Hace ya 45 años que la Policía sabe que no se dispara contra un coche en movimiento, pero aún lo hacen.

No hay que ser muy listo para saber que eso de disparar contra un coche para detenerlo forma parte de las películas. En la vida real, pretender parar un coche a tiros, viene siendo como querer cazar elefantes con un matamoscas. Lo cierto es que lejos de ser una buena práctica, dispararle a un coche para intentar detenerlo es una temeridad, por poner en peligro a cualquier ocupante del coche, además de a cualquier otra persona que estuviera cerca ─teniendo en cuenta que darle al blanco es realmente difícil, especialmente si no eres un buen tirador─. Este tema no es nuevo y ha sido discutido durante años, hasta el punto de haberse incluido una prohibición expresa de disparar contra un coche en movimiento en la normativa de algunos Cuerpos de Policía como el de Nueva York o el de Los Ángeles, en EE.UU.

 


 

(Este artículo es una traducción NO autorizada de su original en inglés Police have known for 45 years they shouldn’t shoot at moving cars. But they still do it, de Germán López, publicado en Vox.com el 8 de mayo de 2017)

 

Hace ya 45 años que la Policía sabe que no se dispara contra un coche en movimiento, pero lo siguen haciendo.

Los expertos coinciden plenamente en que dispararle a un coche en movimiento es una mala idea. Esta práctica se ha llevado por delante innumerables vidas.

Por German López8 de mayo de 2017.

Por ejemplo, en abril de 2017, un policía estadounidense ─que acudió a una llamada por una fiesta en un domicilio─ disparó a un coche en movimiento y mató a Jordan Edwards, un chaval de 15 años que iba en el asiento del acompañante. El policía, Roy Oliver, fue despedido y acusado de homicidio, a pesar de las dudas sobre lo sucedido.

Independientemente de las dudas, algo de sobra conocido desde hace décadas, es que este tipo de cosas sencillamente no deberían pasar, porque un policía prácticamente nunca ha de disparar contra un coche en movimiento. Esa lleva siendo la norma desde hace 45 años en la Policía Municipal de la ciudad de Nueva York (EE.UU.) ─el mayor Cuerpo de Policía de todo EE.UU.─, y los expertos están totalmente de acuerdo que esa debería ser la norma en todos los Cuerpos de Policía.

El argumento para el cambio está claro: disparar contra un coche de 2.000Kg es una forma ineficaz de detenerlo. No solo es probable que el policía falle el blanco (porque la vida real no es el Call of Duty), sino que puede darle de lleno a cualquiera. Y si el policía se encuentra delante del coche en el momento de realizar los disparos, puede acabar arrollado aunque le dé al conductor.

«Si consigues darle al conductor, ahora tienes delante un coche sin control», decía Geoff Alpert, un policía en la Universidad de Carolina del Sur (EE.UU.), experto en táctica policial. «Y es exactamente igual de probable que el pie pise el acelerador como que no».

A pesar de todo, estas situaciones continúan produciéndose. Según una base de datos del periódico Washington Post, desde 2015 los disparos de la Policía acabaron con la vida de casi 200 personas en todo EE.UU. que se encontraban en el interior de un coche en movimiento. En general, se trata de situaciones que violan lo que expertos policiales consideran buenas prácticas, generando muertes innecesarias, aún siendo legales.

Si se aprobaran, impusieran y siguieran normas prohibiendo disparar contra un coche, todas o la mayoría de estas muertes se podrían haber evitado, al tiempo que dan más seguridad a los policías. En una época en la que el uso excesivo de la fuerza por la Policía está recibiendo mucha atención, este cambio parece algo inminente en una normativa que muchas veces puede ser confusa.

Hace 45 años, la Policía de Nueva York prohibió disparar contra un coche en movimiento. Hace más de 4 décadas que la Policía de Nueva York descubrió que tenía un grave problema: morían muchas personas por sus disparos. Una de tales situaciones en particular generó muchas protestas y días de disturbios: la muerte de Ricky Bodden, un crío de 11 años.

Así que la Policía de Nueva York decidió reformar sus prácticas sobre el uso de la fuerza para limitar las muertes innecesarias. El Cuerpo hizo varios cambios, pero uno de los más importantes llegó cuando se dieron cuenta que muchas de estas muertes fueron provocadas por policías al disparar contra un coche en movimiento. Así que prohibieron disparar contra un coche en movimiento mientras que la única amenaza física fuera el coche y no otro arma. Esto quiere decir que un policía puede disparar justificadamente contra un coche en movimiento si el conductor le estuviera disparando con un arma de fuego, pero no puede disparar al coche en movimiento si el propio coche fuera el único peligro para él mismo u otras personas.

El Foro de Investigación Policial [Police Executive Research Forum], que estudia y promueve normativas reguladoras, resumió los resultados: «esa normativa de la Policía de Nueva York, adoptada en 1972, supuso una pronunciada reducción inmediata de los usos de la fuerza letal en la ciudad de Nueva York. Los incidentes con disparos de la Policía descendieron de casi 1.000 al año en 1972 hasta 665 al año siguiente, y han disminuido continuamente desde entonces, hasta menos de 100 al año actualmente».

Incidentes con disparos de la Policía de Nueva York, 1971-2014.

La prohibición no ha tenido un impacto apreciable en la capacidad de la Policía para impedir delitos. En general, los delitos en la ciudad de Nueva York han disminuido durante décadas, y se encuentran actualmente en mínimos históricos. Concretamente,  en 2016 el número total de asesinatos en la ciudad fue de 335 ─menos de los 352 en 2015 y los 673 en 2000─ (el índice de asesinatos de la ciudad incluso ha caído por debajo de la media nacional en los últimos años).

Los policías de Nueva York no siempre han seguido al pie de la letra esta prohibición. Tras disparar a Sean Bell, que estaba desarmado, en 2006, se criticó duramente a la Policía en parte por disparar contra un coche. Esto demuestra que solo con disponer de una norma aprobada no siempre es suficiente para impedir que se dispare; también es fundamental que los policías cuenten con una buena instrucción y adiestramiento, así como que la Policía imponga adecuadamente su normativa.

No obstante, los expertos policiales coinciden en que la prohibición de disparar contra un coche en movimiento ha sido buena para la Policía de Nueva York.

«Se perdían vidas y los policías se ponían ellos mismos en peligro», decía Chuck Wexler, director del Foro de Investigación Policial. «El delito típico ─robo de un coche─ era un delito relativamente menor. Acabar con la vida de alguien, obviamente era una tragedia. Así que se dieron cuenta que «solo tenemos que establecer una férrea prohibición que un policía dispare contra un coche»».

Hay excepciones a la norma. Wexler hacía referencia a una situación como el ataque terrorista en Niza (Francia), en el que un camión arrolló a una multitud y murieron decenas de personas y cientos resultaron heridas. Tal situación desesperada justificaría que un policía haga uso de la fuerza letal. «Obviamente, cualquier policía sería libre de hacer lo que tuviera que hacer para detener ese vehículo», explicaba Wexler.

También hay situaciones en las que un policía puede no ser capaz de apartarse del camino del coche, haciendo potencialmente necesario el uso de la fuerza letal. «Yo haría todo lo que pudiera para evitar el coche», reconocía Alpert de la Universidad de Carolina del Sur.

Afortunadamente, este tipo de incidentes representan una pequeña minoría de las situaciones en las que la Policía tiene que hacer frente a un coche en movimiento. Por eso el Foro de Investigación Policial ha pedido una prohibición expresa de disparar contra un coche en sus 30 principios orientativos sobre el uso de la fuerza [30 Guiding Principles on Use of Force].

Algunos policías están de acuerdo. John Timoney, que anteriormente trabajó en puestos de alto nivel en Cuerpos de Policía de Nueva York, Philadelphia y Miami, escribió para el Foro de Investigación Policial, «una norma estricta no implica que nunca haya una excepción a la norma. Si un policía puede dar una razón válida para disparar contra un coche en movimiento (en mis tiempos he escuchado unas cuantas), se puede considerar como excepción a la norma. Pero en la gran mayoría de los casos, una norma estricta de no disparar contra un coche no solo salvará vidas, sino que mantendrá a nuestros policías alejados de problemas, de los medios, y, Dios no lo quiera, de la cárcel».

Wexler explicaba que es importante que toda prohibición de disparar contra un coche en movimiento se escriba claramente y se imponga de forma estricta. De otro modo, los policías contarán con demasiada flexibilidad ─y pueden optar por disparar en más ocasiones de las que deberían─. «Si no se trata de una prohibición expresa, lo que sucede es que los policías se pondrán ellos mismos en una posición en la que sienten que su vida está en peligro y no tienen elección», decía.

Los expertos consideran que la prohibición de disparar contra un coche en movimiento es buena para todos los implicados: policías, conductor y cualquiera que pudiera verse envuelto en este tipo de situación.

«Hasta donde yo sé, ningún policía ha sufrido daño alguno como consecuencia de esta norma», explicaba Wexler, haciendo referencia a la normativa de la Policía de Nueva York. «Y se han salvado muchas vidas», añadía. «Para mi esta normativa implica lo sagrada que es la vida humana ─tanto de los policías como de los individuos a los que hacen frente─».

Para entender por qué, imagínate una situación en la que un policía se encuentra frente a un coche que se dirige a toda velocidad hacia él. Si el policía decide disparar, podría ponerse en peligro, dado que, en lugar de apartarse del camino del coche, se concentrará en disparar. Eso podría acabar con el policía gravemente herido.

El otro problema es que disparar contra un coche en movimiento es realmente una forma muy ineficaz de detenerlo. La mayoría de las veces, los policías fallan el blanco ─desde el momento y hora que los policías no son siempre lo buenos tiradores que vemos en la tele y las películas─. Incluso podrían darle al blanco equivocado, como un ocupante del coche o un transeúnte.

Además, aunque le den al conductor, eso no garantiza en modo alguno que el coche vaya a detenerse realmente. Un conductor herido o muerto puede pisar aún más fuerte el acelerador, provocando que el coche pierda el control ─y quizás arrolle a más personas y ocasione más daño─.

Por supuesto, en algunas situaciones no disparar puede generar el inconveniente que el sospechoso se escape. No obstante, los expertos consideran que los beneficios son más que los inconvenientes. «Posiblemente ahora mismo haya 100.000 autos judiciales pendientes en la ciudad de Nueva York», decía Wexler. «Así que uno más hacen 100.001. Ya averiguarán dónde vive y le detendrán. Sencillamente no merece la pena poner vidas en peligro por algo que, comparado con perder una vida, es insignificante».

Phillip Atiba Goff, experto en Derecho Penal y prejuicios raciales en la Facultad de Derecho Penal John Jay de Nueva York, comparaba esta norma con aquellas que prohíben las persecuciones en coche. La Policía ha comprobado que las persecuciones en coche suelen acabar con personas inocentes o policías heridos a medida que una persecución se va descontrolando más y más. Así que muchos Cuerpos de Policía han prohibido las persecuciones en coche, para confiar en balizas GPS, matrículas y otros medios de identificación para detener posteriormente a un conductor huido.

«No importa lo preparado que estés, no puedes prepararte para que en una carrera de coches ─como en un videojuego─ nadie resulte herido», decía Goff. «Por lo que una persona hace un mero análisis coste-beneficio en su cabeza y llega a la conclusión que el riesgo de hacer esto rara vez compensa los beneficios».

La gran lección identificada: la Policía tiene que evitar situaciones en las que el uso de la fuerza llegue a ser la única respuesta.

Todo el problema se reduce a una cuestión general sobre cómo usa la fuerza la Policía: normalmente no se trata de los segundos previos a los disparos en los que el policía hizo algo mal. Sino que puede reducirse a lo que estaba haciendo el policía en los minutos o incluso horas previas a verse en una situación en la que la fuerza se consideró necesaria de repente.

Piensa en los últimos momentos antes que un policía de Cleveland (EE.UU.) disparara y matara en 2014 a Tamir Rice, de 12 años de edad. En aquella tragedia, los policías creyeron que Rice, que era negro, tenía un arma de fuego real, cuando en realidad estaba jugando con una pistola de juguete. Y los policías llegaron en coche justo hasta el parque donde Rice estaba jugando y le dispararon al chico un par de segundos después de salir de su coche patrulla.

¿Y si los policías, en lugar de conducir directamente hasta el lugar, hubieran aparcado a cierta distancia, explorado la zona e ido andando hasta el parque más lentamente, al tiempo que le daban instrucciones a Rice? Desde luego, es imposible decir cuál sería el resultado, pero parece mucho más probable que Rice estaría vivo a día de hoy.

Como explicó Goff, «hablamos de decisiones en décimas de segundo que tienen que tomarse cuando se usa la fuerza letal, y no siempre es así. La mayoría de las veces, la Policía no es emboscada en una esquina y en ese momento tiene que decidir qué hace. La mayoría de las veces, lo que sucede es que se toman múltiples decisiones tácticas hasta llegar a ese momento en el que se ha visto comprometida su seguridad».

Las situaciones que implican un coche en movimiento pueden ser similares. Si un policía se concentra en apartarse del camino de un coche en lugar de detener al conductor por cualquier medio necesario, posiblemente nunca se plante delante de un coche en movimiento ─una situación de amenaza inmediata en la que podría considerar la fuerza letal como su única opción─. El policía puede evitar ponerse a sí mismo en peligro innecesariamente y verse obligado a hacer uso de la fuerza letal, evitando al mismo tiempo lo que los expertos policiales denominan «un disparo lícito, pero trágico».

Goff aportó previamente un ejemplo de un trabajo de investigación que realizó en Las Vegas. Allí, la Policía estableció una norma para las persecuciones a pie, por la que el policía que persigue a un individuo no ha de ser la primera persona que le ponga la mano encima, sino otro policía que llegue al lugar en coordinación con el primero. La idea surge de que normalmente las persecuciones a pie acababan con un uso excesivo de la fuerza ─al fin y al cabo, se trata de carreras con mucha adrenalina en las que policía y sospechoso pueden calentarse mucho y muy rápido─. Así que al limitar en la medida de lo posible que el policía que persigue ponga la mano encima al sospechoso, Goff supuso que se podía limitar el uso de la fuerza.

Se comprobó que el cambio funcionaba. Se redujo un 23% el uso de la fuerza y un 11% las lesiones en policías a lo largo de varios años, además de reducir las disparidades raciales, según Goff. «Más seguro para los policías, más seguro para los sospechosos», comentaba.

«No tuve que hablar de raza para reducir una disparidad que comprende elementos raciales», explicaba. «Tuve que cambiar la situación fundamental en la que la Policía se enfrenta crónicamente con los sospechosos. Y ese es el tipo de ejemplo del que hablo sobre cómo interrumpir los prejuicios de la vida».

En las afueras de Dallas (Texas), un enfoque similar ─si se siguiera una norma específica con décadas de evidencias─ podría haber salvado la vida de un chico de 15 años.

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