Seguridad con las armas de fuego: descargas o disparos no intencionados o involuntarios.

gore_gun_safetySin duda, la seguridad representa el factor más importante en lo que se refiere al manejo y uso de cualquier arma de fuego, no solo para los profesionales armados (militares, policías, vigilantes de seguridad privada, etc.) sino también para cualquier tirador o usuario (tiradores deportivos, cazadores, personas con licencia tipo B, etc.), y muy especialmente para los instructores, entrenadores, formadores, profesores, …, en la materia, porque sobre ellos recae la gran responsabilidad de enseñar correctamente a los demás lo que supone la seguridad con las armas de fuego.

Cualquier persona puede verse envuelta en un enfrentamiento armado y sufrir graves lesiones o incluso la muerte a consecuencia de recibir un disparo. Se trata de una situación difícilmente predecible y/o evitable, más fruto del azar que de la preparación del individuo, que forma parte de los riesgos cotidianos a los que estamos sujetos.

Sin embargo, cosa bien distinta son aquellos accidentes o incidentes en los que, normalmente debido a un «defecto» de seguridad con las armas de fuego por parte de su usuario, alguien sufre lesiones o incluso la muerte a consecuencia de recibir un disparo; ese alguien tanto puede ser el propio usuario, como un compañero, como alguien que por allí pasaba. Por supuesto, toda descarga o disparo de un arma de fuego que origina un accidente o incidente suele tener el carácter de «no intencionado» o «involuntario», es decir, sin querer. De otro modo, si fuera queriendo, adrede, no se trataría de un accidente o incidente, sino de un delito de lesiones, homicidio o asesinato.

Por otra parte, al referirse a lo que se ha venido a llamar «descarga o disparo no intencionado o involuntario», no es extraño leer o escuchar en las noticias los términos «disparo accidental» y «disparo fortuito», como si tales disparos fueran fruto del azar o de algún fallo mecánico que haya supuesto que «el arma de fuego se disparara sola». Evidentemente, aunque se trata de una posibilidad, las armas de fuego no se disparan solas, ni las carga el diablo, y, por tanto, los disparos accidentales o fortuitos prácticamente no existen y normalmente se trata de disparos «no intencionados o involuntarios».

Sin embargo, en muchas ocasiones ese carácter de «no intencionado» o «involuntario» de un disparo se convierte en «negligente» o «imprudente», habida cuenta de que el usuario del arma de fuego en cuestión suele ser el responsable y culpable directo del «defecto» de seguridad con las armas de fuego que haya dado lugar al accidente o incidente y sus consecuencias. Tal «defecto» casi siempre viene dado por la vulneración de alguna, cuando no varias, de las cuatro «normas de seguridad con las armas de fuego», que debemos a Jeff Cooper (1920-2006, considerado el padre del arte marcial moderno del combate con armas de fuego).

El ser humano parece bastante proclive a cuestionar las normas y, por ello, en muchas ocasiones a no seguirlas, sin ser consciente de sus posibles consecuencias. Esto sucede no solo con las normas de seguridad con las armas de fuego, sino también con otras normas, como las de seguridad vial, cuyo incumplimiento (los límites de velocidad, por ejemplo) está detrás de muchos accidentes o incidentes de tráfico.

Las «normas de seguridad con las armas de fuego» son tan solo cuatro, todas ellas muy sencillas, lógicas y razonables, pero aún así suelen vulnerarse (normalmente inconscientemente, ya que lo contrario sería una absoluta temeridad) con una gran facilidad, incluso, cuando no más, por los propios instructores (algunos).

No es raro escuchar todo tipo de excusas para justificar la vulneración de alguna, varias o todas estas normas de seguridad, cuando en realidad la esencia misma de su cumplimiento implica que se cumplan siempre, independientemente de las circunstancias, de tal forma que se genere un hábito, tal que condicione su cumplimiento de forma subconsciente. La importancia de su cumplimiento, y gravedad de su incumplimiento, es de tal calado que todo accidente o incidente con armas de fuego suele ir ligado a la vulneración de estas normas de seguridad.

Antes de toda sesión de entrenamiento con armas de fuego cabe recordar estas cuatro normas de seguridad, para luego y siempre respetarlas. Así lo hace un buen instructor de tiro, tanto en persona como en textos y vídeos.

Estas son las dichosas cuatro normas:

1. Trata todo arma de fuego como si estuviera «siempre cargada», lista para abrir fuego.

En otras palabras, esta norma viene a decir que no hagas nada con un arma de fuego que no harías si supieras que realmente está cargada, con un cartucho en recámara. Así que no apuntes a nada ni a nadie si no pretendes dispararle, por el motivo que sea, lo cual representa la segunda norma de seguridad.

No son pocos los accidentes o incidentes en los que el usuario del arma de fuego, tras vulnerar inconscientemente esta primera norma, así lo ratifica al afirmar «¡pero si no estaba cargada!» o «¡yo pensaba que no estaba cargada!». Algunos usuarios, bajo la convicción de que «no está cargada», usan o manipulan el arma de fuego como no lo harían si realmente lo estuviera, con el consiguiente problema en el caso de equivocarse. Teniendo en cuenta que es de humanos equivocarse el problema salta a la vista, y es que (durante el entrenamiento) es mejor creer que «siempre está cargada» y equivocarse (salvo en un enfrentamiento armado) que creer que «no está cargada» y equivocarse.

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2. No dirijas la boca de fuego del arma hacia nada ni nadie sobre lo que no pretendas disparar.

La norma anterior se encuentra tan íntimamente ligada a esta norma que se utiliza como típica excusa para vulnerar ésta, de forma que el usuario del arma de fuego dice «¡tranquilo, que no está cargada!» al tiempo que apunta hacia cualquier parte o cualquier persona. El problema surge en el caso de equivocarse, lo cual sucede con más o menos frecuencia. Entonces se produce una descarga o disparo no intencionado o involuntario que puede tener consecuencias graves o fatales, bien porque el proyectil impacta directamente sobre aquel a quien apuntaba el arma o bien porque el proyectil atraviesa aquello a lo que apuntaba el arma e impacta sobre quien pudiera encontrarse detrás.

Ni siquiera apuntar hacia el cielo, al aire, hacia la nada (o eso es lo que uno se cree), está exento de problemas, ya que el proyectil acabará impactando en alguna parte y bien podría alcanzar a alguien (no sería la primera vez). Hay que tener en cuenta que el alcance máximo de un proyectil resulta muy superior al alcance eficaz del arma que lo dispara, de tal forma que, por ejemplo, el proyectil que dispara una pistola 9 Luger tiene un alcance máximo de más de un kilómetro; eso supone que un proyectil que se dispara al aire en el campo de tiro puede acabar impactando sobre una persona a más de un kilómetro.

Esta norma se ha tomado con tanto rigor que con el ánimo de aplicarla correctamente se han generado múltiples TTPs: low ready o guardia baja, posición SUL, temple index o arma a la sien, high port o boca de fuego hacia arriba, etc. Normalmente el principal objetivo de estas TTPs radica en llevar la boca de fuego dirigida hacia abajo o hacia arriba (hay todo un eterno debate sobre si hacia abajo o hacia arriba), y no hacia el frente o el lateral, para evitar en la medida de lo posible apuntar a nadie que no constituya una amenaza. Por supuesto, no siempre será posible evitarlo, especialmente en una situación real de combate con armas de fuego, pero ello no sirve de excusa para dejar de cumplir, o al menos intentarlo, las normas de seguridad.

3. Mantén el dedo fuera del disparador hasta que los elementos de puntería estén sobre el blanco y realmente vayas a disparar.

El dedo índice no descansa sobre el disparador en ningún momento, y únicamente se situará sobre el mismo para presionarlo cuando realmente se vaya a disparar y sólo cuando los elementos de puntería estén sobre el blanco, y no antes. Mientras tanto el dedo índice permanece estirado totalmente fuera del guardamontes y por encima del hueco que ocupa el disparador, de tal forma que en el caso de contraerse involuntariamente no pueda acabar sobre el mismo. Hay quien apoya el dedo sobre el armazón y hay quien exagera hasta llevarlo a la ventanilla de expulsión de la corredera

Mantén el dedo fuera del disparador hasta que los elementos de puntería estén sobre el blanco y realmente vayas a disparar.

Al extraer la pistola de la funda para llevarla hacia el frente el dedo índice permanece estirado en todo momento hasta que los elementos de puntería se encuentran sobre el blanco y se decide presionar el disparador. Se trata de un detalle al que es necesario prestar atención y que fácilmente puede pasar desapercibido para el usuario, aunque con la ayuda de un compañero de entrenamiento o una cámara de vídeo se puede detectar rápidamente para que no se convierta en un mal hábito. No es extraño ver cómo algunos usuarios de pistola llevan el dedo al disparador nada más extraer el arma de la funda, lo que puede dar lugar a una descarga o disparo no intencionado o involuntario (como el de Tex Grebner, por ejemplo, en parte debido al uso de un modelo de funda pistolera que finalmente acabó prohibida en varios estamentos).

Mantén el dedo fuera del disparador hasta que los elementos de puntería estén sobre el blanco y realmente vayas a disparar.

La aparición de esta norma de seguridad se debe principalmente al estudio sobre contracciones musculares involuntarias llevado a cabo por el Dr. Roger M. Enoka en 1991. «Son varios los factores que pueden desembocar en una contracción muscular involuntaria, tales como un susto [startle], una contracción solidaria, una pérdida del equilibrio o el hecho de frenar la inercia del movimiento de la pistola al llevarla al frente. En el caso particular de las armas de fuego la cuestión radica en la contracción involuntaria del dedo índice cuando descansa sobre el disparador. Según varios estudios (Kearney & Chan, 1981; Moore, 1975; Shinohara, Keenan, & Enoka, 2003; Zijdewind & Kernell, 2001), para un varón la fuerza de la contracción involuntaria del dedo índice puede alcanzar de media una fuerza de más de 6 kilos (14 libras) (Heim et al., 2006); estos autores señalan que, dado que se trata de una media de fuerza, resulta razonable que muchas personas puedan superarla en una contracción involuntaria del dedo índice, especialmente en situaciones reales sobre el terreno debido al efecto modulador del estrés sobre las contracciones musculares (Delwaide & Toulouse, 1983; Noteboom, Barnholt, & Enoka, 2001; Weinberg& Hunt, 1976)».

«El Dr. Enoka (2003) repasa varios estudios sobre las contracciones musculares involuntarias y explica cómo pueden provocar la descarga no intencionada de un arma de fuego. Además de los factores anteriormente indicados que pueden provocar una contracción involuntaria en las manos y los dedos, Enoka destaca especialmente el papel de las conexiones entre las extremidades del cuerpo: cuando se produce una contracción en una extremidad se provoca una contracción involuntaria de los mismos músculos en la extremidad contraria. Una contracción solidaria, citada anteriormente, es un ejemplo de esto. Debido a estas conexiones entre las extremidades del cuerpo, el entrenamiento de la fuerza de una extremidad, como un brazo, supondrá realmente el fortalecimiento de la extremidad contraria, incluso aunque no haya participado de ese entrenamiento de la fuerza». (HENDRICK, Hal W.; PARADIS, Paul; HORNICK, Richard J. Human Factors Issues in Handgun Safety and Forensics. CRC Press. 26NOV2007. 248 páginas)

Hoy día existe abundante información sobre las contracciones involuntarias que no hace más que acentuar y demostrar la importancia de esta norma de seguridad para prevenir en la medida de lo posible una descarga o disparo no intencionado o involuntario de un arma de fuego por culpa de una contracción involuntaria del dedo índice sobre el disparador. Entre otros documentos de especial interés, y prácticamente de lectura obligatoria para cualquier instructor, figuran el artículo del Dr. Roger M. Enoka Involuntary Muscle Contractions and the Unintentional Discharge of a Firearm, publicado el 13 de febrero de 2003, en el Law Enforcement Executive Forum, y el artículo de Christopher Heim, Eckhard Niebergall y Dietmar Schmidtbleicher Involuntary firearms discharge, does the finger obey the brain?, publicado en el número 43 de la revista The Firearms Instructor.

4. Asegúrate de cuál es tu blanco.

Esta norma implica que antes de dirigir la boca de fuego a ninguna parte, con la posibilidad de vulnerar entonces la norma número 2, compruebes cuál es tu blanco y su entorno, y te asegures no sólo de que constituye un blanco o una amenaza a batir sino también de lo que tiene detrás, lo que tiene delante, lo que tiene a su alrededor. Tu blanco será únicamente aquello sobre lo que pretendas disparar y no otra cosa, no olvides lo dicho para las normas números 1 y 2.

La localización e identificación positiva de un blanco como tal representa un factor crítico para evitar disparar sobre el blanco equivocado, por ejemplo, en el campo o galería de tiro no es raro confundirse de blanco y disparar al del tirador de al lado. Esto en la vida real supondría disparar por error a un compañero, un transeúnte o un familiar.

Tampoco sería extraño en el campo o galería de tiro que algún tirador se quedara retrasado al parchear los impactos de un ejercicio mientras los demás ya están en la línea de tiro listos para abrir fuego. La aplicación de esta norma supone que aunque se dé la orden de inicio del ejercicio, cada tirador compruebe su blanco y su entorno, de forma que si detecta la presencia de alguna persona en la línea de blancos no dirija siquiera la boca de fuego al frente para no vulnerar la norma número 2. Este problema se incrementa en el caso de condiciones de visibilidad reducida o condiciones de poca luz.

Por otra parte, en la vida real las amenazas a batir se encuentran entremezcladas con transeúntes y compañeros, por lo que no sería difícil que en las proximidades de una amenaza pueda haber algún compañero o transeúnte, tanto delante como detrás o a ambos lados, que pudiera llevarse alguno de nuestros disparos. Más que el remoto problema de la sobrepenetración (más reducida en el caso del 5,56 o con la munición de punta hueca) el principal problema son los disparos que fallan su blanco.

Estas cuatro normas de seguridad con las armas de fuego, si bien no van a evitar que puedan producirse accidentes o incidentes, sí van a reducirlos y muy especialmente minimizar sus consecuencias. Todas estas normas están interrelacionadas entre sí y unas refuerzan a las otras. Por ejemplo, en el caso de vulnerarse la norma número 1 la aplicación de las normas números 2 y 3 permitiría mitigar las consecuencias en caso de un disparo involuntario.

Con todas las normas de seguridad con las armas de fuego hay que ser muy estricto en su cumplimiento y no aceptar ninguna excusa para vulnerarlas, salvo que sea total y absolutamente necesario, y únicamente hasta el punto donde sea total y absolutamente necesario. Así, estas normas se respetarán siempre aunque se utilicen armas simuladas (Red Gun), marcadoras (UTM), de air soft, munición inerte, munición de fogueo, cañones de entrenamiento, dispositivos de bloqueo de la recámara, etc. La razón es bien sencilla: se trata de generar un buen hábito de seguridad con cualquier arma de fuego, para lo que es necesario que estas normas se cumplan siempre, y ello es compatible con el uso de cualquier arma, sea real, simulada o de juguete.

Habrá circunstancias en las que sea total y absolutamente necesario hacer uso de un arma que «no está cargada», como la práctica del tiro en seco, en la que se vulnera a sabiendas la regla número 1, puesto que se asume que «el arma no está cargada». Pero aún así se aplica la máxima de que «está cargada» y hay que usarla y manejarla como si lo estuviera, aunque se haya comprobado varias veces que no lo está y se haya eliminado (o eso se cree uno) toda posibilidad de que lo estuviera.

Si por error un cartucho real acaba en la recámara y se realiza un disparo, creyendo que es en seco, las consecuencias serán mínimas siempre que se hayan respetado las normas números 2 y 4, ya que en el momento del disparo la boca de fuego del arma estaría dirigida hacia un lugar previamente seleccionado (y no sobre nada ni nadie sobre lo que no se pretenda disparar), como puede ser la línea de blancos (si estamos en el campo o galería de tiro), una pared maciza capaz de detener el proyectil, u otra tras la que sólo hay tierra, como la pared de un semisótano que da al exterior (norma número 4, asegurarse de lo que hay detrás del blanco).

El tiro en seco tiene como finalidad practicar los principios básicos del tiro  y no es lo mismo que un ejercicio de doble acción (force-on-force). Lo que no hay que hacer nunca al practicar el tiro en seco es dirigir la boca de fuego del arma hacia nadie, dado que no es algo necesario y, por tanto, representa un riesgo innecesario. No se admiten excusas de ningún tipo. Nada de aberraciones como apuntarse unos a otros, por muy bonito que pueda parecer o muchas justificaciones que se le quieran buscar. Asimismo, nada hay más absurdo que vulnerar las normas de seguridad en un campo o galería de tiro, al que precisamente se va a practicar con fuego real y no en seco. Aunque se puede practicar en seco, desde luego es el peor momento y lugar para obviar las normas números 1, 2 y 4.

Una de las pocas situaciones en la que se hace necesario vulnerar «relativamente» estas normas son los ejercicios de doble acción, en los que obviamente se utilizan armas simuladas (Red Gun), marcadoras (UTM), de air soft, munición inerte, munición de fogueo, cañones de entrenamiento, dispositivos de bloqueo de la recámara, etc. y nunca munición real (aunque sí armas reales). Estos ejercicios de doble acción implican interactuar con figurantes de carne y hueso en situaciones que pretenden recrear la realidad, por lo que habrá momentos en los que se dirija la boca de fuego hacia tales figurantes y se produzca un disparo simulado sobre ellos. En realidad no se vulneran las normas de seguridad, cuyo cumplimiento también forma parte del ejercicio, sino que voluntaria y conscientemente, y sólo cuando sea estrictamente necesario, cuando la situación recreada lo requiera, se realiza una acción con el arma que no se realizaría si realmente estuviera cargada (y eso sí es vulnerar la norma número 1) como es apuntar a alguien sobre el que no se pretende disparar «realmente» (vulneración de la norma número 2).

En estos casos, como es evidente, toda precaución es poca y habrá que extremar las medidas de seguridad para evitar que bajo ningún concepto pueda producirse un disparo real. Hay que tener en cuenta que este tipo de accidentes o incidentes desgraciadamente ocurren, poniendo de manifiesto la propensión a cometer errores del ser humano cuando no se aplican estrictamente todas las precauciones. Por ejemplo, ha habido casos en los que se ha confundido munición de fogueo con munición real y otros en los que se ha confundido arma con Simunition o balas de goma con arma con munición real, con graves consecuencias.

En resumen, las normas de seguridad con las armas de fuego son una máxima que todo buen usuario de un arma se toma con todo el rigor y seriedad que requieren las posibles consecuencias de un potencial accidente o incidente. No hay excusas.

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