El poder de parada [stopping power] no existe, ni son los padres. Se trata de colocación de los impactos. Da igual si 9 Luger, .40 S&W, .45 ACP.

.40 S&W, .38-40 Win., .44 S&W Spl., .45 ACPLa controversia está servida cuando se trata de determinar cuál es el calibre de arma corta más adecuado para su uso en combate o en el servicio. Y no nos referimos al calibre más adecuado para defensa porque resulta un tanto ambiguo hablar de defensa cuando en realidad se hace uso de la fuerza letal, que de por sí tiene un carácter eminentemente ofensivo.

El principal concepto que se esgrime cuando se trata de valorar diferentes calibres de arma corta es lo que se denomina «poder de parada» o stopping power. Se trata de un concepto muy discutido y discutible, que no reviste tanta relevancia como se le pretende atribuir. Ni siquiera se ajusta a la realidad en su propia definición. Es más, los expertos en balística terminal, balística de efectos o balística de heridas, no le prestan atención a semejante conachada. En lugar de considerar el poder de parada como concepto, analizan detenidamente el comportamiento y los efectos del proyectil al impactar sobre el cuerpo humano y todos aquellos factores que puedan influir en ello.

¿Un proyectil dispone de un «poder» para detener o parar a una persona al impactar contra ella? Pues por grande que sea el «poder de parada» que se le atribuya a un proyectil, difícilmente tendrá el efecto de detener o parar a una persona en el acto (inmediatamente) solo porque dicho proyectil impacte contra ella.

Un proyectil en sí mismo no tiene poder alguno para detener o parar a una persona. Una persona se detendrá o parará únicamente si los efectos de los daños que ocasionados por el impacto de un proyectil son suficientes para incapacitarle, ─psicológica y/o fisiológicamente. Esos daños están más relacionados con la colocación de los impactos que con el calibre y tipo de proyectil utilizado. De hecho, existe plena constancia de la supervivencia de alguna que otra persona tras haber recibido múltiples disparos calibre .45 ACP ─que alguno consideraba la panacea en cuanto a poder de parada─ y de alguna otra persona que no ha sobrevivido a un único disparo calibre .22 LR ─que se podría considerar una vergüenza en cuanto a poder de parada─. ¡Que se lo expliquen a Mike Day, por ejemplo!

HipotálamoEl concepto de poder de parada [stopping power] se define como la capacidad de un determinado proyectil para incapacitar de forma inmediata a una persona. Con este concepto se pretende cuantificar de algún modo la capacidad por la que un único proyectil puede incapacitar de forma inmediata a una persona. Esta definición abarca algo tan complejo que resulta inútil. Cualquier proyectil, sin importar su calibre, tiene capacidad de incapacitación inmediata si impacta sobre el hipotálamo o sobre la parte superior de la médula espinal de una persona, y es casi exclusivamente en este caso cuando la incapacitación resulta inmediata. Ni siquiera un impacto directo en el arco aórtico o en el propio corazón tiene porqué resultar en una incapacitación inmediata como consecuencia de la exanguinación, que tardará varios segundos en producirse y que conlleva la muerte.

Hipotálamo.En un documento de 1992 de la International Wound Ballistics Association  (IWBA) [Asociación Internacional de Balística de Heridas] el Dr. Ken Newgard escribió lo siguiente respecto a cómo afecta la pérdida de sangre a la incapacitación:

«Un varón de 70Kg tiene un caudal cardíaco aproximado de 5,5 litros por minuto. Su volumen de sangre es de unos 4200cc. Suponiendo que su caudal cardíaco puede duplicarse bajo estrés, su flujo aórtico de sangre puede alcanzar los 11 litros por minuto. Si este varón tuviera su aorta torácica completamente seccionada le llevaría 4,6 segundos perder el 20% de su volumen total de sangre. Este es el menor tiempo en el que una persona podría perder el 20% de su volumen de sangre por una única herida. Una persona poco adiestrada puede disparar a una cadencia de dos disparos por segundo. En 4,6 segundos podrían haberse realizado fácilmente 9 disparos como respuesta antes que la acción del asaltante sea neutralizada. Téngase en cuenta que esta valoración no considera el oxígeno contenido en la sangre que ya abastece al cerebro y que lo mantendrá funcionando durante un período de tiempo aún mayor».

Pelvis.Sin embargo, detener o parar a una persona no equivale a incapacitarla, aunque incapacitarla sí que equivaldrá normalmente a detenerla o pararla. Por ejemplo, un impacto de un proyectil calibre .45 ACP a la altura de la cadera de una persona puede hacer que se detenga o se pare, como consecuencia de una posible fractura de la pelvis. Eso no implica la incapacitación de la persona, que además de poder sobrevivir a sus heridas si recibe atención médica, también podrá continuar combatiendo desde el suelo.

Lamentablemente incapacitar a un individuo suele venir acompañado de su muerte, aunque no se trata del fin último del disparo, sino de una consecuencia inevitable y absolutamente incontrolable por parte del tirador. Partiendo de la base que el uso de un arma de fuego se considera en todo caso fuerza letal a nadie puede sorprenderle el hecho por el que recibir un disparo suponga en algunos casos la muerte del la persona.

Es ridículo pretender hacer uso de la fuerza letal para incapacitar a una persona sin ocasionarle daños irreversibles. Eso sería tarea para las armas no letales. No obstante, cuando se hace uso de la fuerza letal sobre un agresor la única intención del tirador es incapacitarle para que cese en su agresión. No se pretende provocarle la muerte, aunque normalmente no se puede evitar. Ese es el principal problema de la fuerza letal: ¡que es letal por su propia naturaleza y no puede controlarse o aplicarse gradualmente! Hollywood ha corrompido muchas mentes al hacerles creer que «se dispara a matar» cuando en realidad «se dispara para incapacitar».

En resumidas cuentas, no existe tal poder de parada como concepto cuantificable y, por tanto, la selección del armamento y munición a emplear en combate no podrá basarse en tal concepto, sino en las propias características del armamento y munición, así como en los diferentes factores que influyen en los efectos o heridas que producen sobre el cuerpo humano. Será entonces el estudio de la propia balística terminal, de efectos o de heridas la que determine la idoneidad de una u otra munición. No solo se trata del calibre, sino del tipo de proyectil, entre otros factores.

Urey W. Patrick, agente del FBI retirado

Urey W. Patrick, agente del FBI retirado

Uno de los documentos que mejor condensa y explica los factores que determinan la capacidad de un proyectil de pistola para incapacitar a un individuo fue escrito, con el título Handgun Wounding Factors and Effectiveness, por el agente del FBI ─ya retirado─ Urey W. Patrick, en 1989, cuando se encontraba asignado a la Firearms Training Unit de la Academia del FBI en Quantico, Virginia (EE.UU.). En este documento, Patrick expone de una forma clara y sencilla toda una serie de verdades en lo que a balística de heridas se refiere y aborda ciertos mitos y leyendas que siempre han estado con nosotros. También está disponible en español en este artículo, gracias a la labor de traducción de José I. Carrión Gutiérrez.

Dicho esto, ¿por qué para algunos resulta tan preocupante el ─escaso, según ellos─ poder de parada del calibre 9 Luger? ¿por qué no se presta más atención a la importancia que tiene la colocación de los impactos? Sin lugar a dudas, se subestima la verdadera capacidad del calibre 9 Luger al considerarlo inferior a otros calibres como el .40 S&W o el .45 ACP. Además, existen algunos mitos y leyendas respecto a los calibres más utilizados por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, especialmente en EE.UU., que se utilizan como argumento para defender la necesidad de abandonar el calibre 9 Luger para pasar a otros como el .40 S&W o el .45 ACP.

No obstante, la realidad es bien diferente y desde hace años existe una clara tendencia hacia el empleo del calibre 9 Luger, que por otra parte es el calibre de pistola reglamentario en las Fuerzas Armadas de países de la OTAN. Incluso el FBI, uno de los principales detractores del 9 Luger en su momento, volvió a dicho calibre; de hecho, ya cuando el .40 S&W era popular, existía la opción de utilizar el 9 Luger si el usuario no se adaptaba bien al .40 S&W. La Policía Local de la ciudad de Nueva York [New York Police Department (NYPD)], así como otros importantes cuerpos de Policía, siempre ha utilizado armas semiautomáticas en calibre 9 Luger desde que abandonó el uso del revólver.

Si hablamos de cifras en el ámbito de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad (FCS) en EE.UU., en base a las ventas de los principales fabricantes de municiones, en 2012 aproximadamente el 25 % empleaban 9 Luger, el 60 % .40 S&W, el 15 % .45 ACP y menos del 1 % .357 Sig. y .45 GAP. Actualmente, el 9 Luger es la norma.

A finales de los años 1980 las FCS estadounidenses empezaron a alejarse del 9 Luger porque los ligeros proyectiles blindados de punta hueca [Jacketed Hollow Point (JHP)] de aquella época no ofrecían una penetración suficiente y su capacidad frente a barreras intermedias era muy limitada. Como consecuencia, el calibre .40 S&W llegó a ser muy popular en los años 1990 y primeros años 2000.

A partir de 2010 el calibre 9 Luger empezó a adquirir popularidad otra vez. Las nuevas generaciones de proyectiles blindados de punta hueca [Jacketed Hollow Point (JHP)] en calibre 9 Luger ofrecen un rendimiento terminal y una capacidad frente a barreras intermedias significativamente mejorados. Existe una amplia variedad de municiones de pistola para servicio o defensa. Asimismo, la crisis financiera de 2008 redujo considerablemente los presupuestos de las FCS estadounidenses y puesto que la munición en calibre 9 Luger cuesta sustancialmente menos, su adopción supone un importante ahorro. A todo esto hay que añadir que muchos de los policías menos experimentados y de menor estatura que sumaron a las plantillas de Policía en los últimos años mostraban dificultades para disparar y cualificarse con pistolas en calibre .40 S&W. Por último, muchos de los diseños de pistolas en calibre .40 S&W no resisten bien el esfuerzo que supone disparar este calibre, lo que incrementa los costes de su ciclo de vida.

Existen muchos mitos y leyendas en torno a los efectos, o heridas, que un proyectil de pistola produce sobre el cuerpo humano. Uno de los errores más comunes consiste en sobrevalorar la lesividad de la cavidad temporal que se genera, que en el caso de un proyectil de pistola (aunque sea disparado por un arma larga) se considera totalmente despreciable. De esta forma, los factores a tener en cuenta a la hora de valorar los posibles efectos de un proyectil de arma corta se reducen a la cavidad permanente y a la penetración del proyectil, ya que por su poca velocidad, la fragmentación es normalmente inexistente.

Comparativa de efectos de proyectiles de arma corta. ©Gary K. Roberts.

Comparativa de efectos de proyectiles de arma corta. ©Gary K. Roberts.

En el caso de un proyectil de arma corta se puede deducir fácilmente que la cavidad permanente será mayor cuanto mayor sea el calibre del arma, ya que dicha cavidad no es más que la destrucción de tejidos que ocasiona el proyectil a su paso a través de los mismos; y si el proyectil es más grueso (mayor calibre) mayor será la destrucción de tejidos. Asimismo, con carácter general, dicha cavidad permanente también será mayor en el caso de un proyectil de punta hueca o expansiva, respecto a uno blindado, ya que en el momento del impacto se expandirá adquiriendo una mayor superficie frontal (que puede llegar a ser el doble del calibre), por lo que la destrucción de tejidos será mayor. Esta es la verdadera ventaja de un proyectil de punta hueca, que la cavidad permanente será mayor, y no el hecho por el que se le atribuye una mayor cavidad temporal, que poco o nada tiene que ver con las heridas ocasionadas.

Hornady Critical Defense

Hornady Critical Defense.

Sin embargo, en el caso de un proyectil de punta hueca hay que tener en cuenta que no siempre se logra una expansión adecuada tras impactar, bien porque los obstáculos intermedios (cristal, ropa, etc.) lo impiden, o bien porque los tejidos (músculos, huesos, órganos) sobre los que impacta tienen una consistencia diferente que influye sobre la expansión del proyectil en mayor o menor medida. Por tanto, es importante seleccionar un proyectil de punta hueca cuyo rendimiento terminal en lo que a expansión se refiere sea lo más consistente y uniforme posible, a pesar del material o tejido sobre el que impacte, como demuestran algunas municiones consideradas más aptas para servicio y defensa que otras.

La expansión de un proyectil de punta hueca también tiene un precio, que consiste en una menor penetración respecto a un proyectil blindado. La penetración es otro de los factores fundamentales que determina la lesividad que ocasiona un proyectil. Si la penetración no es suficiente como para alcanzar vasos sanguíneos importantes u órganos internos, de nada servirá una gran cavidad permanente, ocasionada por un proyectil de grueso calibre y/o punta hueca, sin olvidar en todo caso que lo más importante es la colocación de los impactos. Por este motivo existe munición especialmente concebida para atravesar barreras intermedias (cristal, chapa, madera, etc.) y aún así conservar su capacidad para penetrar lo suficiente en el cuerpo y expandirse de forma consistente y uniforme.

Por otra parte, en algunas ocasiones se defiende la idoneidad de proyectiles de punta hueca frente a sus homólogos blindados debido a la excesiva sobrepenetración de estos últimos (blindados) respecto a los primeros (punta hueca). Realmente parece existir cierto «miedo» a la sobrepenetración, especialmente entre los miembros de las FCS, como es lógico. No hay duda que casi cualquier proyectil de arma corta tiene capacidad para atravesar un tabique o una pared y alcanzar a un individuo que se encuentre al otro lado, llegando a ocasionarle daños de gravedad.

Expansión de un proyectil de punta hueca Hornady Critical Duty tras atravesar diferentes materiales.

Expansión de un proyectil de punta hueca Hornady Critical Duty tras atravesar diferentes materiales.

Sin embargo, «la preocupación por que un proyectil pueda atravesar el cuerpo de un individuo y herir a un transeúnte inocente claramente se exagera. Cualquier estudio sobre enfrentamientos con armas de fuego por parte de los miembros de las FCS revela que la inmensa mayoría de los disparos realizados por los agentes no impactan sobre individuo alguno en absoluto. Evidentemente los relativamente pocos disparos que impactan sobre un individuo de ninguna manera resultan más peligrosos para los transeúntes que los propios disparos que fallan totalmente su blanco. Ningún policía ha perdido su vida porque un proyectil sobrepenetrara a su adversario y casi nadie ha sido denunciado alguna vez porque un proyectil alcanzara a un transeúnte inocente tras atravesar a su adversario» (Urey W. Patrick, 1989).

En resumidas cuentas, en cuanto a la cuestión de la sobrepenetración de un proyectil, más vale preocuparse por la colocación de los impactos que divagar al respecto sin demasiados datos objetivos. No obstante, es absolutamente cierto que el diseño de los proyectiles de punta hueca les proporciona un mayor rozamiento con los tejidos, lo que limita la posibilidad por la que el proyectil atraviese a la amenaza hiriendo a algún transeúnte inocente, convirtiendo a este tipo de proyectiles en preferibles frente a los blindados.

Existen algunos datos estadísticos aleccionadores recogidos por la Policía Local de Nueva York [New York Police Department (NYPD)] en 1995/96, cuando todavía era reglamentario el cartucho Winchester en calibre 9mm con proyectil blindado (FMJ) de 115 grains: 41 de 121 (34%) individuos fueron alcanzados por los disparos de la NYPD tras haber atravesado primero el proyectil a otra persona. En 1998 la NYPD adoptó como reglamentario el cartucho Speer en calibre 9mm con proyectil blindado de punta hueca (JHP) Gold Dot de 124 grains y carga +P y las cifras cayeron drásticamente.

Entonces, en virtud de todos estos aspectos, ¿qué calibre resulta más adecuado para su uso en combate o en el servicio? ¿9 Luger? ¿.40 S&W? ¿.45 ACP? ¿y qué tipo de proyectil? ¿blindado? ¿punta hueca? No se trata simplemente de seleccionar aquella munición cuyos efectos impliquen una mayor cavidad permanente con la penetración suficiente. Esa sería la respuesta más obvia, que nos llevaría siempre a optar por el mayor calibre posible y un proyectil de punta hueca, es decir, que si pudiera ser de 30mm y punta hueca, ese sería el calibre de la pistola para servicio o defensa. Igual ese calibre en concreto no existe para pistola o revólver, pero sí el .454 Casull o el .50 AE, y eso no quiere decir que por sus grandes dimensiones sean la mejor elección.

Proyectiles de punta huecaTan importante resulta disponer de un cartucho (calibre/proyectil) que genere una destacable cavidad permanente y que penetre lo suficiente, pero no excesivamente, como que dispararlo resulte sencillo (retroceso controlable que permita realizar secuencias rápidas de disparos), que permita almacenar suficientes cartuchos en el cargador y que su precio no sea demasiado elevado. Encontrar tal cartucho no es tan fácil. Atendiendo a todos estos factores se comprueba que una buena munición en calibre 9 Luger con proyectil de punta hueca constituye una posible munición ideal para su uso en combate o en el servicio, de ahí su mayor popularidad en la actualidad frente al .45 ACP y el .40 S&W.

Obviamente, existen diferencias en cuanto a balística terminal (cavidad permanente, penetración) entre 9 Luger, .40 S&W y .45 ACP. Tales diferencias no implican que el simple hecho de utilizar una pistola en calibre 9 Luger para enfrentarse a un agresor armado con una pistola en calibre .40 S&W o .45 ACP suponga una desventaja táctica. ¿Cuál es la diferencia, en lo que a incapacitación de un individuo se refiere, entre un único impacto sobre el hipotálamo de un proyectil en calibre 9 Luger, .40 S&W o .45 ACP? ¿Y sobre el arco aórtico o el corazón? ¿Y entre varios impactos 9 Luger y uno solo .40 S&W o .45 ACP?

Asumiendo que las diferencias en cuanto a balística terminal entre 9 Luger, .40 S&W y .45 ACP no son determinantes, siempre y cuando los impactos estén bien colocados, hay que tener en cuenta cuestiones como el precio, la facilidad para disparar (menor retroceso) y la capacidad del cargador, según se trata de uno u otro calibre. El que una munición resulte más cara que otra implica que con un mismo presupuesto se dispondrá de menos munición para instrucción y/o adiestramiento, lo que repercute negativamente en la capacidad del tirador para colocar los impactos correctamente. El que una munición imprima mayor retroceso que otra sobre el tirador implica que resultará más difícil dispararla, es decir, resultará más difícil realizar disparos controlados en una secuencia rápida de disparos. El que una munición sea de un calibre mayor implica una menor capacidad del cargador, lo que limita la disponibilidad de munición para hacer frente a una amenaza. Todos estos factores combinados entre sí convierten al calibre 9 Luger en una sabia elección si se dispone de una munición adecuada.

En conclusión, en lo que al combate con pistola se refiere, lo más importante para lograr incapacitar a una amenaza es la colocación correcta de los impactos, para lo que es recomendable disponer de una pistola que proporcione una buena capacidad en el cargador, que resulte fácil disparar y lograr impactos certeros y que los costes no se disparen. Además, en cuanto a elección de munición para servicio, combate o defensa, un buen proyectil de punta hueca ofrece los mejores resultados. Actualmente existe una amplia variedad de armamento y munición en calibre 9 Luger que constituye una excelente elección para su uso en combate o en el servicio, sin que sea necesario optar por calibres .40 S&W o .45 ACP.

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