Comandos Sin Fronteras. El desarrollo mundial de las Fuerzas de Operaciones Especiales de EE. UU.

Boinas verdes del Ejército de Tierra estadounidense adiestran a soldados nigerianos en 2017. Foto del Mando combatiente geográfico estadounidense en África (U.S. AFRICOM).

2015 ya fue un año de récord para las Fuerzas de Operaciones Especiales estadounidenses, pero pronto lo batieron y tienen camino para volver a hacerlo año tras año. Tantas misiones, tantos despliegues, tantas maniobras y ejercicios alrededor del mundo, tienen su lado bueno y su lado malo. Su lado malo viene dado principalmente por el riesgo y el tiempo fuera de casa. Su lado bueno lo constituyen, entre otras cosas, la gran experiencia y preparación para las Fuerzas de Operaciones Especiales estadounidenses, que se convierten así en las de mayor experiencia y preparación del mundo. Vamos, que si buscas un buen referente en cuanto a TTPEs (Tácticas, Técnicas, Procedimientos y Equipo), no irás mal encaminado si te fijas en ellos. Dicen que para ser bueno no basta con parecerlo, sino que hay que demostrarlo, y no se puede negar que con tantas misiones y despliegues las Fuerzas de Operaciones Especiales estadounidenses demuestran continuamente sus capacidades. Para bien y para mal, otros no pueden decir lo mismo.

 

(Reproducción del artículo en español publicado en War Is Boring con fecha 20 de agosto de 2018, traducción del original en inglés escrito por Nick Turse)

 

Dos helicópteros HH-60 Pave Hawk del Ejército del Aire estadounidense asignados al Escuadrón de Rescate 301 de la Reserva del Ejército del Aire lanzan SEALs de la Armada con base ​​en la costa oeste durante un entierro en la mar para esparcir las cenizas de antiguos SEAL fallecidos durante el año anterior. Foto de dominio público de la Armada estadounidense tomada por el Sargento Abe McNatt.

Comandos Sin Fronteras

El desarrollo mundial de las Fuerzas de Operaciones Especiales de EE. UU.

A principios de junio de 2018, en un pequeño puesto militar cerca de la ciudad en ruinas de Jamaame, en Somalia, empezaron a escucharse disparos de armas portátiles mientras caían proyectiles de mortero. Cuando terminó el ataque, había un soldado somalí herido ─y si esa hubiera sido la única baja, seguro que jamás te habrías enterado─.

Pero lo que pasó es que desde ese puesto avanzado también estaban operando comandos estadounidenses y cuatro de ellos resultaron heridos, tres con la suficiente gravedad como para ser evacuados y recibir atención médica. Otro operador especial, el Sargento Alexander Conrad, miembro de las Fuerzas Especiales del Ejército de Tierra estadounidense, también conocidas como Boinas Verdes, murió.

Si la historia no te resulta ligeramente familiar ─combate por parte de comandos estadounidenses en guerras africanas en las que técnicamente EE.UU. no está implicado─ debería. En diciembre de 2017, Boinas Verdes que operaban junto con fuerzas locales en Níger mataron a 11 miembros del Estado Islámico en un combate. Dos meses antes, en octubre de 2017, una emboscada de un grupo terrorista del Estado Islámico en ese mismo país, en el que pocos estadounidenses (incluidos miembros del Congreso) sabían que había operadores especiales estadounidenses desplegados, dejó cuatro soldados estadounidenses muertos ─Boinas Verdes incluidos─.

Los militares estadounidenses describieron la misión primero como «asesoramiento y asistencia» a las fuerzas locales, y luego como «patrulla de reconocimiento» encuadrada en una misión más amplia de «entrenamiento, asesoramiento y asistencia», antes de que finalmente se presentara como una operación de «matar o capturar» [kill or capture].

En mayo de 2017, una incursión en Somalia que el Pentágono describió como una misión de «asesoramiento, asistencia y acompañamiento» se saldó con un SEAL de la Armada muerto y otros dos militares estadounidenses heridos. Parece ser que un mes antes un comando estadounidense mató a un miembro del Ejército de Resistencia del Señor, un despiado grupo armado que lleva décadas aterrorizando algunas zonas de África Central.

Y, según informaba el periódico New York Times en marzo de 2018, entre 2015 y 2017 se produjeron otros 10 ataques contra tropas estadounidenses en África Occidental no declarados anteriormente. No es de extrañar entonces que, como mínimo durante cinco años, tal y como informaba recientemente la web Politico, Boinas Verdes del Ejército de Tierra, SEALs de la Armada y otros comandos estadounidenses, actuando bajo una autoridad legal poco conocida denominada Sección 127e, hayan participado en incursiones de combate de reconocimiento y de «acción directa» con operadores especiales africanos en Somalia, Camerún, Kenia, Libia, Malí, Mauritania, Níger y Túnez.

 

Nada de esto debería sorprendernos, dado que tanto en África como en el resto del planeta las Fuerzas de Operaciones Especiales estadounidenses participan habitualmente en un amplio conjunto de misiones que incluyen reconocimiento especial y acciones ofensivas a pequeña escala, guerra no convencional, contraterrorismo, rescate de rehenes y asistencia a fuerzas de seguridad ─es decir, organizar, entrenar, equipar y asesorar a tropas extranjeras─. Y cada día, en prácticamente todas partes, los comandos estadounidenses participan en varios tipos de entrenamientos.

A no ser que acaben en desastre, la mayoría de las misiones permanecen en la sombra, desconocidas para todos salvo unos pocos estadounidenses. Sin embargo, solo el año pasado, se desplegaron comandos estadounidenses en 149 países ─aproximadamente el 75 por ciento de todos los países del planeta─. A mediados de 2018, según las cifras aportadas por el Mando estadounidense de Operaciones Especiales a la web TomDispatch, las fuerzas estadounidenses más selectas ya habían llevado a cabo misiones en 133 países. Eso son casi tantos despliegues como todos los realizados durante el último año del gobierno de Obama y más del doble de los realizados en los últimos días de George W. Bush en la Casa Blanca.

Aeronave de rotores basculantes CV-22 Osprey del Ejército del Aire estadounidense sobre la base Eglin Range en Florida el 24 de marzo de 2017. Foto del Ejército del Aire estadounidense tomada por el Cabo Jeff Parkinson.

En plan comando

«El United States Special Operations Command (USSOCOM) [Mando estadounidense de Operaciones Especiales] desempeña un papel integral para hacer frente a las actuales amenazas contra nuestra nación, proteger al pueblo estadounidense, asegurar nuestra patria y mantener equilibrios regionales de poder favorables», declaró a principios de 2018 el General Raymond Thomas, jefe del USSOCOM, ante la Comisión de Defensa del Congreso estadounidense. «Sin embargo, al mismo tiempo que nos dedicamos a las operaciones actuales, tenemos que dedicarnos a una necesaria futura transformación. Las Fuerzas de Operaciones Especiales tienen que adaptar, desarrollar, adquirir y desplegar nuevas capacidades con el objetivo de continuar siendo una parte única, letal y ágil de la Fuerza Conjunta del mañana».

Lo cierto es que las Fuerzas de Operaciones Especiales llevan en un estado de transformación desde el 11 de septiembre de 2001. En los años sucesivos, han crecido de todas las formas posibles ─desde su presupuesto hasta su tamaño, su ritmo de operaciones y el alcance geográfico de sus misiones─. En 2001, por ejemplo, en cualquier momento dado estaban desplegados en el extranjero una media de 2.900 comandos. A fecha de julio de 2018 esa cifra había subido hasta los 8.300, según Ken McGraw, portavoz del SOCOM.

Al mismo tiempo, la plantilla de «puestos militares autorizados» ─militares en activo, reservistas y miembros de la Guardia Nacional que forman parte del SOCOM─ ha pasado de 42.800 en 2001 a 63.500 en la actualidad. Aunque cada Ejército ─Tierra, Armada, Aire─ proporciona fondos, que incluyen sueldos, gratificaciones y parte del equipo de sus fuerzas de élite, los «fondos específicos para operaciones especiales», por valor de 3.100 millones de dólares en 2001, ascienden en 2018 a 12.300 millones de dólares. Además el Ejército de Tierra, la Armada, el Ejército del Aire y el Cuerpo de Infantería de Marina estadounidenses aportan anualmente a sus unidades de operaciones especiales aproximadamente 8 mil millones de dólares.

Todo esto quiere decir que, en cualquier momento dado, hay más de 8.000 operadores especiales tremendamente bien equipados y financiados desplegados en unos 90 países, pertenecientes a un Mando Conjunto que cuenta con aproximadamente 70.000 personas entre militares en activo, reservistas y miembros de la Guardia Nacional, así como civiles. La mayoría de esos operadores son Boinas Verdes, Rangers o miembros de otras unidades de operaciones especiales del Ejército de Tierra estadounidense.

Según el Teniente General Kenneth Tovo, que era Jefe del U.S. Army Special Operations Command (USASOC) [Mando de Operaciones Especiales del Ejército de Tierra estadounidense] hasta junio de 2018 cuando se retiró, su Ejército aporta más del 51% de todas las fuerzas de operaciones especiales y representa más del 60 % de sus despliegues en el extranjero. En cualquier momento dado, soldados de élite solo del Ejército de Tierra estadounidense operan en unos 70 países.

En febrero de 2018, por ejemplo, Rangers del Ejército de Tierra estadounidense realizaron varias semanas de entrenamiento de guerra en invierno en Alemania, mientras Boinas Verdes practicaban misiones con motos de nieve en Suecia. En abril de 2018, Boinas Verdes participaron en el ejercicio multinacional anual de fuerzas de operaciones especiales Flintlock llevado a cabo en Níger, Burkina Faso y Senegal, que contó con la participación de unidades de Níger, Burkina Faso, Malí, Polonia, España y Portugal, entre otros países.

Aunque la mayoría de las misiones consisten en entrenamiento, formación o juegos de guerra, los soldados de las Fuerzas Especiales también participan habitualmente en operaciones de combate a lo largo de la amplia gama de zonas de guerra global de Estados Unidos. Por ejemplo, un mes después del ejercicio Flintlock, boinas verdes acompañaron a comandos locales en una incursión aérea nocturna en la provincia de Nangarhar, Afganistán, en la que supuestamente fue «eliminado» un destacado miembro del ISIS.

En mayo de 2018, un acto de entrega de condecoraciones después de un despliegue de miembros del 2° Batallón del 10° Regimiento de Operaciones Especiales [Special Forces Group], que acababan de llegar después de seis meses de asesoramiento y asistencia a comandos afganos, mostraba algunos indicios del tipo de misiones que se están llevando a cabo en ese país. Esos boinas verdes recibieron más de 60 condecoraciones al valor ─incluidas 20 medallas Estrella de Bronce [Bronze Star] y 4 medallas Estrella de Plata [Silver Star], la tercera más alta condecoración militar en combate─.

Por su parte, la Armada, según el Contralmirante Tim Szymanski, jefe del Naval Special Warfare Command (NSWC) [Mando de Guerra Naval Especial], tiene diariamente unos 1.000 SEALs u otro personal desplegados en más de 35 países. En febrero, miembros del Naval Special Warfare Command (NSWC) y del U.S. Army Special Operations Aviation Command (USASOAC) [Mando Aéreo de Operaciones Especiales del Ejército de Tierra estadounidense] realizaron ejercicios de adiestramiento a bordo de un buque de asalto anfibio francés en el Golfo Pérsico. Ese mismo mes, SEALs y operadores especiales del Ejército del Aire estadounidense realizaron ejercicios de adiestramiento junto con operadores de Guerra Naval Especial de la Real Armada tailandesa en las maniobras Cobra Gold, ejercicio anual que se desarrolla en Tailandia.

Los llamados «Raiders», miembros del U.S. Marine Corps Forces Special Operations Command (MARSOC) [Mando de Operaciones Especiales del Cuerpo de Infantería de Marina estadounidense], despliegan principalmente en Oriente Medio, África y zonas del Indo-Pacífico en rotaciones de seis meses. En todo momento, hay una media de 400 «Raiders» implicados en misiones a lo largo de 18 países.

En 2017, el Air Force Special Operations Command (AFSOC) [Mando de Operaciones Especiales del Ejército del Aire estadounidense], que cuenta con una fuerza de 19.500 militares, reservistas y civiles, realizó 78 ejercicios conjuntos de adiestramiento con países asociados, según el Teniente General Marshall Webb, jefe del AFSOC. En febrero de 2018, comandos del Ejército del Aire realizaron ejercicios de adiestramiento en entorno frío ─esquí y saltos paracaidistas de apertura manual─ en Suecia, pero tales misiones de entrenamiento solo son parte de la historia. Por ejemplo, hace poco se desplegaron operadores especiales del Ejército del Aire para colaborar en el rescate de 12 niños y su entrenador de fútbol atrapados en el interior de una cueva en Tailandia.

El Ejército del Aire cuenta además con tres alas o regimientos de operaciones especiales en servicio activo asignadas al Air Force Special Operations Command, entre las que se encuentra la 24th Special Operations Wing (24 SOW) [24ª Ala de Operaciones Especiales], una unidad de «tácticas especiales» que integra fuerzas terrestres y aéreas para misiones de «ataque de precisión» y rescate de personal. En un acto de relevo de mando en marzo de 2018, se dijo que habían llevado a cabo casi 2.900 misiones de combate en los últimos dos años.

Adición por sustracción

Durante años, las fuerzas estadounidenses de Operaciones Especiales han mantenido un estado de expansión aparentemente ilimitado. No hay lugar donde esto haya sido más evidente que en África. En 2006, solo el 1 % de todos los comandos estadounidenses desplegados en el extranjero operaban en ese continente. En 2016, esa cifra ascendía a más del 17 %. Por aquel entonces había más personal de operaciones especiales desplegado en África ─1.700 operadores especiales repartidos por 20 países─ que en ninguna otra parte excepto Oriente Medio.

Sin embargo, hace poco el periódico The New York Times informaba de que pronto una «revisión exhaustiva del Pentágono» de las misiones de operaciones especiales en ese continente podría implicar recortes drásticos en el número de comandos allí desplegados. «No vamos a comentar los cometidos que el Ministro de Defensa o el Jefe de Estado Mayor de la Defensa estadounidenses le pueden haber asignado o no al USSOCOM», me dijo el portavoz Ken McGraw cuando le pregunté sobre dicha revisión.

Al parecer, se le ha pedido al U.S. Africa Command (U.S. AFRICOM) [mando combatiente geográfico estadounidense en África] que considere el efecto que tendría sobre sus misiones antiterroristas un recorte de comandos desplegados de un 25 % en 18 meses y un 50 % en tres años. Al final, solo quedarían allí unos 700 comandos ─aproximadamente el mismo número de comandos que estaban desplegados en África en 2014─.

Después del desastre de octubre de 2017 en Níger, que se saldó con cuatro estadounidenses muertos, y órdenes claras por parte del comandante de las Fuerzas de Operaciones Especiales de Estados Unidos en África para que sus comandos «planearan misiones sin entrar en combate directo o que no fueran», varios expertos insinuaron que tal revisión indicaba una reevaluación del compromiso militar en el continente.

Además, la propuesta de recortes parecía encajar con la última estrategia de defensa nacional del Pentágono que destacaba un próximo cambio desde un enfoque en antiterrorismo hacia las amenazas de adversarios cercanos como Rusia y China. «Continuaremos desarrollando la campaña antiterrorista», dijo James Mattis, Ministro de Defensa estadounidense, en enero de 2018, «pero la competencia entre grandes potencias ─no el terrorismo─ es ahora el principal foco de atención de la seguridad nacional de Estados Unidos».

Un nutrido grupo de analistas cuestionó o criticó la reducción de tropas propuesta. Mu Xiaoming, de la Universidad de la Defensa Nacional del Ejército Popular de Liberación de China, comparó esa reducción de las fuerzas estadounidenses de operaciones especiales con la retirada de tropas de Afganistán del Gobierno de Obama en 2014 y mencionó la posibilidad de que «el terrorismo haga su reaparición en África». Como era de esperar, Donald Bolduc, antiguo jefe de los comandos estadounidenses en el continente, se hizo eco de estos mismos temores. «Sin la presencia que tenemos allí ahora», le decía Bolduc a la agencia de noticias Voice of America, «lo único que vamos a conseguir es aumentar con el tiempo la efectividad de las organizaciones extremistas violentas, perder confianza y credibilidad en esta zona y desestabilizarla aún más».

David Meijer, analista de seguridad con sede en Ámsterdam, lamentaba que, mientras África estaba creciendo en importancia geoestratégica y China estaba fortaleciendo sus vínculos allí, «era irónico que Washington fuera a reducir su ya mínima implicación en el continente».

De todas formas, se trata de una conclusión prácticamente inevitable. Durante años, miembros del SOCOM, así como sus partidarios en el Congreso, en comités de expertos y en otras entidades, se han estado quejando a viva voz del ritmo acelerado de las operaciones y el estrés resultante para las fuerzas de operaciones especiales estadounidenses. «La mayoría de unidades de operaciones especiales se emplean hasta sus límites sostenibles», les decía Thomas, jefe del SOCOM, a miembros del Congreso. «A pesar de la creciente demanda de fuerzas de operaciones especiales, hemos de priorizar la atención de estas demandas al mismo tiempo que nos enfrentamos a un entorno de seguridad en constante cambio». Dada la tremenda influencia que ejerce el SOCOM, dichas quejas incesantes seguramente iban a suponer cambios en la política.

De hecho, en 2017, Mattis señaló que la línea divisoria entre las fuerzas de Operaciones Especiales estadounidenses y las tropas convencionales se estaba difuminando y que estas últimas posiblemente asumirían misiones anteriormente reservadas a los comandos, particularmente en África. «Por lo tanto, las fuerzas de propósito general pueden llevar a cabo gran parte del tipo de trabajo que se está realizando y, de hecho, lo están haciendo ya», dijo. «En general, por ejemplo en el Trans-Sahel [en el noroeste de África], muchas de esas fuerzas que se encuentran sobre el terreno apoyando el esfuerzo encabezado por Francia no son Fuerzas Especiales. Así que continuaremos aumentando las fuerzas de propósito general donde sea adecuado. Yo… preveo un mayor uso de esas fuerzas».

A principios de 2018, Owen West, subsecretario de defensa para operaciones especiales y conflictos de baja intensidad, hizo referencia a los comentarios de Mattis al hablarles a los miembros de la Comisión de Defensa del Congreso estadounidense sobre la «necesidad de contemplar la línea que separa las fuerzas operativas convencionales de las fuerzas de operaciones especiales y tratar de aprovechar mejor las “capacidades comunes” de nuestras excepcionales fuerzas convencionales». Mencionó especialmente a las Security Force Assistance Brigades [Brigadas de Asistencia a Fuerzas de Seguridad] del Ejército de Tierra, creadas recientemente para llevar a cabo misiones de asesoramiento y asistencia.

En la primavera de 2018, el senador de Oklahoma James Inhofe, destacado miembro de la Comisión de Defensa del Senado, sugirió que una de esas unidades se dedicara a África.

Sustituir fuerzas de esta manera es precisamente lo que también proponía el senador de Iowa Joni Ernst, veterano de la Guerra de Iraq y miembro de la Comisión de Defensa. A finales de 2017, su secretaria de prensa, Leigh Claffey, declaró a la web TomDispatch que el senador creía que «en lugar de confiar tanto en Fuerzas Especiales, deberíamos involucrar también a nuestras fuerzas convencionales para asumir misiones cuando corresponda, así como trasladar operaciones a fuerzas indígenas competentes».

Lo más probable es que los comandos estadounidenses continúen llevando a cabo sus oscuras incursiones al amparo de la Sección 127e de la Ley junto con fuerzas locales por todo el continente africano, mientras dejan las misiones más convencionales de entrenamiento y asesoramiento a fuerzas regulares. En otras palabras, el número de comandos en África puede reducirse, pero puede que no se reduzca el número total de tropas estadounidenses ─y posiblemente las operaciones encubiertas de combate continúen al ritmo actual─.

En todo caso, es probable que el año que viene las Fuerzas de Operaciones Especiales estadounidenses se expandan, no que se contraigan. La previsión de presupuesto del SOCOM para 2019 incluye la incorporación de unas 1.000 personas a la que entonces constituiría una fuerza con 71.000 efectivos. En abril de 2018, en una reunión de la Subcomisión de Amenazas y Capacidades Emergentes del Senado presidida por Ernst, el senador de Nuevo México Martin Heinrich señaló que el SOCOM estaba en proceso de «incorporar unas 2.000 personas más» en los próximos años. Asimismo, el SOCOM está preparado para convertir 2018 en otro año histórico en cuanto a alcance global. Si los operadores especiales de Washington se despliegan en solo 17 países más antes de final de año, superarán el total del año pasado con el que ya batieron el récord.

«El USSOCOM continúa reclutando, evaluando y seleccionando a los mejores. Después entrenamos y capacitamos a nuestros compañeros para poder resolver los mayores problemas de seguridad nacional», dijo a principios de 2018 el comandante del SOCOM Thomas ante la Subcomisión de Amenazas y Capacidades Emergentes del Congreso. La razón por la que Boinas Verdes y SEALs de la Armada tienen que resolver problemas de seguridad nacional ─cuestiones estratégicas que deberían abordar los legisladores─ es una pregunta que lleva mucho tiempo sin respuesta.

Puede que sea una de las razones por las que, desde que Boinas Verdes «liberaran» Afganistán en 2001, Estados Unidos continúa allí metido en combate y, a medida que han pasado los años, en una plétora de otros frentes de guerra perpetua como Camerún, Iraq, Kenia, Libia, Mauritania, Malí, Níger, Filipinas, Somalia, Siria, Túnez y Yemen.

«No se puede sobrestimar la creatividad, la iniciativa y el espíritu de las personas que componen la Fuerza de Operaciones Especiales. Son nuestro mayor activo», decía Thomas. Y es probable que dichos activos aumenten en 2019.

 

Nick Turse es el editor jefe del sitio web TomDispatch, miembro del medio de comunicación The Nation Institute y escritor colaborador en The Intercept. Hace poco cubrió la limpieza étnica de las fuerzas gubernamentales en Sudán del Sur para Harper’s Magazine y Columbia Journalism Review. Su último libro se titula Next Time They’ll Come to Count the Dead: War and Survival in South Sudan [La próxima vez vendrán a contar los muertos: guerra y supervivencia en Sudán del Sur]. La dirección de su sitio web es NickTurse.com. Este artículo fue publicado por primera vez en TomDispatch.

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