Combate en Primera Persona: En un Campo de Minas. Afganistán. Septiembre de 2010.

Cortesía del Cabo Michael Gannon. ©The New York Times

 

En 2010, los médicos del Centro Médico Regional Landstuhl en Alemania, un hospital de cuidados intensivos para soldados heridos en combate, se dieron cuenta de una problemática tendencia: el número de pacientes que necesitaban amputaciones se había triplicado respecto al año anterior.

(Este artículo es una traducción de su original en inglés: DAO, James. «First Person in Combat: In a Minefield». At War, Notes From the Front Lines, The New York Times. 7 de junio de 2011)

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Las razones eran dos, según decían las autoridades militares. Los soldados e infantes de marina americanos estaban realizando más patrullas a pie como parte de la estrategia contra la insurgencia en Afganistán, lo cual implicaba una mayor interacción con los aldeanos y las fuerzas de seguridad afganas. Y, en consecuencia, los insurgentes estaban enterrando cada vez más minas antipersona ─diseñadas tanto para mutilar como para matar─ en los caminos y carreteras más transitadas. Algunas eran rudimentarios dispositivos caseros, algunas eran armas sofisticadas.

En otoño de 2010, los soldados de la Compañía Alpha, del Primer Batallón, del 87º Regimiento de Infantería, de la 10ª División de Montaña, comenzaron una misión de varios días para asegurar un pequeña cota en el distrito más al norte de la provincia de Kunduz. La estratégicamente situada cota, conocida  como Qurghan Tapa, era considerada un asentamiento ideal para disparar morteros o cohetes sobre el cercano pueblo de Imam Sahib. El objetivo de la Compañía Alpha era evitar que esto sucediera durante las elecciones parlamentarias de Septiembre.

El Capitán Adrian Bonenberger vuelve la mirada hacia una cota en la que dos de sus hombres resultaron gravemente heridos. ©The New York Times

Lo que sucedió a continuación fue documentado por The New York Times como parte de su serie A Year at War [Un Año en Guerra]. Advertidos que podría haber minas antipersona en lo alto de la cota, la Compañía Alpha se trajo consigo dos expertos en explosivos de la Armada que creían que podrían limpiar la cota empleando detectores de minas portátiles. Pero los dispositivos, fundamentalmente detectores de metales, no encontraron ninguna mina ─y había dos por lo menos─.

Una explosionó bajo los pies de uno de los buscadores de minas, el Sargento John Kremer. Poco después que el Sargento fuera evacuado en helicóptero, un segundo dispositivo explosionó bajo un soldado de la Compañía Alpha, el Cabo Matthew Hayes.

El 7 de junio de 2011, en NYTimes.com se colgó la grabación realizada por la cámara del casco de uno de los soldados que presenciaron los hechos. La secuencia fue rodada por el Cabo Michael Gannon, que se la facilitó a The Times.

La versión editada, que incluye la narración del propio Cabo Gannon, captura la sobrecogedora brusquedad de las explosiones, y, en el caso del Cabo Hayes, los esfuerzos del Sargento Primero de su sección y dos sanitarios por auxiliarle y reconfortarle. Lo que no captura suficientemente bien son las crudas emociones de los soldados: el nerviosismo que muchos sienten mientras ascienden a la cota, su ira y frustración tras las explosiones.

El Capitán Bonenberger seguía los acontecimientos en la cota por radio y le explicaba la situación al Cuartel General del Batallón. ©The New York Times

Antes de la primera explosión, el pelotón del Cabo Gannon había ocupado posiciones a lo largo de la cresta de la cota en lo que bien podían ser trincheras que podrían datar de los años 1980, cuando el Ejército Soviético utilizó la cota (Es más, en varios fotogramas se puede ver la barcaza oxidada de un vehículo de transporte de tropas soviético).

Tras caer herido el Sargento Kremer, el pelotón permaneció en posición, esperando la orden de reanudar la marcha. Como ya habían atravesado la zona a pie repetidamente, los soldados se confiaron con que la zona podría estar libre de minas. Pero cuando se estaban preparando para reanudar la marcha, el Cabo Hayes pisó un dispositivo.

Tal y como explica el Cabo Gannon, la muerte y las heridas en combate pueden parecer exasperantemente caprichosas. Por qué otros soldados que habían pisado la misma zona no accionaron la mina, se preguntaban unos a otros. ¿Fue porque el Cabo Hayes llevaba una carga más pesada, incluyendo una ametralladora? ¿Realmente los demás habían pisado sólo los bordes de la mina, pero sin tocar el disparador? ¿Era una mina de plástico de fabricación extranjera? ¿O un dispositivo casero endiabladamente simple fabricado a partir de fertilizante y botellas de refresco?

Un artículo más reciente sugiere algunos de los posibles motivos por los que fallaron los detectores de minas. Pero los soldados nunca lo sabrán.

Lo que está claro en el vídeo es la reacción ante las heridas del Cabo Hayes. Se puede escuchar al Sargento Primero Dean Lee urgiendo la presencia de un veterano sanitario, el Cabo Primero Jerry Price, ante el soldado herido (el Cabo Primero Price describía su experiencia en la cota en otro video). Posteriormente, el Cabo Gannon pasa al lado del Cabo Hayes y su cámara captura la voz tranquilizadora del Cabo Primero Price mientras le administra morfina y los chistes que le cuenta el Sargento Primero Lee mientras le sostiene la mano al Cabo Hayes.

El Sargento John Kremer es reconfortado por un compañero buscaminas tras pisar una mina. ©The New York Times

Al Sargento Primero Lee se le concedería una Estrella de Bronce al Valor por sus acciones de aquel día en la cota, que también incluyeron conducir a los sanitarios hasta el Sargento Kremer.

A medida que va concluyendo el vídeo, al Cabo Hayes lo tumban en una camilla para trasladarlo a una zona de toma de helicópteros (helicopter landing zone) a los pies de la cota. «Ten cuidado», le dice el Cabo, obviamente dolorido, al Cabo Gannon. «¿Por qué? ¿te crees que te voy a dejar tirado, hermano?», le responde el Cabo Gannon. «No, me voy de aquí, macho», dice el Cabo Hayes.

De vuelta en su puesto avanzado de combate en Imam Sahib tras el incidente, los soldados expresaban ira e indignación por los heridos. El Cabo Donovan Lovelace, un sanitario que estaba cerca del Cabo Hayes, lloraba. Las imágenes y las entrevistas de aquellos momentos se pueden ver en un vídeo anterior.

Mientras tanto, un grupo de soldados de la Compañía Alpha, incluído el Cabo Gannon y varios otros que habían atravesado el campo de minas, permanecieron en la base de la cota Qurghan Tapa durante los siguientes dos días para impedir que los insurgentes subieran a la cota.

El Cabo Primero Jerry Price, de pie a la izquierda, el sanitario más antiguo de la sección, reconforta al Cabo Donovan Lovelace, también sanitario, bajo el rebufo de un helicóptero medicalizado que traslada al Cabo Matthew Hayes, que había pisado una mina. ©The New York Times

Durante dos noches, aquellos soldados intercambiaron un intenso fuego de armas portátiles y fuego de mortero con insurgentes de las aldeas controladas por los Talibán justo al norte de la cota. Pero no sufrieron ninguna baja y las elecciones en el distrito marcharon sin grandes trastornos.

En total, cuatro americanos fueron heridos aquel día. El Sargento Kremer perdió sus dos piernas. El Cabo Hayes perdió su pierna derecha. Y otros dos soldados que estaban cercan del Cabo Hayes, el Cabo Alan Bakula y el Sargento Robert Kennedy, sufrieron heridas por la metralla de las que se recuperaron. Todos ellos consintieron la emisión de este vídeo.

En diferentes entrevistas en vídeo, el Cabo Hayes explica su rehabilitación en el Centro Médico del Ejército de Walter Reed, el Cabo Bakula cuenta sus últimos meses en Afganistán, cuando perdió su interés en el combate y otros soldados del batallón describen las venturas y desventuras de la vuelta a casa.

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