El adiestramiento: la necesidad de forjar guerreros. Por Alejandro Madrid.

«Si estás en una guerra, eres un guerrero. ¿Hay una guerra contra las drogas? ¿Hay una guerra contra el crimen? ¿Hay una guerra contra el terrorismo? ¿Estás haciendo frente o conteniendo una agresión como agente de policía, como efectivo para el mantenimiento de la paz en una tierra lejana, o como un guerrero que combate el terrorismo en todo el mundo? […] ¿Hay gente que se levanta cada mañana con la intención de devolverte a tu familia dentro de una caja de madera? Entonces estás en guerra y eres un guerrero.  Cuando las balas empiezan a silbar, sólo hay dos clases de personas: guerreros y víctimas; aquéllos que luchan y aquéllos que no están preparados, no pueden o no quieren defenderse».1 ​Con estas palabras el Teniente Coronel Dave Grossman da inicio a su libro Sobre el Combate definiendo a todos aquellos policías y otros agentes del orden, soldados y fuerzas de mantenimiento de la paz como lo que son, guerreros del siglo XXI.

El pasado mes de mayo empezó a circular por las distintas plantillas de la Guardia Civil un escrito, al que posteriormente se unió el Cuerpo Nacional de Policía mediante su envío a numerosas dependencias policiales, en el cual se expresa la prohibición de asistir, por parte de cualquier miembro de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, a los diferentes cursos de formación impartidos por entidades privadas, así como la utilización del arma reglamentaria para la realización de los mismos. Se ha hablado y escrito mucho al respecto, por lo que seré breve en mi interpretación. A quien corresponda:

Es cierto que, debido a la gran proliferación de estos cursos en los últimos años, existen organizaciones e instructores que han querido sacar tajada de la situación, personal poco cualificado que vende el oro y el moro, prometiendo que serás el próximo John Wayne en tu unidad, y así te lo hacen creer al entregarte el correspondiente diploma a su finalización. Estos «instructores», pistoleros de barras de bar y pantomima, carecen de los conocimientos básicos para la enseñanza de este tipo de procedimientos, además de que tienen una falta total de escrúpulos por enseñar mal aquello que puede matarte en la calle. Pero, por suerte, existe una gran cantidad de profesionales ajenos a los cuerpos policiales cuyos conocimientos pueden hacer evolucionar el sistema de enseñanza y formación de éstos, instructores con experiencia que saben de lo que hablan, y que es gracias a ellos por lo que cada día existen más profesionales cualificados y entrenados haciendo frente a la incertidumbre, la agresión y la muerte. Es tal el miedo y la desinformación que se respira en algunos despachos que incluso en ellos se afirma que la formación de tiro policial dentro de las instituciones es un sistema eficaz y plenamente orientado al servicio. Pero esto no es más que una burla y desprecio a la dedicación profesional de miles de agentes de todos los cuerpos que día tras día invierten su tiempo y dinero para formarse, aprender y estar a la altura de la realidad de la calle, realidad que parece ser otra para los que están sentados en el sillón de su oficina, una formación que debería facilitar el propio cuerpo y que, por el contrario, es insuficiente, obsoleta e irreal.  Son aquellos verdaderos profesionales con la avidez de instruirse, de sobrevivir y volver a salvo a casa cada día los que acuden y demandan este tipo de enseñanzas, porque ya se han cansado de malgastar el tiempo y de escuchar mentiras, o como bien diría Ernesto Pérez Vera, «mentiras que matan policías».

ESTADÍSTICAS Y ANTECEDENTES LEGALES

Como todos los años el Instituto Táctico de Estudios Policiales publica su E.P.V.I.V. (Estadísticas Policiales de Víctimas de Incidentes Violentos), veamos a continuación un pequeño análisis de los últimos tres años2:

– En el año 2014 se produjeron 91 intervenciones de las cuales 36 se realizaron con arma blanca, 39 con objeto contundente y 15 con armas de fuego. Como resultado de las intervenciones hay que señalar que 37 agentes fueron heridos de consideración leve, 9 graves y 2 fallecidos. Los incidentes se produjeron a menos de 5 metros de distancia.

– En el año 2015 se produjeron 75 intervenciones de las cuales 42 se realizaron con arma blanca, 24 con objeto contundente y 18 con armas de fuego. Como resultado de las intervenciones hay que señalar que 24 agentes fueron heridos de consideración leve y 7 graves. Los incidentes se produjeron a menos de 4 metros de distancia.

– En el año 2016 se produjeron 107 intervenciones de las cuales 45 se realizaron con arma blanca, 41 con un objeto contundente y 21 con armas de fuego. Como resultado de las intervenciones hay que señalar que 51 agentes fueron heridos de consideración leve, 3 graves y 58 sin daños. Los incidentes se produjeron a menos de 4 metros de distancia, siendo el 90% de ellos a menos de 2 metros.

De todo ello podemos concluir que la utilización tanto de armas blancas como de fuego son susceptibles de aparecer en cualquier intervención, ya que, de las 273 intervenciones realizadas en estos últimos tres años, 54 de ellas fueron realizadas con armas de fuego y 133 con arma blanca, lo que indica que en el 64% de las intervenciones el/los agresor/es utilizó/utilizaron medios con los cuales se presupone la intencionalidad de herir o matar. Esto, unido al hecho de que el 90% de las agresiones se produjeron a menos de 3 metros de distancia, es algo que debemos tener en cuenta a la hora del adiestramiento, sustituyendo nuevas técnicas y procedimientos adaptados a estas realidades, ejercicios donde prevalezca la movilidad y el dinamismo, acortando distancias y con escenarios reales. Nunca sabremos que nos deparará la diosa fortuna, que también ayuda, pero lo que sí sabemos es que un entrenamiento real y efectivo puede ayudarnos cuando el día menos pensado el lobo enseñe sus dientes en un callejón oscuro, un entrenamiento que, si no nos es suministrado por el propio cuerpo con anterioridad, debe ser necesariamente buscado fuera.

Sea como fuere, esta prohibición a la formación personal puede estar mermando la seguridad personal de los agentes y de aquéllos a quienes protegen. Yo lo llamo «la incongruencia de las clases particulares». Imaginad que vuestro hijo necesita una ayuda extra para poder aprobar «X» asignaturas, por lo que es apuntado a clases particulares, en las cuales, y como es normal, tiene que invertir tiempo el niño y dinero los padres para asistir a las mismas. Transcurrido un tiempo, el colegio se percata de esta circunstancia, prohibiendo a los padres que sus hijos asistan a las citadas clases, justificando que pudieran ser contraproducentes para el propio niño, con consecuencias indeseables de todo tipo en el futuro. Qué hace el padre, ¿asume el suspenso de su hijo, dando pie a posibles suspensos futuros y obstáculos en su educación o, por el contrario, lo sigue llevando para mejorar su aprendizaje y su porvenir? La respuesta es obvia.

El Real Decreto 517/1986 de 21 de febrero sobre las incompatibilidades del personal militar del Ministerio de Defensa, y publicado en BOE núm. 64 de 15 de marzo de 1986, en su artículo 15, señala las actividades que quedan exceptuadas del régimen de incompatibilidades, concretamente en su apartado «i» donde dice «la colaboración y asistencia ocasional a congresos, seminarios, conferencias, jornadas o cursos de carácter profesional».

Según el Título I. De los derechos y deberes fundamentales en su Capítulo tercero. De los principios rectores de la política social y económica, articulo 40.2, de la Constitución Española, señala «Asimismo, los poderes públicos fomentarán una política que garantice la formación y readaptación profesional». «Esta formación profesional, de acuerdo con la doctrina más extendida, es la preparación de la persona para el trabajo que de forma habitual y estable va a constituir su medio de vida. Mientras que la readaptación profesional es la preparación que el trabajador recibe a lo largo de su vida para adaptarse a las exigencias de la evolución técnica.»3

El Título I. De los derechos y deberes fundamentales, Sección 1.ª De los derechos fundamentales y de las libertades públicas en su artículo 17, apartado 1, señala que «Toda persona tiene derecho a la libertad y a la seguridad».  Como señala la STC 109/1987, la seguridad a la que alude este artículo no es la seguridad jurídica contemplada en el art 9.3 CE, sino la seguridad personal. El abogado Javier Gálvez Montes indica en referencia a dicho artículo lo siguiente: «De seguridad se puede hablar en tanto en cuanto los componentes de un ente colectivo saben que en éste se hallan eliminadas aquellas innovaciones que son susceptibles de perturbar su desenvolvimiento y que pueden aspirar fundamentalmente a mantenerse en el mismo estado en que venían encontrándose, porque dentro de la sociedad no aparecen factores de aniquilación, o si aparecen son contrarrestados por otros movimientos eficaces de signos contrarios».4 Por lo que los agentes del orden, siendo los encargados de proporcionar dicha seguridad al ciudadano, deben ser también quienes gocen de tal privilegio en el desempeño de sus funciones, ya que cada día se encuentran con estas innovaciones que perturban su desarrollo diario y el de las personas a quienes defienden, sintiéndose inseguros por no tener la capacitación necesaria para obrar de manera eficaz, poniendo en peligro sus vidas y las de los demás. Lo que implica la urgente necesidad de una formación que refuerce el sentimiento de seguridad y confianza en los agentes, con readaptación a la realidad de los casos y objetividad en las actuaciones.

 

ENTRENAMIENTO:  CIENCIA Y REALIDAD

«Ésta es la ley. El propósito de la lucha es ganar. No hay victoria posible en la defensa. La espada es más importante que el escudo y la destreza es más importante que cualquiera de las dos. El arma definitiva es el cerebro. Todo lo demás resulta accesorio». John Steinbeck, Los hechos del rey Arturo y sus nobles caballeros.

En EE.UU. existe un dictamen judicial que establece que, para que el adiestramiento con armas de fuego sea legalmente válido para los cuerpos de seguridad, tiene que incorporar un adiestramiento realista que incluya estrés, toma de decisiones y entrenamiento «dispara-no dispares», según la sentencia Oklahoma contra Tuttle de 1984 del Circuito Federal Décimo. Según dice el Teniente Coronel Dave Grossman en su libro Sobre el Combate, si en el combate no estás a la altura de la ocasión, te hundirás hasta el nivel de tu adiestramiento. El autor continúa explicando la importancia de que el adiestramiento realizado por parte de cualquier cuerpo policial y/o militar incluya el escenario más parecido que el agente pueda encontrar en una situación real en la calle, mediante la utilización de paint-bullets o balas de pintura. Dicha munición se trata de cápsulas marcadoras accionadas por pólvora. Este sistema es aplicado por muchas organizaciones de élite policiales y militares con un éxito notable.

«Hay una importante necesidad de participar en este tipo de entrenamiento realista. […] Si agentes de policía se enfrentan a situaciones con tiroteos de vida o muerte y responden de forma inadecuada, ¿de quién es la culpa? ¿De quién es la culpa cuando existen recursos de última generación a su disposición que preparan e inoculan a los agentes para los encuentros con fuerza letal, pero, sin embargo, estos recursos no les han sido ofrecidos? De nuevo, la culpa recaería en sus instructores y en los superiores que no les han suministrado los recursos para poder hacer su trabajo lo mejor que podrían. Y parece que el entrenamiento de combate con paint-bullets es precisamente ese recurso. Es exactamente para el agente de policía y el soldado lo que para el bombero supone entrenarse con fuego».5

La Doctora Alexis Artwohl, investigadora y escritora, trabaja como asesora para las fuerzas de seguridad de EE.UU. en la ciencia del comportamiento. En su libro Encuentros con fuerza letal entrevistó a 141 agentes que estuvieron involucrados en tiroteos. El setenta y cuatro por ciento de los agentes actuó en «piloto automático», es decir, tres de cada cuatro agentes realizaron acciones durante el combate sin pensamientos conscientes. Lo que me lleva a señalar la importancia de las repeticiones en el entrenamiento mediante ejercicios denominados de «tiro en seco», ejercicios de tiro que se realizan con el arma pero sin munición, y que gracias a su método repetitivo se adquiere destreza, confianza y habilidad, mecanizando movimientos básicos que nuestro cerebro graba para después salir a la luz de forma intuitiva o automática en una situación de estrés súbito. Como dijo Bruce Lee, «apréndelo hasta olvidarlo».

En relación con dichas investigaciones la Doctora Artwohl escribió lo siguiente: «Este hallazgo coincide con el modo de pensamiento experiencial, descrito como un modo automático e intuitivo de procesamiento de la información que opera por reglas diferentes de la del modo racional, que se produce automáticamente y sin esfuerzo fuera de la conciencia porque ése es su modo natural de operación, un modo que es mucho más eficiente que el pensamiento consciente y deliberativo». La Doctora continúa: «Esto tiene profundas implicaciones para el entrenamiento porque el pensamiento experiencial se basa en experiencias pasadas. Por lo tanto, bajo un estrés súbito y potencialmente mortal, los individuos probablemente exhibirán un comportamiento basado en experiencias pasadas que automáticamente se producirá sin pensamiento consciente. Esto significa no sólo entrenar a los agentes en tácticas apropiadas, sino también proporcionar suficiente repetición bajo estrés, de modo que los nuevos comportamientos tendrán precedente automáticamente sobre cualquier conducta previamente aprendida, potencialmente inapropiada, que posean antes de convertirse en agentes».

Artwohl también comenta que «otra implicación del estudio, así como de otras investigaciones, es que éste apoya el concepto del entrenamiento basado en la realidad, el cual todos los agentes y entrenadores con una mentalidad táctica saben que representa la base para el cumplimiento responsable en situaciones de alto estrés. La información obtenida de libros de texto y conferencias es de una calidad diferente a la de la información adquirida a través de la experiencia. El conocimiento derivado de la experiencia es a menudo más atractivo y más propenso a influir en la conducta que el conocimiento abstracto.

Esto es especialmente crítico en situaciones repentinas y de alto estrés que requieren un rendimiento físico instantáneo. El conocimiento abstracto obtenido en conferencias y libros puede ser muy útil en situaciones de pensamiento racional, como formular políticas y analizar situaciones. Sin embargo, cuando los agentes se enfrentan a incidentes repentinos que amenazan la vida, sus experiencias de entrenamiento basadas en la realidad probablemente surjan».6

CONCLUSIÓN

La solución a un adiestramiento que cumpla los estándares que la realidad demanda y que la sociedad necesita no se encuentra en la prohibición de asistencia a cursos de tipo táctico impartidos por empresas privadas o a la utilización del arma reglamentaria en los mismos. La solución está en crear un programa orientado a la realidad de la calle, aconsejado por aquéllos que han estado allí y pudieron volver para contarlo, imitando los programas que han tenido éxito en aquellos países los cuales, por su trayectoria y experiencia profesional, tienen un alto valor formativo, poniendo al alcance de los agentes todos aquellos medios para poder progresar de manera segura en el desempeño de sus funciones.

Debe surgir una nueva mentalidad basada en la realidad de los casos donde morir por el miedo a las consecuencias de actuar, no exista, donde se forme a los agentes no sólo física sino también mentalmente conociendo la psicología y fisiología del combate, una formación apta para aquellos profesionales que aman su trabajo y que de ellos dependen muchas vidas, incluidas las suyas. Como guerreros del siglo XXI, es nuestra obligación formarnos, actualizarnos y adaptarnos a los cambios, pues la vida es un don preciado y, «para aquéllos que luchamos por ella, esta tiene un sabor que los protegidos nunca conocerán». Con el tiempo hemos olvidado el código de honor, los valores y principios que regían hace milenios, donde esta labor era digna para quienes estaban dispuestos a morir en pro de ellos. Como dijo William John Bennett, en una conferencia en la Academia Naval de Estados Unidos, «el honor nunca envejece, y el honor se regocija en el corazón de la época. Y lo hace porque el honor, finalmente, tiene que ver con defender esas cosas nobles y valiosas que merecen ser defendidas, incluso si conlleva un coste alto. En nuestro tiempo, eso puede significar una condena social, desprecio público, privaciones, persecuciones o, como siempre, la propia muerte. La pregunta permanece: ¿Qué vale la pena defender? ¿Por qué vale la pena morir? ¿Por qué vale la pena vivir?».

REFERENCIAS

  1. Dave Grossman y Loren W. Chirstensen, Sobre el Combate; La psicología y fisiología del conflicto letal en la guerra y en la paz. España: Editorial Melusina S.L., 2014.
  2. www.itepol.com
  3. Sinopsis realizada por Elviro Aranda Álvarez, Profesor Titular en la Universidad Carlos III, Madrid (diciembre 2003).
  4. Jaime Guasp, Derecho, Madrid, 1971, págs., 315-316. (Citado en Javier Gálvez Montes, «Artículo 17: Seguridad Personal», en Óscar Alzaga Villaamil, Comentarios a la Constitución Española. Tomo II- Artículos 10 a 23 de la Constitución Española de 1978. Edersa, 2006, págs. 339-382).ç
  5. Supra nota 1.
  6. Dra. Artwohl, FBI Law Enforcement Bulletin Oct. 2002, pág. 18 – Research Forum (IACP Net Document No. 564080). «Perceptual and Memory Distortion During Officer- involved Shootings». (Basándose en Seymour Epstein, «The Integration of the Cognitive and Psychodynamic Unconscious», American Psychologist, 49, 1994, págs. 709-723, y en Charles Humes, «The Flashlight Dilemma», Tactical Edge, 1992).