar [Failure To Fire]─, de forma que al percutir el cartucho no se produzca el disparo por culpa de ese leve desplazamiento del pistón. Puede pasar, y ha pasado en alguna ocasión, como explicaba el Dr. Gary K. Roberts en este artículo. Eso no plantea ningún problema de sobrepresión en recámara, por el que te vaya a reventar en los morros, pero escuchar un «clic» cuando necesitas un «bum» puede suponer un grave peligro en el caso de te sucede al enfrentarte a una amenaza o enemigo.
Puede que todo esto ya lo supieras ─porque no es nada nuevo─, pero no está de más recordarlo.
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